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martes, 21 de junio de 2011

EN TEORIA (Cuento)

Hoy me siento vacio. En mi no hay más luz que el haz pálido y cansino que se filtra por entre las cortinas de mi habitación. Créanme que he tratado todo este tiempo de llenar de alguna u otra forma ese vacío que ha ido creciendo, como una gran fauce voraz que lenta e imperturbable me devoraba desde el interior, abriéndose paso a través de mi corazón para vomitar toda la negrura del mal canceroso que me consume. No se me extraña ahora, pues con el paso del tiempo esa brecha que existe entre mi y todo los demás, se ha ido ampliando creando una abismo insondable.

Y aunque hasta ahora ultimo, me esforcé en mantener mi esperanza de que alguna día todo pudiera cambiar de alguna manera, no hubo éxito y me siento derrotado. Sin embargo, antes de tomar la determinación de poner fin a todo, me dispuse a realizar una última búsqueda por esa luz que hace mucho tiempo se encuentra perdida.

Viaje al lejano oriente a aprender las milenarias técnicas espirituales, pero no encontré una razón que me llenará nuevamente, pues solo dicen como seguir un camino, más no como tener una razón para hacerlo.

Opte, por ir a las misteriosas tierras del medio oriente, donde me inundaron los vapores místicos, mezclando mi esencia con la ondas cósmicas e infinitas del universo. Sin embargo, no vi mayor razón para continuar pues, al fundirme con todo el universo, no daba lugar para poder tener una identidad propia, sintiéndome obligado a hacer lo que la marea cósmica diga. Fue de ahí que enrumbe hacia al centro salvaje, aquellas tierras en conflicto donde la lucha de la gente por su creencias, es el pan de cada día, el sufrimiento y la entrega absoluta por defender algo que es, será y debe ser. Fue inútil, nada es absoluto, y de que me sirve luchar mil guerras si aquello por lo que lucho es fruto de la violencia y destrucción sin medida. La violencia genera más violencia.

Renegué de ello y el tiempo seguía corriendo en mi contra. Navegue los mares. Me dirigí a lugares más lejanos. A las tierras exóticas y de naturaleza multivariada. Donde la tierra toca al cielo, dando a luz a incontables maravillas y delicias. Me sumergí en su variedad. Me sentí vivo nuevamente. Recorrí lugares inexplicables e inimaginables para el hombre. Me sumergí en las técnicas antiguas de las mezclas y las sustancias divinas, cayendo en una experiencia de caleidoscópica introspección, centrando mi ser, contrayéndome y expandiéndome a la vez, mientras me elevaba a las alturas y caía a velocidad terminal  hasta el centro de la tierra…

Nada…

Empiezo a cargar el arma. Es una 38 que logre conseguirla de un sujeto en un callejón. Se encontraba huyendo. Había cometido un robo en un local de venta de comida por la zona. Me miro, estaba terriblemente nervioso, era la primera vez que hacia algo así. Trate de calmarlo. Le dije que no representaba ninguna amenaza para él y que solo quería ayudarlo. Me miro, de sus ojos brotaron lagrimas de arrepentimiento. Soltó el arma y corrió más rápido de lo que llegó. Mire hacia el cielo, esboce una sonrisa ante la ironía. Entendí el mensaje.

Retorne a mi departamento. Hice los preparativos necesarios para dejar todas mis pertenencias y bienes a las personas que más lo necesitasen. No me tomo mucho tiempo.

Y aunque aun estoy en calma conmigo, no puede dormir esa noche. Me la pase mirando a través de la ventana, contemplando lo que quedaba del mundo a mi alcance. Una pena tan grande como pocas me embargo y aun así, no pude llorar. No porque no quisiera, no porque no necesitase, no porque solamente no pudiese, solo porque lo había prometido hace mucho tiempo. Y para alguien como yo, una promesa es siempre una promesa.

Contemple ese último amanecer de una forma que jamás pude haber imagino. Cogí, el arma que permanecía fría e indiferente en la mesita de noche. La eleve con mi mano izquierda a la altura de mi cabeza. Eran las 06:06, el sol ya se había asomado hace varios minutos. No pude evitar sonreír. Al final, el sol siempre sale para todos… y jale el gatillo.

***

Sentía que la cabeza me daba vueltas. Como cuando te montas a un carrusel y simplemente giras y giras y giras sin medir la consecuencias de en que piso terminaras desparramando todo tu interior. Trate de abrir mis ojos, destellos de luz, rápidos, violentos. Los volví a cerrar y espere unos minutos más, hasta que la sensación de que mis ojos fuesen a salírseme de sus orbitas hubiese cesado. Me encontraba en un habitación, de paredes blancas, no recuerdo tanta blancura en ningún lugar en el mundo. Levante un poco la cabeza, pues conforme iba tomando conciencia, el resto de mi cuerpo me seguiría. Pero no fue así. No podía moverme. Fue cuando me percate que me encontraba echado en una cama, de sabanas igual de blancas con todo en la habitación. Y a su vez, una correas grandes y gruesas, se cruzaban por mis brazos, piernas y pecho.

El cuarto se encontraba iluminado, de una forma inexplicablemente sobrenatural. No habían ventanas, ni lámparas u objeto alguno que iluminase el lugar. Era como si las mismas paredes brillasen emitiendo su luz propia. Continué mirando a todos lados, pero solo la blancura del lugar me causaba mareos. Apoye la cabeza tratando de recuperar el centro y hacerla dejar de girar. Tome aire, una, dos, tres veces más. Volví a levantar la cabeza y frente a mi había una especie de espejo que iba del piso hasta lo alto del techo. Sin embargo no se encontraba apoyado en la pared, no tenía un marco que lo mantuviese en su lugar. Como si estuviese ahí suspendido en el aire, frente a la cama donde me encontraba. A ello se sumaba el hecho que no reflejaba nada. Más bien su superficie ondulaba, como si se tratase de una especie de pecera vertical de mercurio, oleando de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, variando de diversas formas sus ondulaciones.

Me quede mirando casi hipnotizado siguiendo ese patrón caótico, como si fuese bebe tratando de entender las imágenes que salían de un televisor.

Y ahí estaba, pero antes no, no logro entender esto. A mi lado derecho se encontraba un hombre parado, mirándome. No sé en qué momento apareció solo sé que estaba ahí, mirándome. Alto de casi dos metros, tan blanco como si estuviera mimetizado con la habitación. Tal vez por eso no me percate en un principio. Usaba unas especie de bata blanca, casi tan resplandeciente como todo. Era completamente calvo. No tenia pelo alguno visible, no cejas, no pestañas, no nada. Solo el rojo intenso de sus ojos contemplándome fijamente.

Trate de gritar pero nada. No pude. Nada salía de mis pulmones. No había aire en ellos. Empecé a forcejar las correas, tratando de librarme pero nada.

-“Cálmese, ya todo paso”-

Esa voz, tan calma, tan tranquilizadora, pero, de donde provenía, si la figura de porcelana a mi lado derecho no había movido los labios.

-“Calma”-

Esa voz fue diferente, como si se tratase de un estruendoso caudal de agua y piedras cayendo violentamente. Como si un rugido violento y salvaje me ordenara detenerme. Y me detuve. Casi de inmediato cuando me di cuenta de la otra figura a mi lado izquierdo. Por un momento pensé que mi cerebro explotaría en los próximos segundos. Era como si estuviese mirando a la misma persona, pero completamente negra, como de obsidiana, con unos intensos ojos azules y la misma bata blanca resplandeciente. Pero esta figura era diferente, era más imponente, temible, desafiante.

Levantaron la mirada a la vez para contemplarse el uno al otro, como si mentalmente estuvieran poniéndose de acuerdo. Luego, me miraron nuevamente, y por inexplicable que sea el espejo de mercurio liquido, se solidificó. Y a través de ese espejo, que por una fracción de segundo reflejo la escena en la que me encontraba, empezó a mostrarme toda mi vida, antes de ponerle fin. Antes de que el plomo besara mi piel y se abriera paso por mi cráneo, lanzando los trozos de mis cerebro por todos lados, cual Jesucristo en el mercado a los fariseos.

Era como mirar una película antigua y justo al final un poderoso resplandor se originase en su centro, el rollo se empezara a quemar y mis ojos empezaron a derretirse...

***

-“Este es el final” - dijo la voz salvaje.

-“No, este es solo el principio” - replico la voz calmada.

-“Es tiempo de hacer lo que debemos hacer. Hemos esperado demasiado.” – el rugido de la figura de obsidiana hizo retumbar la habitación.

-“Siempre tan impaciente. Es que acaso después de tantos años no has sido capaz de entender todo esto?” – la figura de porcelana eleva una mano tan blanca como la nieve, en señal de tranquilizar a su contraparte – “Todo obedece a un plan establecido, algo a lo que te has opuesto todo este tiempo y te has negado a entender. Tu eres parte importante de todo esto. Sin ti no podría hacerse. Nuestro Padre lo sabe, así es como él lo ha diseñado. Hasta que todo sea perfecto y se haga su voluntad.”

-“Siempre tan sumiso, hermano. No ha resultado nada de todo este experimento suyo. Una y otra vez. Le dije que no estaba de acuerdo y estoy harto del rol que nos toca a ambos. Una y otra vez. Que somos? Monos? No podemos continuar con esto. Ves que no resulto nada de todo esto. Siempre volvemos a lo mismo. Dios ha muerto. Una y otra vez. Su experimento ha vuelto a ser un fracaso. Desaparecer y mezclarse en su creación, volverse uno de ellos, perderse y no poderse encontrar nuevamente. Sin memoria, para dejarse morir. Una y otra vez. Ese siempre ha sido su gran plan?. Solo es su gran patio cósmico de diversiones”

Las correas que ataban al cuerpo muerto se sueltan. El cadáver se sienta. Donde antes habían un par de ojos solo queda un par de cuencas vacías y humeantes, con restos de carne achicharrada e hilos de sangre negra que fluye lentamente como si huyeran cual serpientes asustadas.

Ambas figuras se miran aterrorizadas y empiezan a gritar. Una gran bola de fuego los consume en el mismo lugar donde se encuentran parados. A los segundos, el fuego naranja se extingue de ambos. Y al parecer han cambiado de lugar. La figura de obsidiana ahora está a la diestra y la figura de porcelana ahora está a la siniestra. Sin embargo, el color de sus ojos, no ha cambiado de lugar.

-“Pero que…” – la voz calma sale de la figura de obsidiana.

Una ligera sonrisa se dibuja en la nueva figura de porcelana, como burlándose de la expresión de espanto en el rostro de la nueva figura de obsidiana.

“ES HORA DE HACER CAMBIOS” – Suena la potente voz en toda la habitación, como si de mil trompetas se tratasen. El brazo derecho del cadáver se empieza a levantar torpemente apuntando su mano hecha puño en dirección al espejo solidificado.

“TODO LO QUE DEBEMOS HACER, DEBE SER DESHECHO PARA SER VUELTO A HACERSE, HASTA QUE SEA PERFECCIONADO…” - estirar los dedos pulgar, índice y medio, como en forma de una L, e inclina la mano en un ángulo de noventa grados. Apunta hacia el espejo del cual parecen empezarse a proyectarse infinidades de sombras desde su interior.

“…Y SE HAGA MI VOLUNTAD” – su dedo pulgar desciende hasta alinearse con el dedo índice y medio. La habitación se llena de luz blanca y se escucha un apocalíptico “BANG” haciendo estallar el espejo en infinitos pedazos.

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