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viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS ULTIMOS DIAS DE LA CONCIENCIA (Cuento)

Lunes 24 de Diciembre, 20:15 horas.


Jennie se asoma por la puerta para despedirse. Me mira preocupada. Pareciese pensar en algo y me recuerda no olvidar el regalo que le había comprado a mi esposa por navidad. Sonríe pícaramente y me hace un guiño sugerente y se va, cerrando la puerta tras ella.

No puedo evitar reírme de su gesto y la vez un frio recuerdo empieza a escalar lentamente por mi espalda. Es una chica eficiente, muy empeñosa y dedicada, siempre dispuesta a darlo todo por superarse.

Trato por unos segundos de mantener esa idea. Sin embargo, mi memoria me traiciona trayendo a mi mente los recuerdos de aquella conferencia en Colombia a la asistimos por dos semanas. Me recuesto en el sillón y estiro los brazos para desperezarme, tratando de relajarme y recuperar el tren de pensamiento en el que estaba dando vueltas.

Miro hacia mi escritorio y me asalta la mirada de mi esposa en un marco plateado, sonriente, tan dulce pero con esa mirada que te hace imaginar que sabe absolutamente todo lo que podrías estar pensando. A veces me pone nervioso….me hace sentir culpable.

Me cubro el rostro con ambas manos y me froto suavemente los ojos con la esperanza de aclarar mi cabeza y tratar de entender lo sucedido.

Su nombre era Erkin Glenoe, según la policía, no existen antecedentes o registros que den pista de su paradero actual, ni referencia alguna de algún familiar. Por su aspecto, no pareciese ser de por aquí, ni siquiera de este país. Incluso tomando en cuenta lo opinión profesional de mis colegas, posiblemente ni sea de este planeta.

Su caso me llamó la atención desde un principio. Fue traído al hospital muy herido, consecuencia de un grupo de jóvenes que al parecer lo atacaron violentamente sin razón alguna. La policía intervino, alertada por los vecinos de la zona, rescatando al sujeto y trayéndolo de inmediato dada la aparente gravedad en la que se encontraba.

Recuerdo que era la noche del martes 11, me encontraba saliendo del hospital después de un día muy cansado de sesiones aburridas y monótonas; llenando reportes, preparando los informes para la junta médica y actualizando la base de datos de mis pacientes. Ese día en particular había decido bajar por las escaleras, con la finalidad de poder despejarme un poco, estirar algo las piernas. Al llegar al primer piso tome el corredor que lleva a la sala de emergencias. Fue en ese momento cuando escuche el alboroto. Al acercarme, uno de los enfermeros se encontraba inconsciente en el suelo mientras los guardias de seguridad tenían sus armas desenfundadas apuntando hacia algún lugar que no me era aún visible en la sala. Conforme me fui acercando, un sujeto cuyo rostro se encontraba cubierto en sangre, había logrado atrapar a la interna que lo estaba atendiendo, sujetándola por el cuello con una de las correas que usamos para asegurar los tanques de oxigeno, resguardándose detrás de ella.

Me acerque lentamente y les pedí calma a todos. Le indique a los agentes que bajasen sus armas y me dirigí hacia el sujeto. Le pedí que la soltara que nadie pensaba hacerle daño y que estábamos aquí para ayudarle, que no representábamos ninguna amenaza.

Levante los brazos para mostrar que no llevaba oculto nada y empecé lentamente a acercarme, pidiéndole que soltase a la doctora, quien ya empezaba a tomar una tonalidad morada en el rostro.

El gritaba que no quería estar aquí, que nada de esto era su culpa y que quería simplemente irse lejos de este lugar. Tenía cosas muy importantes que hacer y no tenía la intención de permanecer aquí más tiempo.

- Nadie quiere hacerte daño y es más que seguro que no quieres hacerle daño a nadie. Seamos justos, estamos tratando de ayudarte, mírate, estas herido, las personas que ves aquí han tratado de curar tus heridas y por alguna razón has reaccionado de forma violenta. Entiendo que estés confundido, alterado y asustado, pero no somos tus enemigos, queremos ayudarte y tu conducta está evitando que podamos hacerlo. Déjanos hacer nuestro trabajo, déjanos ayudarte. –

Seguía atentamente con la mirada el movimiento de los agentes y luego me miró a mí. Liberó a la doctora e inmediatamente me puse al medio, entre él y los agentes. Uno para ayudar a la joven e inconsciente colega y otro para evitar que los agentes se lanzasen contra él, que era lo que estaban esperando hacer ni bien la soltase.

- Déjenmelo a mí, yo me hago cargo. Ayuden a la doctora y al enfermero.-

Me acerque a él, invitándolo a que se sentase en una de las camillas. Al revisarlo, me di cuenta que tenía un brazo roto, unas costillas fracturadas, varias cortes en el rostro y el resto del cuerpo. Tenía que mandarlo a que le realicen exámenes para asegurarme que no tuviesen hemorragias internas. Dadas las circunstancias, ninguno de los presentes deseaba acercarse mucho a él. Era comprensible.

Me asegure que se le realizasen los exámenes correspondientes y gestioné se le internase para mantenerlo controlado. Debido al daño que había recibido no podía soltarlo a la calle nuevamente hasta no tener la seguridad de que estuviese mejor y más aún, no exponer a nadie ante algún otro episodio psicótico.

Al día siguiente, llegue cansado después de haber tenido una mala noche. Todo el jaleo que se armó en el hospital esa noche, solo era el preludio a lo que se desató en mi departamento por haber llegado tarde y arruinado la velada de aniversario con mi esposa. Es extraño como hay personas que no pueden ser capaces de separar los intereses personales de situaciones de mayor responsabilidad moral y ética. Tal vez, simplemente sea yo el que no entienda.

Jennie me recibió con una sonrisa maravillosa ese día y me dio la agenda que teníamos para ese día. Así mismo, me hizo entrega del expediente de Glenoe. Mi diagnostico inicial estaba muy próximo a los resultados obtenidos. El reporte de la enfermera de noche indicaba que el paciente había pasado la noche hablando en la oscuridad y exigiendo que lo dejasen ir. Hubo momentos en los que aparentemente trató de ponerse en pie pero se desplomó al suelo, teniendo que revisar que las suturas y demás acoples no se hayan roto. Me asustó un poco la idea de pensar en lo que hubiese sido capaz de no haberlo mantenido sedado.

Cancelé todas mis citas ese día y decidí ir a verlo. Por alguna razón me sentía curioso respecto a su caso. Al llegar me indicaron que había sido trasladado de la habitación 211-2 a la 231-2. La primera, era una habitación compartida, en la que se ubican cuatro pacientes separados por una cortina de tal forma que les da algo de privacidad. Glenoe, fue ubicado en la última cama al lado de la ventana que daba hacia la calle. Las personas con las que compartía la habitación indicaron que durante la noche se le escuchaba decir cosas muy extrañas y desagradables llenas de violencia, muerte y destrucción. Incluso hubo momentos en los que pensaron que estaba hablando con alguien, como reprochándole el porqué de su situación actual. Las enfermeras se acercaron varias veces llamados por ellos. Al llegar ahí, para su sorpresa, el sujeto se encontraba inconsciente efecto de las drogas administradas.

La otra habitación estaba disponible. Era utilizada para la atención de un solo paciente que requiriese un tratamiento más complejo. Dada las circunstancias y que estaba vacía, tuvimos que dejarlo ahí por unos días. Durante ese tiempo, me dedique a investigar acerca de su situación actual y pasada. Empecé a entrevistarme con él con la finalidad de poder descubrir el misterio del mal que lo aquejaba.

Le realicé una serie de exámenes para medir su condición mental. Al principio estaba renuente a realizarlas y se rehusaba a colaborar o a entablar conversación conmigo. Con un poco de paciencia e insistencia, logré convencerlo.

Los resultados fueron sorprendentes. Podría decir que esta persona estaba completamente sana, cuerda y hasta que se trataba de un genio. Sin embargo, su condición por alguna razón iba empeorando conforme pasaban los días. La noche del 21 me llamó del hospital una enfermera indicándome que el paciente había perdido el control y estaba teniendo otro episodio, destruyendo el mobiliario y atacando a las enfermeras.

Salí de inmediato hacia el hospital. Eran las 19:47 cuando entre en la habitación y encontré a Erkin Glenoe, semidesnudo, encogido en una esquina de la habitación, con el soporte de metal para las bolsas de medicación sacudiéndola como si tratase de defenderse de algo.

Trate de hacerlo entrar en razón, pero era imposible. No me quiso escuchar, poniéndose en pie y corriendo por la habitación hasta el otro extremo adoptando la misma posición en esa esquina. Su rostro era la viva expresión de una mente que estuviese atravesando por un terrible estrés, pudiendo asegurar que se encontraba absolutamente aterrado.

Me acerque y le hable lo más razonable que me fue posible, pidiéndole que me explique que era aquello que lo aquejaba y a que le tenía tanto miedo.

Se descubrió la cara mirándome con lágrimas en los ojos y su nariz chorreante en fluidos. Con voz entrecortada atino a decirme:

- El mundo…el mundo está llegando a su fin…-

Pensé por unos segundos en lo que decía y fue cuando caí en la cuenta de la fecha. Ahora entendía todo. El pobre hombre estaba aterrado por la supuesta profecía que hacía referencia a este día.

Trate de explicarle que todo eso era idea de un colectivo ocioso que solo buscaba llamar la atención para darle un valor a sus inútiles vidas, sin medir las consecuencias del pánico infundado que causasen en parte de la población, de aquellos que les prestan atención.

- No existe prueba científica que demuestre que algo malo vaya a suceder en nuestro planeta, solo está comprobado que nosotros mismos somos, como especie “dominante” que somos, estamos causando su degradación. Eso de por sí, si no lo corregimos y solucionamos, eventualmente traerá inevitablemente la extinción de la humanidad como la conocemos.

Voy a permanecer con usted durante esta noche para demostrarle que no hay nada que temer y verá que mañana todo seguirá normal, la vida todavía continuará y el mundo seguirá girando.-

Percibí un atisbo de agradecimiento en su mirada, pero no dejó la posición en la que se encontraba. Así que me acomode a un lado y decidí pasar la noche en esa habitación haciéndole compañía.

///

A la mañana siguiente, Erkin se encontraba en la misma esquina en la que se ubicó, pareciese como si no se hubiese movido durante toda la noche. Al menos desde el momento en que me quedé dormido.

Me puse en pie y me acerque para despertarlo. Mostrarle que el mundo seguía y nada apocalíptico había sucedido.

Lo primero que hizo fue mirarme, asombrado, que estuviese ahí delante de él, como si no esperase llegar a ver este día. Lo ayude a pararse y le invite a acompañarme para dar una caminata por el hospital. Salimos hacia los jardines. El sol brillaba desde muy temprano en lo alto sobre un cielo despejado. No era necesario ser meteorólogo para darse cuenta que hoy haría calor, augurando un día maravilloso.

Me quede mirándolo como caminaba temerosamente, incrédulo de lo que estaba viviendo en ese momento. Se acercó a los arbustos, los árboles y vio a las personas que empezaban a circular por la zona dirigiéndose a realizar sus labores del día.

- No ha sucedido nada, todo está bien. Seguimos aquí. – Le dije esperando alguna respuesta afirmativa de su parte lo cual me demostraría un avance en su mejoría. Me miró, y en su mirada humedecida se proyectaba las primeras señales de recuperación.

Ese día lo pasamos conversando. Me empezó a explicar de su vida, su historia y muchas otras cosas que hicieron de esta una conversación bastante peculiar. Me dio la impresión de que me estuviese contando muchas cosas para una sola persona y en cierta manera toda una serie de desventuras por las que había pasado, una vida que parecía demasiado larga. Y en un punto de su relato, por extraño que pueda sonar, sentía como si estuviese contándome parte de mi vida, puntos que hasta ahora se me hacen difíciles de conciliar.

Me encargue que le asignaran una habitación para que nuestro paciente se sintiera más cómodo y ayudase a acelerar su recuperación. Y realmente se recuperaba, dado que para las 15:00 horas ya hablaba tan lucidamente que dejaba en un lejano recuerdo su conducta de los últimos días.

Quede en reunirme nuevamente con él el día lunes para continuar evaluando su situación y definir la siguiente etapa en su tratamiento.

El día de hoy, lunes 24, recibí la noticia al llegar al hospital. Erkin Glenoe había desaparecido. Me dijeron que estuvieron tratando de comunicarse conmigo, pero que no hubo forma, mi móvil y fijo sonaba como fuera de servicio.

No hubo señal alguna en su conducta que hiciese sospechar lo que estuviese por hacer.

Al llegar a su habitación, la policía se encontraba realizando las investigaciones del caso. Me pidieron reunirse conmigo y pase el resto del día dando explicaciones y mostrando todo el tratamiento que se le realizó durante los días que estuvo internado.

Me encuentro exhausto y muy decepcionado. Las últimas dos horas me las he pasado en mi oficina recostado en el mueble en una especie de trance tratando de entender lo que había sucedido, buscando alguna razón o explicación. Es en ese momento que escucho un pitido largo y agudo, que se repite cada cinco segundos. Me siento y empiezo a pensar de qué se puede tratar. Al seguirle el rastro me doy con la sorpresa que mi laptop se encontraba en el suelo debajo de un mueble. Se encontraba muy dañada, como si hubiese sido golpeada varias veces contra algo. El pitido que escuchaba era la alarma de batería baja. Al abrir la cubierta, me doy con la sorpresa que en la pantalla se encontraba una ventana activa del reproductor de video y en ella, la imagen de Erkin Glenoe sentado en frente, en mi escritorio. Busque el cargador, limpie la pantalla lo mejor que pude. Se encontraba rajada, pero me permitiría poder ver lo suficiente para visualizar el video. Me senté y con un nudo en la garganta presione Reproducir.

- Doctor, lamento no poder estar ahí presente. Como le dije desde la primera vez que nos conocimos, tengo cosas muy importantes que hacer y no podía perder el tiempo. El final está próximo. Sin embargo, su buena fe me dio un cierto sentido de esperanza, haciéndome pensar que realmente estaba equivocado, que todo era idea de mi mente desequilibrada. Créame que roge al cielo mismo que de eso se tratase, me aferre firmemente a ese pensamiento suyo para seguir adelante. Más aún, al ver que nada sucedió el día 21, mi corazón se hinchó de alegría, me era imposible creerlo, llore de felicidad pensando que todo había sido solo un mal sueño… – Se ve una serie de destellos amarillo, naranja y rojo provenientes de la ventana. – Ese día me dedique a recuperar un tiempo valioso y conectarme con el mundo, con las personas, con usted. Ese día fui feliz después de mucho tiempo. Sin embargo, esa felicidad no estaba destinada a durar. Al día siguiente, después de pasar un día tranquilo, decidí dedicar ese tiempo en las cosas banales que me eran permitidas, y cuando más tranquilo me encontraba fue que todo comenzó. La tierra empezó a temblar y las luces en el cielo daban muestra del inexorable destino nos había alcanzado. Entonces entendí que habíamos cometido un terrible error. Un error de interpretación, un error de cálculo. El mundo tal como lo conocemos, estaría llegando a su fin hoy. Tal vez usted no se dé cuenta, tal vez el resto del mundo no lo haya percibido, pero así es, es una realidad, es mi realidad y es la de muchos otros. – Se oye un gran estruendo de fondo y todo parece sacudirse violentamente haciendo que Erkin caiga del asiento. Se pone en pie con dificultad y prosigue mientras toda la escena continúa vibrando. – Estoy cansado de esto, pero por muy increíble que suene esto es lo que me sucede, este es el mal que me aqueja y el motivo por el cual no podía decirle nada, es mi maldición, estoy condenado a ver como el mundo se destruye una y otra vez de diferentes formas y bajo diferentes conceptos; y no lo puedo evitar. No puedo salvarlo. Créame doctor cuando le digo que el mundo ha llegado a su fin muchas veces en lo que va de los últimos tres siglos. Y la mayor cantidad de veces ha sucedido en lo que va de este último siglo. Nadie toma en serio un mensaje ni mucho menos el contenido que este trae. Fiestas, bromas, celebraciones, aceptación de la inutilidad de enfrentarse al destino. Y cada vez que es destruido, ¿qué sucede?, ¡Nada!, todo vuelve a la normalidad, como si nunca hubiese pasado nada y todo quedó en el olvido o como un mito o leyenda... – Se empiezan a escuchar gritos de muchas personas a este punto, tan fuertes y terribles que se hace difícil escuchar lo que Erkin dice, teniendo que acercarse a la pantalla – Hay muchas de esas historias que quedan registradas en la mente de muchas personas, como si se tratase de un terrible sueño o una idea perturbadora en la mente de aquellos que no están en su sano juicio, o en algunos casos en aquellos que intentan escribir por su cuenta como si de una idea novedosa se tratase. Todo se traduce a una gran historia de ficción. Es parte de la gran ironía. Una de las más populares y aceptadas historias se encuentra en el libro más conocido y distribuido de todos los tiempos, haga memoria doctor, no la recuerda, ¿verdad? Todo empezó con un anciano pastor al que consideraron loco por querer crear un arca… – Se escucha una gran explosión. La laptop que utilizaba al parecer sale volando, todo se pone borroso por unos minutos mientras el ruido de la gran catástrofe continua. La voz de Erkin se escucha con dificultad, pareciese estar herido. – Tal vez sea solo una persona o miles o millones, pero nadie nunca presta atención al mensaje, la sociedad se ha vuelto más cínica y descarada, la vida cada vez es menos importante para lo que deparará el futuro sino para lo que te parezca el ahora, lo que uno mismo hace sin medir las consecuencias. Son tiempos de caos civilizado. Sálvese doctor, haga que su vida sea una que valga la pena hasta antes de la próxima y definitiva destruc….- un terrible ruido ensordecedor de grandes cantidades de piedra corta sus palabras y termina la grabación de forma abrupta.

Inmediatamente después la laptop que tenía frente a mi empezó a soltar chispas y humo, encendiéndose. Salí corriendo a traer el extintor para sofocar el fuego. Logré controlarlo.

No estoy seguro que clase de broma pueda haber sido esta, o si realmente se tratase de una, pero después de ver esto, me voy dando cuenta de que este hombre, Erkin Glenoe, posiblemente no estaba loco, sino posiblemente pueda haber sido la persona más cuerda que he conocido últimamente y estaba motivado por una misión superior, dar a conocer una verdad tan tangible y real que nadie quiere verla o simplemente deciden ignorarla. Dar un mensaje. Algunas cosas no fluyen de la forma que pensamos y vivimos con una venda de seda en los ojos por un camino que deseamos sea como mejor nos parezca. Vivir el ahora no te asegura que exista un mañana por el que preocuparse después.

Clínicamente, creo que estoy perdiendo el juicio…

***

jueves, 1 de noviembre de 2012

AMIGOS IMAGINARIOS (Cuento)


El pequeño Joshua es un niño muy tranquilo. Obedece a sus padres, realiza todas las tareas que le dejan en la escuela, limpia su habitación y saca a pasear por el bosque al pequeño Kasky, un perro chusquito que lo tiene desde hace un par de años. Le suelta de su soga para que corra y brinque mientras él se sienta bajo la sombra de un árbol que considera su lugar favorito en todo el mundo. A veces pierde la noción del tiempo mientras su mente divaga entre sus inocentes ideas viajando a diversos lugares en su pequeño mundo imaginario. Siempre he pensado que los niños tienen una inmensa imaginación capaz de construir mundos enteros de fantasía para su diversión, para su protección, para vivir, para huir, a pesar de las cosas terribles que puedan suceder en el mundo real. En cierta manera envidio y extraño esa inocencia, hasta que una realidad se mezcla con la otra y todo empieza a derrumbarse. Supongo que para ellos sería algo así como el monstruo del armario que les arrebata la felicidad.

Desde que lo conocí hace algunas semanas me dio la impresión de que tenía una forma peculiar de ver las cosas, una visión más allá de lo normal, que para los niños de su edad no era normal. Sus ideas empezaban serias y al final se tornaban extrañas y sombrías.

Sus padres, muy humildes como las otras familias en esta comunidad, le brindaban cariño y atención fervorosa, no solo por que se tratase de su único hijo, sino que de por si ellos también sabían que su hijo era especial. No especial en el mal sentido de la palabra, sino como si estuviese destinado a lograr algo más grande en su vida.

Yo llegue a esta comunidad aproximadamente hace dos meses. La suma de varias malas decisiones tomadas en los últimos años me obligaron a tomar una última que me exigía desprenderme de muchas ataduras. En ese momento, tome uno de los buses interprovinciales y decidí dejarme llevar donde el destino decida. Una fuerte luz roja me despertó. El bus había realizado una parada para hacer el cambio de conductor y recoger más pasajeros. Opte por bajarme del bus y quedarme en este lugar. Puñuy era su nombre.

Desde el primer día me pareció un lugar muy tranquilo, la gente muy amable aunque algo distraída, como si tuvieran la mente en otra cosa y en varias ocasiones debía repetirles lo que les decía para que me hicieran caso. Podría decir que eran algo lentos para entender las cosas o tal vez yo era demasiado difícil para hacerme entender.

Durante los siguientes días fui conociendo a la comunidad, a las familias que la conformaban y las actividades (pocas) que realizaban. Una de ellas y la principal al parecer generaba ingresos era la extracción de minerales en una mina informal, controlada por el mismo pueblo vendían lo que extraían para la subsistencia del lugar. Cuando intentaba obtener mayor información acerca de esto, hacían como si no me hubieran escuchado, ignorándome descaradamente.

Por la misma naturaleza de la actividad informal, los accidentes eran algo común. Muchos padres salían heridos, desde golpes, caídas, fracturas y hasta perdida de miembros. Eran atendidos y a los pocos días retornaban a continuar con su labor. La población adulta estaba abocada a esta labor, día, noche y en algunos casos los siete días de la semana o más, dejando a sus hijos solos durante esos periodos.

Es ahí que mientras buscaba alguna forma de subsistir me gane la confianza de la familia de Joshua y me ofrecí cuidar al pequeño a cambio de alojamiento y comida. Al principio me costó hacerme su amiga, dado que no estaba acostumbrado a tratar con otras personas. Pero conforme pasaban los días lograba obtener respuesta de las conversaciones que teníamos. Fue en ese entonces que me entere que tenía un amigo con el que siempre jugaba cuando iba al bosque con Kasky. Joshua no tenía muchos amigos en el lugar y al parecer se mantenía alejado de todos ellos y solo mantenía amistad con este niño que consideraba su amigo.

Me contó que no vivía en el pueblo y su familia lo había abandonado hace mucho tiempo. No tenía hermanos y alguna vez tuvo una mascota parecida a la suya. El pequeño había decidido buscarse un nuevo hogar y encontrar la familia que había perdido. Sonaba muy maduro para tratarse de un niño. Los padres de Joshua no sabían nada de este amigo del bosque y por lo visto tampoco quería que lo supieran. Para un pequeño de su edad que le gustaba aislarse era más que seguro que se trataba de un amigo imaginario producto de su enorme imaginación.

Ya que los niños eran dejados solos, dado que como mencione los adultos se dedicaban a trabajar en la mina, decidí empezar a conocerlos para tratar de relacionar a Joshua con amigos de verdad. Tal fue mi sorpresa al descubrir que todos los niños que vivían en este lugar eran hijos únicos. Más aún, muchos de ellos no se conocían entre sí y solo iban y retornaban de la escuela como si fueran robotizados. Conforme los fui conociendo me contaban que también tenían un amigo especial que los visitaba y con el cual jugaban. Claro que no todos los casos hacían referencia a un amigo en el bosque, sino por ejemplo un amigo que vivía en la casa abandonada de al lado. Conforme seguía averiguando la versión se iba poniendo más extraña ya que me contaban de su amigo que vivía en su techo o en la habitación vacía de su casa o debajo de su cama o en el baúl donde guardaban las cosas sin uso o incluso debajo de sus sabanas.

En todos los casos, siempre jugaba con ellos, pero la único que les hacia prometer era que nunca le contasen a sus padres de su existencia ni de las cosas que hacían. Como yo no era familia de ellos pensaron que era la excepción a dicha promesa.

Me enfoque en tratar de averiguar el origen de estos extraños amigos dejando de lado todo lo demás. Ese siempre es mi gran defecto. Me concentro tanto en lo que considero importante que presto nula atención a lo demás que sucede a mí alrededor. En esta ocasión la sorpresa fue muy preocupante cuando me entero que varios de los padres no habían retornado de la mina. Al parecer habían desaparecido por un derrumbe en uno de los túneles. Sin embargo, lo más extraño de todo es que el resto de la comunidad decidió continuar con sus vidas dejando de lado el incidente como si nada hubiera sucedido, no los iban a rescatar. No lo podía creer.

Hable con ellos, pero no quisieron hacerme caso, insistí hasta lo que me fue posible, pero nadie quería que interviniese. Regrese a la casa con una tremenda frustración, no podía creer lo que estaba sucediendo. Sin embargo, había algo más de lo que no me había percatado. Me dirigí a la habitación de Joshua, lo encontré llorando, mis temores se elevaron al máximo al empezar a atar cabos, sus padres tampoco habían regresado y posiblemente hayan quedado atrapados en el accidente.

Son esos momentos los que nos hace tomar decisiones poco razonables por el bien de algunos pocos, en este caso el de un niño triste.

Tome un de mis mochilas, prepare todo lo que considerase posible y necesario. Lo mire a los ojos y le dije que todo estaría bien e iría a buscar a sus padres, que no temiera, que todo estaría bien.

No fue difícil llegar al lugar, teniendo en cuenta que durante todo este tiempo no había tenido interés en visitarlo.

El lugar era terrible, como si una monstruosa boca se abriera desde la tierra en busca de devorar la vida de esta pobre gente. En su interior, una luz trémula hacia que todo fuera más temible, como si una fuerza infernal estuviese anidando a la espera de más almas que tragar.

Conforme me internaba en ella el calor del lugar me despojaba de la frialdad de la noche, avanzando y girando por los diferentes túneles que se extendían por el lugar. Y aunque no era tan extenso como me lo esperaba, mi sorpresa fue mayor al darme cuenta que en este sitio pareciese no haberse realizado ningún trabajo de extracción o perforación desde hace muchísimo tiempo. No había señal de herramientas, materiales, carros, equipos, absolutamente nada. Estaba prácticamente abandonado. Sin embargo, ¿quien mantenía las antiguas lámparas encendidas?

El lugar empezó a darme vueltas en la cabeza, a donde miraba solo veía roca y la débil luz naranja de las lámparas, todo empezaba a ponerse difuso hasta que mis piernas flaquearon desplomándome, respirando con mucha dificultad. Fue entonces cuando al encontrarme aturdida y en el piso, al mirar al final del túnel lo vi, vi a un niño sucio y desaliñado. Por la descripción de los otros niños entendí que se trataba del mismo con quien jugaban. Estaba ahí, en pie respirando agitadamente como si estuviese molesto portando un objeto amenazador largo y puntiagudo en su mano izquierda. No entendía completamente lo que sucedía, solo atine a sujetarme de unas sogas que colgaban de la pared y parecían extenderse por entre aros de metal, cruzando unos tablones de madera que se encontraban sujetos cual bigas por el techo hasta el final de ese túnel. Jale con fuerza para poder ponerme en pie, viendo caer las lámparas que se encontraban cerca, tierra empezó a caer del techo y un ruido terrible empezó a hacer eco en el lugar. Solo atine a correr para salir del lugar al ver que el techo empezaba a desplomarse. No sé cómo encontré la salida, solo caí y quede inconsciente por unos instantes. Al reaccionar me puse en pie y vi que el túnel de ingreso había colapsado, bloqueando el ingreso.

Me puse en pie y me dirigí al pueblo, no pensaba en otra cosas si no en llegar donde Joshua y abrazarlo.

Entre en la casa y fui directamente a su cuarto, ahí lo encontré arropado bajo las sabanas durmiendo. Me senté en el suelo y me apoye en el borde de la cama, llorando, tratando de reponerme después de todo lo sucedido.

Me quede dormida.

///

Estaba amaneciendo y a lo lejos el gallo cantaba, parecía tan distante, como si se tratase de un sueño del cual me estuviese despertando dejando atrás ese extraño mundo al que me interne anoche. Me senté en la cama y abrace al pequeño Joshua que aún se encontraba bajo sus sabanas.

Tal fue mi consternación al darme cuenta que bajo ellas solo había unos bultos, los cuales eran mis cosas que habían sido acomodadas de tal forma que dieran la apariencia de haber alguien. Salí rápidamente de la habitación y lo empecé a buscar por toda la casa. No estaba.

Salí fuera a buscarlo, golpee las puertas de las otras casas, grite por ayuda, busque a las demás personas a los otros niños. El lugar estaba vacío, como si nadie hubiese estado viviendo aquí desde hace mucho tiempo. No podía dar crédito a lo que veía, no entendía para nada que es lo que sucedía, hasta que algo me golpeo por la espalda con fuerza. Algo largo y puntiagudo, logrando atravesarme por la derecha a la altura de mí estomago.

Voltee para mirar quien me había hecho esto y al darme cuenta caí de rodillas. Era él, el amigo imaginario de los bosques con el que Joshua jugaba, con el que los demás niños jugaban, aquel que vi en la mina y dejar atrás mientras esta se colapsaba. Pero no entendía, no podía ser real y donde estaban las demás personas, donde estaba Joshua.

- ¡Todo esto es tú culpa! ¡Has destruido todo! ¡Todos mis amigos se han ido, Maldita! ¡Eres un monstruo! ¡Te odio! – Gritaba terriblemente mientras lagrimas surcaban su rostro abriéndose paso entre la suciedad de la tierra que la cubría.

Mi mente trató de entender lo que estaba pasando, el por qué del odio que sentía hacia mí. Fue entonces que aunque por muy increíble que parezca, caí en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Nada de esto había sido real. Todo este tiempo había estado sola y todo el resto del pueblo había sido obra de su imaginación, tan fuerte es la imaginación de un niño que había sido capaz que todo lo demás fuese “real”, era su mundo de fantasía.

Tal fue el sentimiento de culpa que sentía al darme cuenta que me había convertido en el monstruo del armario que había destruido su mundo y matado a todos sus amigos imaginarios.

***

LEYENDAS SUBURBIANAS (Cuento)


1.-

Mis padres me dijeron que no debía salir mientras fuese de noche. Que una bestia terrible acechaba en la oscuridad. Vigilante. Esperando atrapar almas incautas que se aventuraban en la oscuridad de la noche para ser devoradas vivas.

-Esos son cuentos. Historias que cuentan los ancianos para que los jóvenes tomemos conciencia de nuestros actos y control de nuestros impulsos- Les respondía entre reproches y tonos elevados de voces ofuscadas.

Esta noche no podía, tenia cosas que hacer, y esas cosas tenían un nombre y unos ojos muy hermosos.

Escapé a la luz de la luna, entre los viejos arboles de fresno que conformaban la mayor parte del bosque que rodeaba el pueblo en el cual vivíamos.

Habíamos quedado en encontrarnos en la colina donde alguna vez estuvo el antiguo cedro donde fue colgada la vieja viuda Eremson, acusada de bruja. Después de ello, decidieron quemar el viejo árbol dado que corrieron rumores que el árbol transmitía terribles pensamientos en la mente de todo aquel cuya sombra se posase.

Así que me mantuve en ese lugar esperándola. Nunca llegó.

Con una mezcla de pesar y enojo regresé a casa. Tanto riesgo para nada. Mientras me encontraba a medio camino, logre vislumbrar una temible sombra que me estaba persiguiendo. En mi mente se atropellaron todas las cosas que me habían metido en la cabeza mis padres, aplastando mi sentido de la razón con la cual siempre les refutaba, dando pasó al pánico haciendo que mis piernas respondieran más rápido que los gritos que empecé a dar segundos después.

Aquella cosa, fuese lo que fuese, me perseguía y no se daba por vencida. Acelerar lo más que pude. Tropecé. Caí de plano en el piso cubierto de ramas secas y piedras. Me quede sin aire por un segundo y aturdido por el resto del tiempo que me tomó ponerme de vuelta en pie y continuar mi escape.

Logre ver las luces del pueblo que siempre quedaban encendidas durante la noche, que según la creencia era para frenar la entrada de la oscuridad del bosque al pueblo. Nunca fui tan feliz de verlas antes.

A escasos pasos de distancia, escuche la voz de aquella quien me dejase plantado en la colina de la bruja, gritándome que no regrese.

Eso era algo a lo que si iba a hacer caso esta noche.

Llegue a mi casa, empuje la puerta con fuerza y cedió fácilmente al primer esfuerzo. Cerré con gran fuerza la puerta, quedándome apoyado en ella, tratando de recuperar todo el aire que me fuese posible.

Puse todos los seguros que tenia la puerta. Incluso arrime el mueble de franela verde en el que pasamos tantas noches frente a la fogata con mi familia, mientras mi madre contaba las viejas historias que servían de advertencia a los jóvenes acerca de los peligros del mundo. Atranque firmemente la puerta.

Mi cerebro empezó a procesar lentamente lo sucedido, razonando lentamente con normalidad. Tantos años de escuchar estas historias una y otra vez me han vuelto asustadizo por cualquier cosa.

Agache la cabeza, riéndome de lo ridículo de la situación y de todo lo sucedido.

Tome el mechero y encendí la vela que siempre dejábamos en una pequeña mesa al lado de la puerta.

Fue en ese momento que cuando se iluminó el lugar observe la más terrible de las escenas. En el arco que divide la sala del comedor, se encontraban los cadáveres de todos clavados con grandes trozos de madera en las paredes, faltándoles pedazos en diferentes partes de sus cuerpos, como si se los hubieran estado comiendo.

Y en la pared una frase chorreante escrita en sangre que decía: “Hoy decidí quedarme a comer en casa. Lástima que no obedeciste a tus padres.”
  ***

sábado, 11 de agosto de 2012

DÉJÀ VU (Cuento)

Se despertó abruptamente y se puso en pie de un salto dirigiéndose rápidamente a su escritorio, golpeándose con su mesita de noche, de la cual cayó el puñal que compró hace algún tiempo para su seguridad. Encendió la computadora e inicio el procesador de textos. Hace tiempo que no tenía una idea interesante que escribir desde su última publicación.

Se tomó el resto de la noche, fue una historia extensa y enredada. Y en la prisa de no olvidarse los detalles, los escribió a lápiz en un papel para no perder la esencia de su sueño.

Una vez terminado, decidió descansar y tomar un par de días antes de presentarlo para su publicación. Necesitaba el dinero.

El jueves se presentó y entregó el borrador a la editorial. Se lo recibieron como siempre con gusto y le indicaron que lo llamarían para coordinar los detalles.

Esperó en casa pero no lo llamaban. Decidió llamar y la sorpresa fue terrible. Alguien más había presentado un relato muy parecido al suyo días antes. Se podría decir que era casi igual. ¡No podía ser!

Exigió le dieran los detalles de la persona, pero su política era no revelar la identidad de sus colaboradores.

Sabía cuál era la rutina que se seguía, así que decidió esperar hasta el día en que tenían que hacer el pago. Fue cuando dio con él. Lo siguió hasta un lugar donde podía desenmascararlo y enfrentarlo.

Fue en aquel callejón oscuro en que lo abordó. Su inconsciente le susurraba que algo extraño sucedía. Una sensación muy intensa. El sujeto llevaba una capucha que ocultaba su rostro.

Se le acercó por detrás, tomándolo por el hombro izquierdo haciéndolo girar para encararlo. Al descubrirse se dio cuenta que lo conocía, sabia quien era, pero nunca lo había conocido en persona, solo… en su sueño. Aquel sueño del cual escribió la historia por la que está en esta situación.

Él sacó el puñal que tenía oculto. Su enemigo sacó el revólver del bolsillo de su chaqueta. Todo estaba sucediendo tal cual el sueño. Y así empezó la lucha.

///

Se despertó abruptamente y se puso en pie de un salto dirigiéndose rápidamente a su escritorio, golpeándose con su mesita de noche, de la cual cayó el revólver que compró hace algún tiempo para su seguridad. Encendió la computadora e inicio el procesador de textos. Hace tiempo que no tenía una idea interesante que escribir desde su última publicación.

Se tomó el resto de la noche, fue una historia extensa y enredada, pero se le hizo muy extraña. Y en la prisa de no olvidarse los detalles, los escribió a lápiz en un papel para no perder la esencia de su sueño. Aquel extraño sueño del cual tenía la sensación de haberlo tenido en ocasiones anteriores.

Esa sensación de Déjà vu demasiado intensa.

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PASOS COMPARTIDOS (Cuento)

Días atrás mientras regresaba a casa caminando por la avenida vacía a las tres de la mañana, mientras el frio arreciaba y la llovizna solo hacia más nostálgica la noche, pensaba en aquellas cosas que con el tiempo uno a tenido que dejar de lado, tantas personas que se han dejado atras. Buenas o malas, pero a la larga son cosas que suceden en esta vida tan variopinta y le enseña a uno tantas otras cosas, significativas o no, pero de las que algo se termina aprendiendo.

Y ahí estaba yo, caminando entre oscurecidas casas y edificios a la izquierda y un gran y antiguo lugar llamado hipódromo a la derecha, que al perderse uno en sus pensamientos, paso a paso con el tiempo de compañía, se hizo bastante corta en distancia.

Y llegando casi al final de este camino, se encontraba una amplia zona en construcción, quienes de día o de noche trabajan para poder culminar lo que ofrecen.

Fue en ese entonces que después de recorrer todo este camino iluminado solo por las mortecinas luces ámbar de los postes, algunas más potentes que otras, otras simplemente apagadas por las circunstancias, mientras continuaba caminando por la berma central por el camino de cemento mojado y oscurecido, escuche las pisadas de alguien que venía atrás de mí. Era notorio puesto que en la tranquilidad de esa hora y lo vacío de la calle, no había nadie al menos hasta lo que logré ver.

Pero tal fue mi sorpresa, que vi que a escasos metros de distancia unos zapatos rojos de tacón se acercaban a hacia mí. Sin embargo, eso no era todo el asunto, sino que aquello que los hacía moverse era un par de pies blancos, casi traslucidos que terminaban hasta la altura de los tobillos, como si se desvanecieran en el aire.

Me quede paralizado al verlos acercarse y detenerse justo en el bloque donde me encontraba detenido. Por unos segundos esperaron y continuaron su camino, resonando a cada paso que daban al golpear los tacos sobre el cemento. Fue solo hasta unos metros más allá, que se detuvieron nuevamente y volvieron a esperar.

Dado que yo no salía de mi asombro, uno de los pies se elevó ligeramente y empezó a golpear en el camino, tres golpes. Pasaron unos segundos, tres taconazos más, como si se estuviera impacientando y quisiera que me acercase o le siguiese.

Empecé a caminar con mucho temor, dirigiéndome hacia donde estaban, deteniéndome justo frente a ellos.

Fue entonces cuando escuche el ruido fuerte de la música del auto que venía descontrolado a gran velocidad por la avenida que le cruzaba a por la que yo caminaba. El auto entro a esta avenida, sus ruedas patinaron en la pista mojada y cruzó dando tumbos la berma central, atravesando por el lugar donde me encontraba detenido hace un instante. El auto atravesó la barrera protectora de la construcción e impacto contra una de las grandes maquinas que usaban para realizar los trabajos de remoción de materiales. La misma giro y dio directamente contra una de las grúas, el operador que estaba de turno de la impresión pareció verse afectado físicamente, un paro cardiaco me entere después, cayendo sobre los controles haciendo que los grandes bloques de metal que transportaba, fueran desplazados rápidamente y deteniéndose a la altura de la avenida. La inercia hizo lo demás, la plataforma se balanceaba describiendo círculos en el aire, los seguros que contenían los bloques se soltaron, liberandolos, cayendo en diversas partes de la calle donde me encontraba.

Sentí el impulso de salir corriendo de ahí, correr despavorido y salvar mi vida, pero cuando quise hacerlo me di cuenta que mis pies no se movían. Y al mirar a mis pies, vi que aquellos pies blancos enfundados en esos zapatos rojos antiguos de tacón ancho, se había colocado encima de los míos y no me dejaban moverme.

Me agache y me cubrí, solo podía hacer eso, sabiendo que eso no evitaría morir aplastado.

Al calmarse todo, escuchaba solo los gritos de los obreros cual murmullos a la distancia, me puse en pie y contemple que alrededor mío se encontraban los escombros y materiales caídos, quedando yo al centro de todos los destrozos.

Retrocedí tres pasos y camine como sonámbulo de vuelta a casa, mientras los obreros me preguntaban si me encontraba bien.

Hoy, mientras me encontraba arreglando y moviendo varias cosas que tenia guardada, sacos y cajas que hace mucho tiempo no movía, fue que escuche nuevamente ese ruido, ese golpear de tacos contra el suelo. Al mirar, contemple el par de zapatos rojos antiguos que vi aquella noche. Fue entonces cuando los recuerdos me impactaron uno tras otro en la memoria, tan violentamente que casi caigo inconsciente.

Eran los zapatos de mi madre, quien cuando estuvo viva, siempre hacia sonar contra el suelo sus tacos para llamar mi atención, especialmente cuando no le hacía caso. No pude contener las lágrimas y lloré.

En vida, siempre trató de llevarme por el camino correcto solo para cuidarme. Aun que en ese entonces no lo entendiera o me quejase de sus métodos, ahora, con el tiempo puedo entender a donde conducía todo esto. Incluso ahora, después de muchos años que ya no está con nosotros, continúa guiando mis pasos.
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viernes, 22 de junio de 2012

BUENAS NOCHES, BUENOS DIAS (Cuento)

Él y su grupo de amigos habían decido pasar el largo fin de semana alejados de la ciudad para poder despejar un poco la cabeza de tantas responsabilidades y preocupaciones que iban asumiendo conforme iban creciendo.


Después de tres horas llegaron al último pueblo en ruta. Era un pueblo cuyas casitas eran de material noble. La mayoría de ellas se encontraban deshabitadas y algunos casos habían sufrido las inclemencias del tiempo, haciendo que el techado de madera y se desplomase. Muchas de las familias habían decido dejar sus hogares para mudarse a las ciudades más próximas con la finalidad de poder buscar su prosperidad.

Después de unas horas de explorar el casi fantasmal lugar, se concentraron en hacer los preparativos para la siguiente etapa de su viaje. De ahí eran aproximadamente de tres a cuatro horas que debían seguir de caminata en terreno montañoso, cuesta arriba. La caminata en algunos puntos era fácil. En otros era algo difícil. Sin embargo, ante el ánimo de conocer un lugar nuevo, el cansancio era algo en lo que uno no repararía sino hasta haber alcanzado la cima.

Ya conforme iban alcanzando su destino, la vista del lugar se hacía cada vez más impresionante.

Lo primero en recibirles fue la vista de las ruinas más próximas al lindero de la ciudadela. Al terminar de doblar la curva del sendero pedregoso, contemplaron las antiguas construcciones de piedra que el paso del tiempo había hecho mella, más no los destruía por completo. Incluso los techos de dos aguas cubiertos por una especie de empastes de hierba y cañas, se mantenían firmes y bullentes de nuevas hierbas que crecían tímidamente en forma desordenada.

Una vez ahí, la vista era no menos que impresionante. La ciudadela a la derecha imponente, imperecedera y misteriosa. El sol a la izquierda dominante, entre el matiz amarillento y naranja, tras el velo de nubes amoratadas que lentas cruzaban indiferentes al espectáculo natural del que eran participes, mientras el gran astro continuaba en su descenso diario para sumergirse en el mar.

Levantadas las carpas, ubicaron las tres de tal forma que cada una daba cara a las otras dos, formando en conjunto una figura triangular de diferentes colores vista desde el cielo. Y en el centro de aquel triangulo multicolor, una fulgurante luz cambiante, indecisa por dirigirse a alguna de las aristas. Aquella luz central era la fogata persistente que luchaba por su existencia mientras se debatía contra el viento.

El frio arreciaba. Se hacía más intenso conforme avanzaban las horas.

Decidieron dormir temprano esa noche, estaban cansados y tenían todo el día para poder explorar el lugar con mayor detenimiento y dedicación.

///

Algo lo despertó. Un ruido amortiguado. Como si algo hubiese impactado contra una superficie densa y resistente.

Decidió no hacer caso, se acomodo lo mejor que pudo y trato de recuperar el sueño que se le estaba escapaba de a pocos.

Nuevamente aquel ruido.

Tal vez se tratase de los irreverentes de sus amigos tratando de jugarle otra broma. Tenían la mala costumbre de jugarle bromas de muy mal gusto. En una ocasión lo hicieron aparecer desnudo delante de todos los presentes a un evento organizado para recaudar fondos. En otra, le hicieron creer que había sido ganador de un premio que había estado necesitando. Y la última y más despreciable de todas, fue haberle hecho creer que uno de sus familiares había muerto. En esta ocasión no estaba dispuesto a hacer el rol de bobo.

Otro ruido. Diferente, como si algo impactase contra una superficie dura, pero no lo suficientemente resistente como para ser quebrado.

Tomó la linterna. Se colocó las botas, una casaca de esas térmicas y un pasamontañas. Decidió salir a mirar, aun así, la curiosidad pudo más que su cautela.

Corrió lentamente el cierre de la carpa y asomó la cabeza tratando de mirar lo que se pudiera entrar en su proximidad más cercana.

Nada. Nadie.

Encendió la linterna y la dirigió directamente hacia las otras dos carpas. Las entradas parecían estar abiertas. Salió completamente y se fue acercando. Primero hacia la que se encontraba a su izquierda. Alumbró por fuera hacia la entrada y lentamente se fue acercando para poder ver dentro. No había nadie.

Acto seguido se dirigió hacia la carpa de la derecha. Empezó a acelerar el paso. Hizo lo propio y con determinación procedió de la misma forma que antes. Tampoco había nadie.

Giró sobre sus talones rápidamente, levantando una polvareda y emitiendo un ruido muy raro como de hojas y ramas remojadas. Contemplo el punto donde se encontraba en pie y se dio cuenta que había una mancha carmesí oscura. No le bastó mucho esfuerzo reconocer de que se trataba. Y conforme fue alumbrando el suelo, se dio cuenta que había una serie de manchas irregulares en tamaño y forma que continuaban en dirección hacia la ciudadela. Y conforme dirigió la mirada hacia allá, en las ruinas, se percato que había una gran llamarada como si acabase encenderse al verse descubierta.

Corrió.

Y al llegar ahí, una especie de plazuela en el centro de las ruinas, una gran mesa de piedra se encontraba flotando a metro y medio del suelo. Encima de ella, una gran hoguera se elevaba hacia el cielo.

Y debajo de la gran piedra flotante, los cuerpos de sus amigos, decapitados.

Un gran terror lo invadió. No sabía cómo reaccionar, ni mucho menos qué hacer. Miró a un lado, miró al otro, miró en todas direcciones y no vio las cabezas de sus amigos por ningún lugar.

Solo logró descubrir entre las ancestrales construcciones restos de huesos, grandes y pequeños. Sombras que empezaban a moverse y a correr entre los diversos puntos, como saltando, tratando de esconderse o de alcanzarle.

Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos. Los cerró con fuerza, mientras suplicaba a los cielos que todo esto se tratase de una broma más de sus amigos, quienes yacían muertos bajo la gran losa.

Un crujir de ramas.

Abrió lo ojos y volteo para mirar quien estaba atrás suyo. Fue cuando vio la gran hacha que se dirigía a gran velocidad hacia él, buscando completar el trabajo que había empezado con sus amigos. El impacto fue potente, terrible y certero.

Se atraganto por última vez con su propia sangre y sintió que su cuerpo le dejaba de obedecer sus desesperadas órdenes para escapar.

Sus ojos se dieron vuelta sobre sus cuencas y la oscuridad completamente lo cubrió...

///

Se despertó de golpe. Sudando frio. Buscó torpemente su linterna empujando todos los bultos que tenia dentro. Se colocó sus botas y se olvido del frio acuchillante que le impactaba conforme fue saliendo de su carpa. Se tropezó con la base de la entrada, haciéndolo caer sobre sus rodillas en el suelo lleno de hojas, ramas y pequeñas piedras. Ignoró el dolor. Se puso en pie y se dirigió rápidamente hacia las carpas de sus amigos.

Se calmó. Cerró con mucho cuidado las entradas de las carpas y se dirigió de vuelta a la suya. Cerró su entrada. Se acomodó en su bolsa para dormir.

Todo había sido un mal sueño. Una pesadilla consecuencia de toda la preocupación que tenía.

Estiró su mano izquierda y derecha a los lados para tantear y revisar las cosas dentro de su carpa. Estaba mucho más tranquilo ahora. Se rió nerviosamente pero muy aliviado.

Sus amigos se encontraban en sus carpas, arropados y dentro de sus bolsas de dormir. Tal cual como él los había dejado.

A su derecha encontró el largo y grueso mango de madera pulida del hacha, justo donde lo había dejado.

A su izquierda ubicó las 4 bolsas donde había colocado las cabezas de sus amigos. Justo como las había dejado.

Ahora ya estaba mucho más calmado, pues si bien fue una pesadilla, le había dado la solución a su preocupación. Mañana antes del amanecer, llevaría los cuerpos a las ruinas y los quemaría dentro de los nichos.

No estaba dispuesto a hacer el rol de bobo. Nunca más.

***

MONSTRUOS (Cuento)

Mi madre estaba a mi lado, consolándome. No podía creer lo fuerte que había gritado, haciendo que me escuchara de entre todo el bullicio que había abajo en el primer piso…


Era la reunión de celebración por su ascenso en la oficina. Gerente Regional, escuche que decían. Supongo que debería ser importante para tanta celebración. Muchas personas vinieron. Sus amigos de la oficina, del gimnasio, los vecinos y gente que no conocía hasta hace unas horas. Estuve entretenido por un buen rato, hasta que dieron las 10 de la noche y mi madre me dijo que ya era hora de que me vaya a la cama. Reclame, exigí y patalee a más no poder. Inútil fue todo. Mi madre me miró seriamente, esa mirada que solo las madres saben dar a sus hijos cuando nada en el mundo sabes que podrá cambiarla de opinión. Tome mis cosas y uno que otro dulce que quedaba por ahí y subí derrotado a mi habitación. Mire de reojo a mi madre, con la idea de que en mi expresión encontrara la indulgencia de su corazón. Continúo con esa mirada. Sin embargo, decidió subir conmigo. Me llevo a mi habitación, me hizo ponerme mi pijama. Me envió a lavarme mis manos y dientes. Me arropo como muchas noches. Encendió la lamparita aquella que siempre me gustaba mirar por las noches, mientras los figuras que se proyectaban de la pantalla, recorrían las paredes en variados colores. Me leyó del cuento que venía leyendo desde la semana pasada. Revolvió mi cabello y me dio un beso en la frente, deseándome las buenas noches y con aquellas miradas derretidoras de cariño que solo un niño podría ver en una madre, cerró la puerta y me dejó.

Me acomode lo mejor que pude y me dispuse a dormir. Al menos, eso esperaba.

Escuche un sonido agónico y aterrador. Instintivamente atine a cubrirme con las sabanas y permanecer oculto y protegido debajo de ellas. Que ingenuo. Un ruido gutural, una respiración terrible y entrecortada empezó a resonar en mi habitación. Thump!! Thump!! Thump!!! el ruido ahogado de las horribles pisadas en la alfombra de caricaturas que mi madre compró hace tiempo para consentirme. A continuación, lo peor, la sabana estaba siendo jalada. Puse toda la fuerza que pude en mis brazos y jale para impedir que me despojaran de mi última protección. Fue inútil.

La sabana cayó, quede descubierto y no había nada a mi alrededor. Di una larga exhalación de alivio. Entonces, lo escuche, la voz más aterrorizante que jamás escucharía hasta ese momento en mi vida y esa mirada espeluznante.

Minutos después, mi madre subió, me encontró en una esquina de mi cama. Junto con ella, subieron unos compañeros suyos para ver si todo estaba bien. Ella asintió con la cabeza y les dijo que la esperaran abajo. Ellos hicieron una señal de aprobación con la mano, no sin antes mirar detenida mi habitación en todas direcciones.

Le explique que había un monstruo en mi habitación, que había amenazado con llevarme y matarnos a todos. Debíamos huir rápidamente. Sacar a todos de la casa y escapar. Lejos, muy lejos.

Mi madre me miraba muy preocupada, más de lo normal. Era obvio que no me creería ninguna palabra. Qué más podía esperar, solo era un niño, no tenía porque creerme. Pero, lo hizo. Al menos en cierta manera. Me pidió que me calmara. Se puso en pie y empezó a revisar toda mi habitación, debajo de la cama, en el armario, mis cajones, los cestos de ropa y juguetes, salió a revisar el pasadizo, el baño. Realmente revisó minuciosamente todo. Luego se sentó nuevamente junto a mí en la cama. Me abrazó fuertemente y me dijo que todo estaba bien. Fuese lo que haya sido ya no está, ya se había ido. Mañana en la mañana llamaría al sacerdote de la iglesia y revisaría con él la casa completa.

Realmente era un alivio. Aunque algo dentro de mí me perturbaba terriblemente, no sé si era el hecho de que no hubiese encontrado nada o tal vez el hecho que le haya prestado demasiada importancia a lo que le había dicho.

Me volvió a arropar en mi cama. Me dio un beso en la frente y me dijo que mañana solucionaríamos todo, que no me preocupase. Le creí y me dio la calma y seguridad que a todo niño reconfortaría para toda su infancia. Se puso en pie, se dirigió hacia la puerta y sonriéndome cerró la puerta de la habitación.

Los minutos que siguieron quedaron grabados para siempre en mi memoria, pues, a los segundos después que cerrara la puerta mi madre, unos ojos color verde esmeralda se encendieron en el aire, muy intensos, al lado de mi cama, mientras las sombras se empezaban a arremolinar a su alrededor dando forma a la criatura más grotesca y abominable que pudiera concebir mente alguna. Especialmente la de un niño.

El monstruo se acercó lentamente a mí, mientras sus fulgurantes ojos color esmeralda no dejaban de mirarme. Abrió sus terribles fauces, mostrando las filas de puntiagudos dientes que la llenaban. Cerré los ojos lo más fuerte que pude…

¿Hablaste con ella? - me preguntó. Le dije temerosamente que sí, pero que no me hizo caso, inicialmente parecía preocupada y pensé que me había creído, pero me dijo que lo arreglaríamos todo mañana.

La criatura se puso en pie y emitió un muy controlado rugido.

Para variar nunca hace caso, nunca lo hizo - gruño - Tenemos que irnos, ahora, no tenemos tiempo.

Le pregunte qué pasaría con mi madre y todos los demás que se encontraban abajo. Fue en ese momento que empezaron los gritos dando respuesta a mi preocupación. Era demasiado tarde.

Las lágrimas inundaron mis ojos. La impotencia de no poder hacer nada para ayudar, salvar a mi madre. Ser víctima de fuerzas inevitables que controlan mi vida y mi destino. Aun soy tan pequeño. Porque las cosas deben ser así? Agache la cabeza, cruce las manos y empecé a jugar con mis dedos, consecuencia de los nervios y del terror que sentía. Tal vez cuando crezca entienda al mundo que me rodea.

Tenemos que irnos, antes que suban por ti. Ahora lo único que importa eres tú. Tu madre nunca me hizo caso, lo único que hizo y quiso es hacerme ver siempre como un monstruo ante ti. Ahora ya no hay marcha atrás, debemos irnos hijo.

Mire a la terrible y monstruosa criatura que era mi padre, abrazando con doloroso sufrimiento la chocante realidad. Mi madre siempre me ocultó la verdad acerca de él, pero en el fondo sabía que lo que esa horrible bestia me decía era cierto y que ellos solo lo habían hecho para protegerme. Los sentimientos de pena, miedo y confusión se iban diluyendo dando paso lentamente a aquella acogedora sensación de aceptación. Quizá cuando crezca, entienda mejor estas cosas.

Me trepó en su espalda y se lanzó hacia el interior del armario, donde todo empezaría a tener sentido para mí…

***

LA MUSA (Cuento)

Decidí sentarme a escribir algo nuevo. No se me ocurría nada. Así que mientras pensaba en cómo llenar algunas líneas en el papel, opte por salir un rato a dar una vuelta, tomar algo de aire y despejar la mente para motivarla a captar alguna idea con que poder trabajar al retorno.


Tome mi abrigo, puesto que el clima había estado helando en estas últimas noches, clara señal que el invierno se estaba acercando. Cogí las llaves del gancho y con un ruido quejumbroso de la puerta al abrirla, me aventure hacia la noche. Mientras bajaba por las escaleras, ya que mi departamento es en el quinto piso, me detuve a mitad del tercero y saque un cigarro de mi abrigo. Necesitaba un poco más de estimulo para protegerme del frio. Al disponerme a continuar, vi que entre las sombras que se formaban con la luz de mi encendedor y la oscuridad del lugar, venia subiendo una mujer muy hermosa y de pronunciada figura. Me quede petrificado, tanto por la sorpresa de su inesperada presencia como de su atractivo aspecto. No pude evitar no dejar de mirarla de pies a cabeza. Y con cada paso que ella daba en mi dirección, no podía dejar de mirarla contornearse. Ni siquiera en el preciso instante en que levanto la mirada y me atrapó mirándola de forma casi libidinosa. Se hizo a un lado y paso por mi costado continuando con su camino. Una oleada de calor invadió mi rostro. Debió notar el color en mi rostro y mi expresión de estúpido con la mirada perdida. Por misma vergüenza no voltee a mirarla y solo esperaba que ella continuase su camino. Respire profundamente y una vez despabilado, empecé a descender. Fue en ese preciso instante en que escuche su melosa voz proveniente de escalones más arriba que me decía: “Sígueme”

De forma casi automática gire sobre mis talones y decidí seguirla. Realmente no estaba seguro de lo que estaba haciendo ni el por qué me comportaba de esta manera. Estaba como hipnotizado. Podría haberla seguido hasta donde ella me hubiese dicho sin poner objeción alguna.

Entramos a su departamento.

Debo admitir que no me percate cual departamento era o en qué piso me encontraba en ese momento. Solo sé que me encontraba completamente fuera de mí. Me hizo recordar aquellos cartoon animados que veía de pequeño en la televisión cuando los pobres animales hambrientos eran transportados embobados por el aroma de la torta recién horneada. La puerta se cerró detrás de mí sin importarme como.

Conforme la seguía, ella volteaba mirándome con su mirada endemoniadamente coqueta y seductora, atrayéndome hacia ella. Hasta que se detuvo, extendiendo el brazo izquierdo, apoyándose sobre el marco de la puerta en la que se encontraba, la cual daba a otra habitación. Empezó a desprenderse de sus ropas.

Esto me demostró que realmente me encontraba bastante corto de imaginación, pues al contemplarla a flor de piel, una vez librada de toda barrera visual, la divinidad de su presencia, lo impresionante de su figura, iba más allá de lo que jamás podría haber imaginado.

Continúo lentamente hacia el interior de la habitación. Yo quede aún absorto de aquella magnifica visión que mi cerebro se negaba a olvidar. Su dulce y delicada mano se asomo por la puerta y con el dedo índice empezó a indicarme que ingresara.

Y aunque por muy extraño que parezca y por muy bastardo afortunado que pueda parecer, algo en mi interior me decía algo no estaba bien pero no era capaz de entender que cosa. El lugar me daba cierta sensación de familiaridad y el miedo empezaba a hacerse manifiesto en mi corazón.

Fue una cuestión de segundos que parecieron una eternidad, decidiéndome a continuar en busca de ella, dirigiéndome a la habitación en la que ella me había invitado a ingresar tan sensualmente como fuese posible.

Ingrese lentamente, el miedo había crecido exponencialmente en mi sin explicación alguna. Como pensar que algo así podría estar pasando. Y fue en ese preciso instante en que vi a un hombre sentado en una pequeña banca negra giratoria con ruedas en las patas. Tenía medio cuerpo apoyado sobre una mesa inclinada. Parecía inconsciente. No podía ver su rostro, pues solo lo veía de espalda. Esto ya empezaba a perder toda la marcha inicial.

Ella completamente desnuda y exuberante, se puso del otro lado del sujeto inconsciente, quedando frente a frente ella de mí y él en medio de nosotros.

Mi miedo se disparó al máximo dando paso al terror al percatarme que de la mano izquierda que tenia oculta tras su curvilínea figura, sacaba un enorme cuchillo. Podía asegurar que se trataba de uno de esos cuchillos de carnicero, capaces de partir hasta los huesos.

Ella lo levantó en alto. Le grite que se detuviera, al mismo tiempo que aquel hombre inconsciente empezaba a gritar también por su vida, pero aun así no se movía para protegerse. El cuchillo descendió a tal velocidad que lo atravesó de un lado al otro.

Fue en ese preciso instante que sentí el frío metal en mi pecho, dando paso a la calidez de la sangre que brotaba de mi interior, mientras la macabra risa y ojos demenciales de aquella mujer deformaban su bello rostro en una caricatura endemoniada de maldad.

Abrí los ojos. Juro que grite de tal forma que nunca jamás en toda mi vida había hecho. Me puse en pie bruscamente haciendo que la silla en la que me encontraba saliera despedida hacia atrás haciendo un ruido torpe. Me había quedado dormido sobre la mesa mientras trataba de escribir algunas ideas. Sin embargo, una mayor sorpresa me esperaba, pues en mi mano derecha sujetaba un enorme cuchillo de carnicero y mis manos se encontraban cubiertas en sangre. Entre los papeles desordenados que se encontraban en la mesa me percate que estaba escrito en sangre en un conjunto de ellas lo siguiente:

-“¿Ahora tienes alguna idea para escribir?”-

Deje el cuchillo a un lado y empecé a escribir.

***



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miércoles, 20 de junio de 2012

SINGULARIDAD (Cuento)

Solo mantenía una idea en su cabeza: Encontrarla y decirle lo que pensaba. Lo que sentía.

Había tenido mucho tiempo para meditar y pensar la mejor forma de transmitirle todo aquello que llevaba dentro. Todo era tan complicado. Él también lo era, pero no porque le gustase serlo. Era una de esas cosas inevitables y paradójicas como nacer un 29 de Febrero. Tal vez si tratase de explicárselo nunca lo entendería. Ni siquiera él es capaz de entenderlo.

Se dirigió en su encuentro. Ella mantenía su rutinario recorrido de retorno a casa después de un pesado día en la oficina. Se detuvo en un café y permaneció ahí leyendo un libro. Se encontró con su amigo, Leonel, y estuvieron conversando por largo rato. No debía interrumpirla. Sin embargo, sabía que el tiempo se acababa.

Faltando cinco minutos para la media noche, ella cruzó el umbral del lugar, mientras reía por algo que Leonel le había dicho. En ese instante tuvo esa sensación de Dejà vu, como si su mente y su cuerpo fuesen arrastrados hacia un remolino invisible y le extrajesen su palpitante corazón por los oídos, la nariz y el ombligo. Se tomó unos segundos para recomponerse. Levantó la mirada y lo vio a Él al otro lado de la pista. Ella soltó el libro que abrazaba contra su pecho. Su expresión era como la de haber visto un fantasma.

Se olvidó de Leonel y aceleró su paso en dirección a su encuentro. Él hizo lo mismo, sin preocuparse de los autos en tránsito.

Se encontraron en el centro de la pista. Contemplándose. Ella sin creer lo que sucedía. Él sin estar seguro de cómo proceder. Nunca fueron buenos para estas cosas. Nunca supieron que hacer antes y ahora mucho menos. Ni aquí ni allá, en ese entonces. Solo hasta este momento recordaron que les bastó conocerse un día para saber que necesitaban estar juntos, sin importar como o sin entender por qué, a pesar de las cosas inexplicables, los momentos tristes o las complejas consecuencias que desencadenaría su reencuentro.

Saber hacer lo necesario no era lo mismo que saber lo que se necesita hacer. Y aunque sabía que acelerar las cosas arruinaría todo, contaban con muy poco tiempo para hacer lo que querían.

Y si bien ambos se quedaron como congelados en el tiempo mirándose mutuamente, con una súplica anhelante reflejada en sus ojos que los segundos se alargaran lo suficiente y lo necesario, no pudieron pronunciar palabra alguna.

¿Lo habían olvidado todo?

No, no era así. Al menos no necesariamente. Pues si en sus mentes no existiese el recuerdo, en su ser algo les decía que se conocían y que debían permanecer juntos.

Simplemente se acercó a ella y la besó.

Ella mantenía los ojos cerrados. Sintió esa calidez en los labios recorriéndole hasta el corazón y calentándole el resto del cuerpo hasta llegarle a los dedos de los pies y encogerlos por la emoción.

Y al abrir ella los ojos se dio cuenta que estaba sola.

Se dio cuenta que se encontraba en el medio de la pista sin explicación alguna. Los autos cruzaban esquivándola, mientras los conductores le gritaban improperios. Miró su reloj y era un minuto pasada la media noche del primero de Marzo del 2,012.

Tenía la impresión de estar ahí por alguna razón, por una fuerza imperiosa en su corazón, la cual se iba encogiendo nuevamente al saber que había sufrido una gran pérdida. Nuevamente.

Leonel se acercó a ella y le preguntó por qué había hecho todo eso. Ella lo miró, con acongojada expresión en el rostro y le dijo que se iría sola a casa.

No supo que decir, solo asintió con la cabeza y le pidió que se cuidara mucho.

Mientras ella se alejaba, Leonel se mantenía consternado ante lo sucedido. Si bien ella es una mujer bastante agradable y alegre, hay momentos en que se vuelve una persona muy extraña. Y aunque comprendía que la vida de ella había sido difícil, tras haberse alejado por largo tiempo para superar una profunda depresión, jamás lograría entenderla por completo. Tal vez sea cierto eso de que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus.

Sin embargo, aunque suene cómico o a locura, no hay teoría científica, ni cuerdas que la sostengan, tan triste historia la que ella atravesó hace algún tiempo, pues cuando existe un dolor tan grande, un vacío tan inmenso, la complejidad del cosmos no se limita solamente al espacio exterior conocido. Pues si este vacío creciese más allá de lo racional en cualquier punto del espacio, como en el corazón, no habría agujero negro cual envidiar, pues por su propia fuerza gravitacional sumada a las más fortuititas y complejas de las circunstancias, las almas coinciden en una nota universal, tal singularidad, en el punto de inflexión entre lo blanco y lo negro, es capaz de atravesar barreras, distancias y universos.

Y si tan solo Leonel pudiera sentir lo que ella sintió en aquel momento y si la mente humana fuese capaz de liberarse de sus ataduras existenciales superando las limitantes que encadena la razón y la ciencia moderna, se daría cuenta que más allá del velo de esta realidad, trasponiendo una que otra dimensión paralela, a menos de dos metros de distancia suyo, estaría un muchacho en pie mirando hacia el vacio con lagrimas en los ojos al ver que una vez más quien sería su alma gemela se había escapado de sus manos.

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ESTE NO ES OTRO FINAL FELIZ (Cuento)

Se frotaba las manos casi compulsivamente. Estaba nervioso. Aterrado. No era para menos. Las decisiones difíciles no son nada agradables y las consecuencias siempre caían dentro del saco de lo inimaginable. Había llegado aquella fecha en el año en la que sus demonios le torturaban más que en cualquier otra fecha. Porque? No era ningún misterio. Uno podría suponer que su ánimo se veía influenciado por toda la artillería promocional existente en la ciudad. Era como si al mirar en cualquier dirección te escupieran en la cara con la finalidad de recordarte que no encajas en este mundo ni en el mundo de otros. Solo en el tuyo. A nadie le importa un mundo alienígeno. Lo miran de costado y continúan su camino, como si no existiese, cual periódico viejo tirado en la calle.

Era el mismo lugar de todos los años, aquel sitio alejado y solitario como lo recordaba desde hace mucho tiempo. Pero con el tiempo todo eso había cambiado. Con el crecimiento de la ciudad, se había ido urbanizando. Y mucha gente ahora vivía en las cercanías. Y muchas personas ahora circundaban por el lugar. Aquel lugar al que no le gustaba volver, pero al que se veía obligado a regresar una y otra vez.

Hoy era ese día. Aquel día.

La vista desde aquel lugar era tranquilizadora. Siempre le hizo bien venir y contemplar el inmenso mar, al cual le temía desde pequeño por un incidente donde casi se ahoga. Con el tiempo lograron hacer las paces y se fueron haciendo amigos. Es interesante como circunstancias así hacen que la perspectiva para ciertas cosas se vea afectada de forma tan drástica, condicionándote para el resto de tu vida.

Tomó asiento en el borde del pequeño muro de protección, que fue construido para prevenir que la gente caiga al barranco de forma inadvertida. Más no de forma voluntaria. No era de mucha utilidad ante una mente determinada.

Y él estaba determinado.

Su rostro lívido permeaba su pesar interior. Su mirada vacía trataba de medir distancias desde donde se encontraba hasta al final de la caída. En su mente, trataba de imaginar cómo serían las cosas. La experiencia. Dolería? Definitivamente, estaba completamente seguro que así sería.

Rebotaría? Una vez vio caer un pobre animal desde un techo y emitió un golpe seco y una serie de crujidos instantáneos, casi imperceptible. Pero él lo escucho. Así como el quejido de dolor que emitía suavemente como si se tratase de un globo desinflándose penosamente.

Alguien lo extrañaría? Posiblemente, alguien tenía que hacer lo que estaba acostumbrado a hacer. Quien más lo haría sino él.

Llorarían? Bueno, el costo de morir es ahora más caro.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos, cortándole ese ciclo repetitivo de trivialidades en el que constantemente se encerraba. Se percató que no se encontraba solo. De no ser porque se sujetó en ese momento con sus manos al borde del pequeño muro, hubiera caído inmediatamente del susto que le causó al darse cuenta de la situación.

No volteó, pero sabía que alguien se encontraba ahí, sentada a su izquierda. Sí, era una ella. La miró de reojo y vio que era una joven delgada de largos cabellos negros que caían de forma sedosa y uniforme. Era de rostro dulce, pero de mirada triste. Tanta tristeza contenida en esos penetrantes ojos negros. Y aunque si bien sus finos labios dibujan una tímida línea casi imperceptible e inalterable, sentía que podía escucharla. No es esa clase de entendimiento físico de transmisión de ondas elásticas a través del aire y que el oído humano convierte mecánicamente para la percepción del cerebro del sonido. Era algo más, pero no sabía cómo interpretarlo. Como si su sola presencia transmitiese todo lo que quería decir. O mejor dicho, todo lo que él necesitaba escuchar.

Trató de ignorarla. No pudo. Fue lo contrario, empezó a sentirse atraído hacia ella, como si de repente se tratase de un canto de sirena que te cautiva y te llama, haciéndole recorrer un cálido sentimiento de añoranza por todo el cuerpo. No la clase de calor que quema y hace daño, sino esa sensación agradable de sentir alguien a tu lado. Esa tierna y dulce emoción que se siente de abrazar a alguien que quieres y no querer soltarle jamás. Esa añoranza que envuelve un conjunto de emociones felices que recargan la vida misma.

Y cuando estuvo en aquella fracción de tiempo en la estaba dispuesto a entregarse ciegamente a ella, cual la polilla se entrega a la llama, un grito ajeno lo sacó del trance.
Se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y no lo pensó dos veces. Miro a un lado y la vio completamente. Sentada contemplándolo. Llevaba puesto un vestido de colores mezclados. Luego miró al otro y se dio cuenta que había una pareja de enamorados que había contemplado toda la situación. Ella había emitido el grito de terror, mientras las flores que sostenía en brazos caían al suelo al momento que giró para refugiarse en los brazos de su amado. Él la sujetaba. Su rostro evidenciaba el terror que se atenazaba en su corazón y congelaba su cerebro. Más aún, él abrazó fuertemente a su pareja y giro como para protegerla, pero sin dejar de mirar lo que sucedía.

Fue entonces que el sujeto que se encontraba sentado en el borde de la pequeña muralla le dirigió una sonrisa, mientras empezaba a hacerse transparente, desvaneciéndose en el aire ante sus ojos.

Acto seguido, la figura de la mujer que también se encontraba sentada, le dirigió una mirada de duro desapruebo, pero no se veía en ella ni ira ni rabia. Sino de una terrible tristeza y soledad que le hacía sentir una inquietamente sensación de angustia en el corazón.

Ella también desapareció ante sus ojos.

***

Días después del susto, durante una conversación con unos amigos, contaron la extraña situación a la que se vieron expuestos.

Fue cuando se enteraron que hace mucho tiempo ese era lugar donde muchas personas agobiadas por las penas en su vida, decidían lanzarse al vacio para ponerle fin a todo.

Existían historias acerca de dos apariciones que eran vistas de forma muy frecuente en esa fecha en particular. Sin embargo, era la primera vez que escuchaban que ambas aparecían a la vez y más increíble resultaba que estuviesen interactuando entre sí.

Al parecer, la soledad no es algo que muere con el cuerpo físico y traspasa las fronteras que limitan la vida y la muerte.

Sin embargo, ante esa terrible conclusión, se cierne una luz de esperanza. Por más espeluznante que pueda ser la idea de que el dolor lo siga a uno en el más allá, es posible encontrar a alguien en ese lugar que se interese en ti y busque ayudar a pacificar el mundo de ambos, solo es cuestión dar el primer paso y saltar. Como todo en esta vida.

Y aunque la experiencia quedará en el recuerdo de ellos para siempre, algo que hasta la fecha lo perseguirá y no podrá sacar de su cabeza, es si la sonrisa que le dirigió aquella aparición era una sonrisa de esperanzadora felicidad o de sarcástica incredulidad.

***

sábado, 4 de febrero de 2012

PERVERSION ANONIMA (Cuento)


Ella se esfuerza para mantener la calma. Y aunque esta temblando, no quiere demostrar que está asustada. Expectante sí, pero no asustada. Traga saliva con dificultad. No puede contenerse y empieza a frotarse las manos. Los nervios la estaban poniendo en evidencia. Estaba aterrada. Sin embargo, es algo que ella deseaba, desde hace mucho tiempo, aunque nunca tuvo el valor de expresarlo abiertamente. La estricta enseñanza religiosa en su juventud, la mantuvieron a raya durante mucho tiempo, atenazándole en su mente las directivas morales cual mandamientos en piedra.

Siente pasos detrás de ella, amortiguados por la alfombra de gruesas hebras multicolor que decoraba el lugar. Lentos, pausados, como procesionales, deteniéndose a escasos centímetros de ella. Él posa sus manos en los hombros de ella y desliza la derecha para hacer a un lado la cortina de cabello que cubre su delgado, alargado y blanco cuello. Siente la respiración de él, cálida, muy cerca, culminando en un suave y tierno beso entre su hombro y su cuello.

Ella se estremece. Una mezcla de erotismo y terror. Le gusta.

Lucha contra el impulso de voltear y darle cara. Pero decide seguir dándole la espalda. Asume su rol a cabalidad.

La situación en si le resulta excitante. La hace sentir extraña, no sucia, solo más diferente como nunca antes. Como alguna vez se le dijo la Hermana Mayjorn de la escuela dominical cuando la encontró a ella y a una de sus amigas besándose tras las escaleras. “No es que sea algo malo, solo es que eres diferente”. Y ella también la beso.

No, no era eso, la hacía sentir ajena de todo lo que le habían inculcado, como si le mostrasen su verdadera naturaleza. Y al momento de abrazar la idea, se le hacía placentera la sensación, como el niño que disfruta de su primera fresa después de su renuencia a comerla por su apariencia, mientras saborea deliciosamente el momento. Esa sensación agridulce que pone en alerta tus sentidos, forzándolos al máximo para experimentar el más intimo de los detalles.

Siente las ásperas manos de él. Se dirigen de sus hombros a su espalda, hacia los lazos que aseguran su bata en la espalda. Los empieza a soltar uno por uno, como si se tratase de una delicada operación quirúrgica. Ella se aleja instintivamente, por una fracción de segundo, al sentir que sus manos rozan su piel, transmitiéndole un instante de inseguridad. Aun así, logra apaciguar su inquietud. Una vez concluido, vuelve a colocar las manos en sus hombros y las desliza hacia adelante, haciendo que la última barrera que los separaba caiga en la alfombra, en la oscura intimidad de ese cuarto de hotel.

Su cuerpo quedaba expuesto, su intimidad a flor de piel, su conciencia al filo del abismo en el cual estaba a punto de lanzarse. Ya había estado desnuda con otras personas antes, pero esta vez era remotamente diferente. Sería la primera y última vez que haría algo así con alguien completamente desconocido. Pero cuando dos personas coinciden en deseo y necesidad, cuando los intereses no son mutuos y las motivaciones no son las mismas, pero los fines se intersecan y encajan cuales piezas en un rompecabezas, revelando la urgencia que los une en comunión, ¿como se puede decir que alguien de por sí es un desconocido? ¿acaso esa no es la teoría de las almas gemelas? ¿el complemento para el beneficio mutuo? o ¿es amor en uno de sus retorcidos niveles más allá de las barreras?

El empieza a deslizar sus manos, recorriendo su figura, contorneando su silueta, surcando sus curvas. Ella instintivamente cruza sus brazos cubriendo su pecho en señal de pudor. Los últimos vestigios que le quedaban.

Él toma su cabellera, larga y roja, enrollándola en su mano derecha, como quien se preparase a domar a una yegua ansiosa a empezar el trote pero aún así inexperta en la camino a recorrer.

La inclina de tal forma que se ve obligada a descubrir sus pechos, haciéndola apoyar sus brazos sobre el lomo del mueble, sin soltarle el cabello.

Le separa las piernas, dándole pequeños toque con sus pies enfundados unos gastados botines negros tipo militar. En ambos casos, les daría mejor estabilidad y postura para lo que estaba por venir.

Le jala el cabello suavemente de tal forma que le permite arquearle la espalda de tal forma que le permite acariciala con su mano libre, desde su cuello hasta la base donde se curva su espalda, jugando entre lo cóncavo y lo convexo, recorriendo las colinas de la locura, donde se distorsiona la percepción masculina y se metamorfa en instinto básico animal.

Luego, una pausa…silencio…ella contiene la respiración…él inhala profundamente antes de zambullirse en los abismos…

Su cabello es jalado con fuerza, con tal furia que casi podría jurar que estuvo a punto de arrancárselo. Y con ese impulso, su cuerpo es llevado a gran velocidad hacia él, sintiendo con demasiada claridad cada milímetro que penetraba en ella.

El emite un esforzado gemido de satisfacción. Ella se muerde el labio y contiene un grito de dolor…de terror.

Las lagrimas surcaban su rostro, mientras contiene con todas sus fuerzas los gritos que se atropellan por salir de lo más profundo de su ser. Cada fibra de su cuerpo aullaba en coro para manifestar su dolor. Con cada embiste que él daba, con cada choque, aquella cosa invasora penetraba en su cuerpo y la destrozaba mientras se abría paso en su interior.

Con cada embiste se sentía desfallecer. Él solo emitía una risa entrecortada y agitada. Le encantaba lo que estaba haciendo, le deleitaba. El libido exacerbado al máximo y la brutalidad se fusionaron dando muestra a esa perversa crueldad y deliberada satisfacción en causar el mayor daño como le fuese posible. Era el amo dominante. Tenía el poder.

Soltó su cabello, dejándola caer encima del mueble, como si se tratase de una muñeca a la cual le cortaban los hilos.

Ella sollozaba, respiraba entrecortadamente con demasiada dificultad, exhausta y con el corazón latiendo violentamente, luchando por mantenerse consciente, como la llama de una vela lucha contra el viento de otoño para no extinguirse. Ahora lo había experimentado todo. Había logrado lo que había estado buscando estos últimos años, no solo era el simple hecho, no era que fuera un cualquiera, sino que era la forma, el momento, era él y la sucesión de eventos que han culminado en este preciso instante.

Con la mano izquierda le tomo por la cintura, la jaló nuevamente hacia él y continuó. Una y otra vez, estocada tras estocada, dejándose llevar por la corriente que recorría todo su cuerpo, liberando a la inmunda bestia que en él habitaba.

Y le gustaba… Oh!, sí que le gustaba.

Se detuvo. Se secó el sudor de la frente con su antebrazo y empezó a retroceder unos pasos para contemplar la visión completa de mórbida obscenidad desnuda ahí desatada.

Su corazón estaba a mil, golpeando con fuerza para salir de su prisión torácica y exclamar su gozo, su nacimiento, su liberación…

Había llegado el fin…

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…para ella. …para siempre. Pues su vida se escapa rápidamente y no había forma de evitarlo. Era lo que había buscado y lo había conseguido.

Para él era el comienzo de una nueva senda de vida de placeres blasfemos y antinaturales. Era el renacimiento de su ser oscuro, de nuevas sensaciones y perversiones inimaginables.

Escuchaba su propia respiración agitada. El susurro de dolor que provenía de ella y el placer insano que sentía del saber todo el daño que había causado. La adrenalina aún fluía a torrentes en su organismo.

Pues la orgia de sangre no había terminado, ni con la última puñalada que le había ofrecido a ella. Una tras otra. Golpe tras golpe en su cuerpo desnudo.

No, no había terminado ni con el último aliento de su frágil cuerpo destrozado.

No, no había terminado ni al momento de soltar el puñal ensangrentado. Si no que había intensificado su necesidad de repetirlo. Reforzando su convicción de continuar con ello. Abriéndole los ojos a un nuevo mundo de emociones demenciales.

Pero algo empezó a abrirse paso en su cerebro, extendiéndose hasta su corazón y continuando hasta retorcerse en sus entrañas. La ambigüedad de las circunstancias no correspondía a su nueva percepción de las cosas. Pues cuando se tiene la urgencia de experimentar cosas nuevas y definitivas, la necesidad de llenar aquel espacio vacío que te crece desde dentro, la determinación de retar tu propia mortalidad para ganar la experiencia de sentirte vivo. Y es así, cuando alguien con una imperiosa necesidad de morir encuentra a alguien con una vertiginosa urgencia de matar, ¿no sería considerado como el crimen perfecto? Ni siquiera debería ser considerado un crimen, ¿verdad?

Es algo más… es simplemente la nota siniestra en la sinfonía caótica del universo. La armonía que le permitía adquirir el conocimiento entre lo terrenal y lo divino.

Y aún hoy, recordando aquella primera vez en aquel cuarto de hotel con ella sin vida, mientras las luces de neón del exterior matizaban la escena digna de un surrealismo enfermizo, sabía que no todos tenían esa pasión de lanzarse a la oscuridad del abismo con los ojos cerrados pero con el corazón abierto. Pues conforme pasaron los años, no había visto en las demás, el mismo deseo que vio en ella, desbaratando completamente la percepción ganada aquella noche, cual torre de naipes.

Pero aún así, para él, la emoción era la misma, pero nunca como aquella primera vez. Porque la primera vez es siempre especial para todo, ¿verdad?

Y aun así, no se detendría hasta traer de vuelta esa armonía con la que había empezado todo…
 
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