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jueves, 1 de noviembre de 2012

AMIGOS IMAGINARIOS (Cuento)


El pequeño Joshua es un niño muy tranquilo. Obedece a sus padres, realiza todas las tareas que le dejan en la escuela, limpia su habitación y saca a pasear por el bosque al pequeño Kasky, un perro chusquito que lo tiene desde hace un par de años. Le suelta de su soga para que corra y brinque mientras él se sienta bajo la sombra de un árbol que considera su lugar favorito en todo el mundo. A veces pierde la noción del tiempo mientras su mente divaga entre sus inocentes ideas viajando a diversos lugares en su pequeño mundo imaginario. Siempre he pensado que los niños tienen una inmensa imaginación capaz de construir mundos enteros de fantasía para su diversión, para su protección, para vivir, para huir, a pesar de las cosas terribles que puedan suceder en el mundo real. En cierta manera envidio y extraño esa inocencia, hasta que una realidad se mezcla con la otra y todo empieza a derrumbarse. Supongo que para ellos sería algo así como el monstruo del armario que les arrebata la felicidad.

Desde que lo conocí hace algunas semanas me dio la impresión de que tenía una forma peculiar de ver las cosas, una visión más allá de lo normal, que para los niños de su edad no era normal. Sus ideas empezaban serias y al final se tornaban extrañas y sombrías.

Sus padres, muy humildes como las otras familias en esta comunidad, le brindaban cariño y atención fervorosa, no solo por que se tratase de su único hijo, sino que de por si ellos también sabían que su hijo era especial. No especial en el mal sentido de la palabra, sino como si estuviese destinado a lograr algo más grande en su vida.

Yo llegue a esta comunidad aproximadamente hace dos meses. La suma de varias malas decisiones tomadas en los últimos años me obligaron a tomar una última que me exigía desprenderme de muchas ataduras. En ese momento, tome uno de los buses interprovinciales y decidí dejarme llevar donde el destino decida. Una fuerte luz roja me despertó. El bus había realizado una parada para hacer el cambio de conductor y recoger más pasajeros. Opte por bajarme del bus y quedarme en este lugar. Puñuy era su nombre.

Desde el primer día me pareció un lugar muy tranquilo, la gente muy amable aunque algo distraída, como si tuvieran la mente en otra cosa y en varias ocasiones debía repetirles lo que les decía para que me hicieran caso. Podría decir que eran algo lentos para entender las cosas o tal vez yo era demasiado difícil para hacerme entender.

Durante los siguientes días fui conociendo a la comunidad, a las familias que la conformaban y las actividades (pocas) que realizaban. Una de ellas y la principal al parecer generaba ingresos era la extracción de minerales en una mina informal, controlada por el mismo pueblo vendían lo que extraían para la subsistencia del lugar. Cuando intentaba obtener mayor información acerca de esto, hacían como si no me hubieran escuchado, ignorándome descaradamente.

Por la misma naturaleza de la actividad informal, los accidentes eran algo común. Muchos padres salían heridos, desde golpes, caídas, fracturas y hasta perdida de miembros. Eran atendidos y a los pocos días retornaban a continuar con su labor. La población adulta estaba abocada a esta labor, día, noche y en algunos casos los siete días de la semana o más, dejando a sus hijos solos durante esos periodos.

Es ahí que mientras buscaba alguna forma de subsistir me gane la confianza de la familia de Joshua y me ofrecí cuidar al pequeño a cambio de alojamiento y comida. Al principio me costó hacerme su amiga, dado que no estaba acostumbrado a tratar con otras personas. Pero conforme pasaban los días lograba obtener respuesta de las conversaciones que teníamos. Fue en ese entonces que me entere que tenía un amigo con el que siempre jugaba cuando iba al bosque con Kasky. Joshua no tenía muchos amigos en el lugar y al parecer se mantenía alejado de todos ellos y solo mantenía amistad con este niño que consideraba su amigo.

Me contó que no vivía en el pueblo y su familia lo había abandonado hace mucho tiempo. No tenía hermanos y alguna vez tuvo una mascota parecida a la suya. El pequeño había decidido buscarse un nuevo hogar y encontrar la familia que había perdido. Sonaba muy maduro para tratarse de un niño. Los padres de Joshua no sabían nada de este amigo del bosque y por lo visto tampoco quería que lo supieran. Para un pequeño de su edad que le gustaba aislarse era más que seguro que se trataba de un amigo imaginario producto de su enorme imaginación.

Ya que los niños eran dejados solos, dado que como mencione los adultos se dedicaban a trabajar en la mina, decidí empezar a conocerlos para tratar de relacionar a Joshua con amigos de verdad. Tal fue mi sorpresa al descubrir que todos los niños que vivían en este lugar eran hijos únicos. Más aún, muchos de ellos no se conocían entre sí y solo iban y retornaban de la escuela como si fueran robotizados. Conforme los fui conociendo me contaban que también tenían un amigo especial que los visitaba y con el cual jugaban. Claro que no todos los casos hacían referencia a un amigo en el bosque, sino por ejemplo un amigo que vivía en la casa abandonada de al lado. Conforme seguía averiguando la versión se iba poniendo más extraña ya que me contaban de su amigo que vivía en su techo o en la habitación vacía de su casa o debajo de su cama o en el baúl donde guardaban las cosas sin uso o incluso debajo de sus sabanas.

En todos los casos, siempre jugaba con ellos, pero la único que les hacia prometer era que nunca le contasen a sus padres de su existencia ni de las cosas que hacían. Como yo no era familia de ellos pensaron que era la excepción a dicha promesa.

Me enfoque en tratar de averiguar el origen de estos extraños amigos dejando de lado todo lo demás. Ese siempre es mi gran defecto. Me concentro tanto en lo que considero importante que presto nula atención a lo demás que sucede a mí alrededor. En esta ocasión la sorpresa fue muy preocupante cuando me entero que varios de los padres no habían retornado de la mina. Al parecer habían desaparecido por un derrumbe en uno de los túneles. Sin embargo, lo más extraño de todo es que el resto de la comunidad decidió continuar con sus vidas dejando de lado el incidente como si nada hubiera sucedido, no los iban a rescatar. No lo podía creer.

Hable con ellos, pero no quisieron hacerme caso, insistí hasta lo que me fue posible, pero nadie quería que interviniese. Regrese a la casa con una tremenda frustración, no podía creer lo que estaba sucediendo. Sin embargo, había algo más de lo que no me había percatado. Me dirigí a la habitación de Joshua, lo encontré llorando, mis temores se elevaron al máximo al empezar a atar cabos, sus padres tampoco habían regresado y posiblemente hayan quedado atrapados en el accidente.

Son esos momentos los que nos hace tomar decisiones poco razonables por el bien de algunos pocos, en este caso el de un niño triste.

Tome un de mis mochilas, prepare todo lo que considerase posible y necesario. Lo mire a los ojos y le dije que todo estaría bien e iría a buscar a sus padres, que no temiera, que todo estaría bien.

No fue difícil llegar al lugar, teniendo en cuenta que durante todo este tiempo no había tenido interés en visitarlo.

El lugar era terrible, como si una monstruosa boca se abriera desde la tierra en busca de devorar la vida de esta pobre gente. En su interior, una luz trémula hacia que todo fuera más temible, como si una fuerza infernal estuviese anidando a la espera de más almas que tragar.

Conforme me internaba en ella el calor del lugar me despojaba de la frialdad de la noche, avanzando y girando por los diferentes túneles que se extendían por el lugar. Y aunque no era tan extenso como me lo esperaba, mi sorpresa fue mayor al darme cuenta que en este sitio pareciese no haberse realizado ningún trabajo de extracción o perforación desde hace muchísimo tiempo. No había señal de herramientas, materiales, carros, equipos, absolutamente nada. Estaba prácticamente abandonado. Sin embargo, ¿quien mantenía las antiguas lámparas encendidas?

El lugar empezó a darme vueltas en la cabeza, a donde miraba solo veía roca y la débil luz naranja de las lámparas, todo empezaba a ponerse difuso hasta que mis piernas flaquearon desplomándome, respirando con mucha dificultad. Fue entonces cuando al encontrarme aturdida y en el piso, al mirar al final del túnel lo vi, vi a un niño sucio y desaliñado. Por la descripción de los otros niños entendí que se trataba del mismo con quien jugaban. Estaba ahí, en pie respirando agitadamente como si estuviese molesto portando un objeto amenazador largo y puntiagudo en su mano izquierda. No entendía completamente lo que sucedía, solo atine a sujetarme de unas sogas que colgaban de la pared y parecían extenderse por entre aros de metal, cruzando unos tablones de madera que se encontraban sujetos cual bigas por el techo hasta el final de ese túnel. Jale con fuerza para poder ponerme en pie, viendo caer las lámparas que se encontraban cerca, tierra empezó a caer del techo y un ruido terrible empezó a hacer eco en el lugar. Solo atine a correr para salir del lugar al ver que el techo empezaba a desplomarse. No sé cómo encontré la salida, solo caí y quede inconsciente por unos instantes. Al reaccionar me puse en pie y vi que el túnel de ingreso había colapsado, bloqueando el ingreso.

Me puse en pie y me dirigí al pueblo, no pensaba en otra cosas si no en llegar donde Joshua y abrazarlo.

Entre en la casa y fui directamente a su cuarto, ahí lo encontré arropado bajo las sabanas durmiendo. Me senté en el suelo y me apoye en el borde de la cama, llorando, tratando de reponerme después de todo lo sucedido.

Me quede dormida.

///

Estaba amaneciendo y a lo lejos el gallo cantaba, parecía tan distante, como si se tratase de un sueño del cual me estuviese despertando dejando atrás ese extraño mundo al que me interne anoche. Me senté en la cama y abrace al pequeño Joshua que aún se encontraba bajo sus sabanas.

Tal fue mi consternación al darme cuenta que bajo ellas solo había unos bultos, los cuales eran mis cosas que habían sido acomodadas de tal forma que dieran la apariencia de haber alguien. Salí rápidamente de la habitación y lo empecé a buscar por toda la casa. No estaba.

Salí fuera a buscarlo, golpee las puertas de las otras casas, grite por ayuda, busque a las demás personas a los otros niños. El lugar estaba vacío, como si nadie hubiese estado viviendo aquí desde hace mucho tiempo. No podía dar crédito a lo que veía, no entendía para nada que es lo que sucedía, hasta que algo me golpeo por la espalda con fuerza. Algo largo y puntiagudo, logrando atravesarme por la derecha a la altura de mí estomago.

Voltee para mirar quien me había hecho esto y al darme cuenta caí de rodillas. Era él, el amigo imaginario de los bosques con el que Joshua jugaba, con el que los demás niños jugaban, aquel que vi en la mina y dejar atrás mientras esta se colapsaba. Pero no entendía, no podía ser real y donde estaban las demás personas, donde estaba Joshua.

- ¡Todo esto es tú culpa! ¡Has destruido todo! ¡Todos mis amigos se han ido, Maldita! ¡Eres un monstruo! ¡Te odio! – Gritaba terriblemente mientras lagrimas surcaban su rostro abriéndose paso entre la suciedad de la tierra que la cubría.

Mi mente trató de entender lo que estaba pasando, el por qué del odio que sentía hacia mí. Fue entonces que aunque por muy increíble que parezca, caí en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Nada de esto había sido real. Todo este tiempo había estado sola y todo el resto del pueblo había sido obra de su imaginación, tan fuerte es la imaginación de un niño que había sido capaz que todo lo demás fuese “real”, era su mundo de fantasía.

Tal fue el sentimiento de culpa que sentía al darme cuenta que me había convertido en el monstruo del armario que había destruido su mundo y matado a todos sus amigos imaginarios.

***

LEYENDAS SUBURBIANAS (Cuento)


1.-

Mis padres me dijeron que no debía salir mientras fuese de noche. Que una bestia terrible acechaba en la oscuridad. Vigilante. Esperando atrapar almas incautas que se aventuraban en la oscuridad de la noche para ser devoradas vivas.

-Esos son cuentos. Historias que cuentan los ancianos para que los jóvenes tomemos conciencia de nuestros actos y control de nuestros impulsos- Les respondía entre reproches y tonos elevados de voces ofuscadas.

Esta noche no podía, tenia cosas que hacer, y esas cosas tenían un nombre y unos ojos muy hermosos.

Escapé a la luz de la luna, entre los viejos arboles de fresno que conformaban la mayor parte del bosque que rodeaba el pueblo en el cual vivíamos.

Habíamos quedado en encontrarnos en la colina donde alguna vez estuvo el antiguo cedro donde fue colgada la vieja viuda Eremson, acusada de bruja. Después de ello, decidieron quemar el viejo árbol dado que corrieron rumores que el árbol transmitía terribles pensamientos en la mente de todo aquel cuya sombra se posase.

Así que me mantuve en ese lugar esperándola. Nunca llegó.

Con una mezcla de pesar y enojo regresé a casa. Tanto riesgo para nada. Mientras me encontraba a medio camino, logre vislumbrar una temible sombra que me estaba persiguiendo. En mi mente se atropellaron todas las cosas que me habían metido en la cabeza mis padres, aplastando mi sentido de la razón con la cual siempre les refutaba, dando pasó al pánico haciendo que mis piernas respondieran más rápido que los gritos que empecé a dar segundos después.

Aquella cosa, fuese lo que fuese, me perseguía y no se daba por vencida. Acelerar lo más que pude. Tropecé. Caí de plano en el piso cubierto de ramas secas y piedras. Me quede sin aire por un segundo y aturdido por el resto del tiempo que me tomó ponerme de vuelta en pie y continuar mi escape.

Logre ver las luces del pueblo que siempre quedaban encendidas durante la noche, que según la creencia era para frenar la entrada de la oscuridad del bosque al pueblo. Nunca fui tan feliz de verlas antes.

A escasos pasos de distancia, escuche la voz de aquella quien me dejase plantado en la colina de la bruja, gritándome que no regrese.

Eso era algo a lo que si iba a hacer caso esta noche.

Llegue a mi casa, empuje la puerta con fuerza y cedió fácilmente al primer esfuerzo. Cerré con gran fuerza la puerta, quedándome apoyado en ella, tratando de recuperar todo el aire que me fuese posible.

Puse todos los seguros que tenia la puerta. Incluso arrime el mueble de franela verde en el que pasamos tantas noches frente a la fogata con mi familia, mientras mi madre contaba las viejas historias que servían de advertencia a los jóvenes acerca de los peligros del mundo. Atranque firmemente la puerta.

Mi cerebro empezó a procesar lentamente lo sucedido, razonando lentamente con normalidad. Tantos años de escuchar estas historias una y otra vez me han vuelto asustadizo por cualquier cosa.

Agache la cabeza, riéndome de lo ridículo de la situación y de todo lo sucedido.

Tome el mechero y encendí la vela que siempre dejábamos en una pequeña mesa al lado de la puerta.

Fue en ese momento que cuando se iluminó el lugar observe la más terrible de las escenas. En el arco que divide la sala del comedor, se encontraban los cadáveres de todos clavados con grandes trozos de madera en las paredes, faltándoles pedazos en diferentes partes de sus cuerpos, como si se los hubieran estado comiendo.

Y en la pared una frase chorreante escrita en sangre que decía: “Hoy decidí quedarme a comer en casa. Lástima que no obedeciste a tus padres.”
  ***