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lunes, 16 de noviembre de 2009

NO HAY LUZ AL FINAL DEL TUNEL (Cuento)

Memorias de dolor y sufrimiento embargan su ser, más allá de lo imaginable, sumergiéndolo en un profundo pozo sin fin en el cual cae y cae y cae vertiginosamente, sin señal de tocar fondo, de encontrar un final a este oscuro momento.

Con forme pasaban los días se iba menguando sus fuerzas. Sin ánimos para hacer frente a una verdad inevitable que redefinía su realidad y todas aquellas personas que lo rodeaban se iban cada vez separando más. Poco a poco se iban alejando, dejándolo solo con su soledad y cubriendo sus heridas con sal y limón para escocer las supurantes lesiones en su alma. No había lugar a la comprensión, no había cabida a la salvación, solo la ultima y máxima senda que debía tomar, se empezaba a vislumbrar rápidamente en su mente, empezando a poseer vida propia, controlando cada vez más sus pensamientos.

Fue así como logró hacerse del arma. Ahora el mundo es un lugar tan seguro que la violencia puede controlarse mientras más violento pueda ser uno para superar las amenazas de los demás. Por qué deberíamos ser indiferentes a ello, si no más solo el dejarnos llevar por los impulsos asesinos que surgen de nuestras mismas pasiones y enajenaciones alucinógenas nos conducen por un largo y angustioso camino. Mejor tomar la vía corta y rápida y acabar con todo de un tajo.

Contemplaba el arma en sus manos, meditando el momento exacto en que debería tomar la decisión final y reunir el valor suficiente para culminar este oscuro túnel vertical. ¿Valor?, era un concepto hilarante bajo estas circunstancias pues el optar por esta salida no era otra cosa más que una muestra más de su debilidad. Sin embargo, por más paradójico que suene, se requiere un último momento de valor para poder jalar el gatillo y poner fin a su miserable vida.

Evaluando sus momentos angustiantes y frustraciones vividas, solo quedaba poner un punto final a todas sus malas experiencias. Ya todo lo tenía planeado, había decido alquilar una habitación en un remoto lugar, desconocido para muchos pero suficientemente conocido para él. Lo importante era lograr su meta. Dejó dicho en casa que se iría con unos amigos y pasarían el fin de semana fuera de la ciudad. Una mentira más, no era necesario dar demasiados detalles, solo conseguir el tiempo suficiente para orquestar su final. Dejo dicho a sus amigos que si no se volvían a ver en estos días, podían encontrarlo en tal sitio. Sabía que eventualmente, sus familiares recurrirían a ellos para saber su paradero. No era un plan genial, pero bastante útil. Tomo asiento a un lado de la cama, dejo encendida la lámpara en la mesita de noche. Saco la 38 y un grupo de balas que había comprado sin mayores complicaciones. Empezó a jugar con ellas, casi hipnotizado, como si le preocupase cual de las balas saliese sorteada para llevar a cabo la fatal misión. Parecía hacerse una eternidad el decidirse, tomando al azar cualquier, sin ver, la puso en la cámara del arma cerrándola con un ligero golpe.

Tomo aire, muchas veces, perdiendo la cuenta, pero continuaba como si tratase de inflar el brazo que sujetaba el arma y tomase su lugar a la altura de su cabeza. Sin éxito.
Entonces, le invadió una gran duda. ¿Dolerá morir? ¿Y si no apuntaba bien y quedaba agonizando? ¿Dolerá menos en la boca? ¿En la sien? ¿Debajo del rostro? Una duda daba paso a la siguiente y su determinación a hacerlo estaba teniendo serios problemas. Esto sería un problema. No podía dar marcha atrás.

En su sufrimiento, su caos, su conflicto, se dio cuenta que había algo más en aquella habitación barata. Una extraña sensación le comenzó a embargar como si algo insistente y odioso le obligase a hacer algo que no debería. Levanto la mirada y observo hacia los lados. Se puso en pie y se dirigió hacia la ventana, desde el quinto piso donde se encontraba, vio a una mujer con su pequeño hijo en brazo cruzando la calle. La alegría en el pequeño rostro le impacto en el suyo como una bofetada. Algo no está bien. ¿Seré yo?

Se llevo las manos a cada lado de su cabeza, apretando fuerte y sintió el frio metal del arma a su derecha. Nuevamente se sentó en la cama y giro su cara en dirección al espejo que estaba colgado en la pared. Era él, pero a su vez, no lo era. Era él pero a los 10 años, que lo miraba fijamente a los ojos, una mirada acusadora se clavaba penetrante, perforándole la cabeza. El torrente de recuerdos lo inundo violentamente casi sacudiéndolo de su sitio. Un cataclismo emocional lo despabilaron e hicieron que sus ojos se llenaran de lágrimas. Algo había turbado su plan y su mente empezaba a aclararse, lentamente. No hay peor mal que abandonarse, y dejarse controlar por lo inevitable. Aun hay elección y en este momento había cambiado.

Entonces volvió a mirar nuevamente al espejo y se vio él, tal como estaba, sentado en la cama con un arma en la mano, con los ojos en rojo y lagrimas cayendo por montones.“NO LO VOY A HACER” se dijo así mismo. Había superado su conflicto. Miro el arma que sujetaba en la mano y volvió a mirar al espejo, y lo que vio lo paralizo por completo. Pues su reflejo no estaba haciendo lo que él hacía y se había puesto en pie acercándose al marco.

El contemplaba petrificado por el terror, al ver que la imagen en el espejo levantaba el arma en su brazo izquierdo, apuntándole.

No podía moverse, no le respondían los brazos ni las piernas. ¿Que era lo que estaba sucediendo?

Su reflejo le sonrío y jalo del gatillo. El espejo estalló, lanzando los fragmentos en todas direcciones. Un fuerte calor, un terrible dolor, ahora todo está en paz.

Habrán pasado posiblemente horas desde que quedo inconsciente, se puso en pie, reviso su cabeza, la cama, la habitación. Fragmentos de vidrios seguían regados por todas partes. No entendía lo que había sucedido en las últimas horas, pero se alegro de seguir ahí. Sonrió, se puso en pie, lanzó el arma, la cual aun sujetaba en su mano derecha, al tacho de la basura. Había amanecido y hacia un sol esplendoroso. Eso le elevo los ánimos. Salió a poner en práctica su nueva oportunidad. Recogió sus cosas, limpio una cosa por ahí y otra por allá. Salió de la habitación dejando atrás todo el sufrimiento destilado de la noche anterior, cerrando la puerta de un sopetón.

Hay momentos extraños en la vida que mucho dependerán de la perspectiva que le demos a las cosas. Las circunstancias varían, muchas veces coinciden o no, pero no siempre la opción más definitiva puede ser la salida menos equivocada. Que se yo de la vida sin un sufrimiento, no sea tal vez el hecho de no saber si uno esta vivo en determinados momentos o si esta muriendo poco a poco en las situaciones más apropiadas. Pero no siempre se mantiene la vida sobre la vida. Un niño llora en algún lugar del mundo, una vida pende de un hilo por una decisión que debe ser tomada, hay sufrimiento en diversas formas y lugares a la vez y pocas en cada quien que no sepa en que lugar del mundo se encuentra. Esa forma incierta de ver la cosas, tantas formas de verlas a través de muchos ojos. Como dice el dicho, todo depende del cristal con que se mira y la realidad puede distorsionarse con ella. Y si mirásemos tras los cristales rotos que se encuentran en aquella habitación. Si aplicásemos la perspectiva correcta y la circunstancia adecuada, si forzáramos el ángulo apropiado y aplicásemos la mórbida motivación necesaria, nos daríamos cuenta que en el reflejo que atraen, capturan y muestran, hay una mano con un arma humeante que sobre sale del borde de aquella cama, mientras una mancha intensa creciente va tiñendo de rojo las sabanas…

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