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sábado, 11 de agosto de 2012

PASOS COMPARTIDOS (Cuento)

Días atrás mientras regresaba a casa caminando por la avenida vacía a las tres de la mañana, mientras el frio arreciaba y la llovizna solo hacia más nostálgica la noche, pensaba en aquellas cosas que con el tiempo uno a tenido que dejar de lado, tantas personas que se han dejado atras. Buenas o malas, pero a la larga son cosas que suceden en esta vida tan variopinta y le enseña a uno tantas otras cosas, significativas o no, pero de las que algo se termina aprendiendo.

Y ahí estaba yo, caminando entre oscurecidas casas y edificios a la izquierda y un gran y antiguo lugar llamado hipódromo a la derecha, que al perderse uno en sus pensamientos, paso a paso con el tiempo de compañía, se hizo bastante corta en distancia.

Y llegando casi al final de este camino, se encontraba una amplia zona en construcción, quienes de día o de noche trabajan para poder culminar lo que ofrecen.

Fue en ese entonces que después de recorrer todo este camino iluminado solo por las mortecinas luces ámbar de los postes, algunas más potentes que otras, otras simplemente apagadas por las circunstancias, mientras continuaba caminando por la berma central por el camino de cemento mojado y oscurecido, escuche las pisadas de alguien que venía atrás de mí. Era notorio puesto que en la tranquilidad de esa hora y lo vacío de la calle, no había nadie al menos hasta lo que logré ver.

Pero tal fue mi sorpresa, que vi que a escasos metros de distancia unos zapatos rojos de tacón se acercaban a hacia mí. Sin embargo, eso no era todo el asunto, sino que aquello que los hacía moverse era un par de pies blancos, casi traslucidos que terminaban hasta la altura de los tobillos, como si se desvanecieran en el aire.

Me quede paralizado al verlos acercarse y detenerse justo en el bloque donde me encontraba detenido. Por unos segundos esperaron y continuaron su camino, resonando a cada paso que daban al golpear los tacos sobre el cemento. Fue solo hasta unos metros más allá, que se detuvieron nuevamente y volvieron a esperar.

Dado que yo no salía de mi asombro, uno de los pies se elevó ligeramente y empezó a golpear en el camino, tres golpes. Pasaron unos segundos, tres taconazos más, como si se estuviera impacientando y quisiera que me acercase o le siguiese.

Empecé a caminar con mucho temor, dirigiéndome hacia donde estaban, deteniéndome justo frente a ellos.

Fue entonces cuando escuche el ruido fuerte de la música del auto que venía descontrolado a gran velocidad por la avenida que le cruzaba a por la que yo caminaba. El auto entro a esta avenida, sus ruedas patinaron en la pista mojada y cruzó dando tumbos la berma central, atravesando por el lugar donde me encontraba detenido hace un instante. El auto atravesó la barrera protectora de la construcción e impacto contra una de las grandes maquinas que usaban para realizar los trabajos de remoción de materiales. La misma giro y dio directamente contra una de las grúas, el operador que estaba de turno de la impresión pareció verse afectado físicamente, un paro cardiaco me entere después, cayendo sobre los controles haciendo que los grandes bloques de metal que transportaba, fueran desplazados rápidamente y deteniéndose a la altura de la avenida. La inercia hizo lo demás, la plataforma se balanceaba describiendo círculos en el aire, los seguros que contenían los bloques se soltaron, liberandolos, cayendo en diversas partes de la calle donde me encontraba.

Sentí el impulso de salir corriendo de ahí, correr despavorido y salvar mi vida, pero cuando quise hacerlo me di cuenta que mis pies no se movían. Y al mirar a mis pies, vi que aquellos pies blancos enfundados en esos zapatos rojos antiguos de tacón ancho, se había colocado encima de los míos y no me dejaban moverme.

Me agache y me cubrí, solo podía hacer eso, sabiendo que eso no evitaría morir aplastado.

Al calmarse todo, escuchaba solo los gritos de los obreros cual murmullos a la distancia, me puse en pie y contemple que alrededor mío se encontraban los escombros y materiales caídos, quedando yo al centro de todos los destrozos.

Retrocedí tres pasos y camine como sonámbulo de vuelta a casa, mientras los obreros me preguntaban si me encontraba bien.

Hoy, mientras me encontraba arreglando y moviendo varias cosas que tenia guardada, sacos y cajas que hace mucho tiempo no movía, fue que escuche nuevamente ese ruido, ese golpear de tacos contra el suelo. Al mirar, contemple el par de zapatos rojos antiguos que vi aquella noche. Fue entonces cuando los recuerdos me impactaron uno tras otro en la memoria, tan violentamente que casi caigo inconsciente.

Eran los zapatos de mi madre, quien cuando estuvo viva, siempre hacia sonar contra el suelo sus tacos para llamar mi atención, especialmente cuando no le hacía caso. No pude contener las lágrimas y lloré.

En vida, siempre trató de llevarme por el camino correcto solo para cuidarme. Aun que en ese entonces no lo entendiera o me quejase de sus métodos, ahora, con el tiempo puedo entender a donde conducía todo esto. Incluso ahora, después de muchos años que ya no está con nosotros, continúa guiando mis pasos.
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