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domingo, 27 de septiembre de 2009

UN VACIO PROFUNDO (Cuento)

La veo a mi lado y su dolor me embarga, se funde con el mío. Me contagia y me enferma, más y más. No tengo palabras de consuelo, nada que calme su dolor, no hay calma en este momento que nos pueda alojar.

Solo veo en la profundidad de sus ojos un inmenso vacío, que se expande conforme el tiempo pasa. Mi mano trata de posarse sobre la suya en señal mínima de entendimiento, pero no la logro alcanzar, la retira antes de ello. Su expresión de sufrimiento da paso a la irracionalidad de la ira, al no entendimiento de lo que sucede. No puede explicarse, no hay palabras apropiadas, ni gestos de tranquilidad para un momento tan difícil como este. Aun es joven, lo entenderá con el tiempo.

Miro nuevamente a contemplar el lugar rodeado de gente, todos reunidos, al costado de aquel sauce, en la más lamentable circunstancia, sumidos en el dolor, el entierro de un viejo amigo. El sacerdote continúa con su sermón, las palabras que el viento se lleva en una húmeda atmósfera que confabula con el dolor de todos, con nuestro dolor. Las lágrimas fluyen siguiendo el curso de la lluvia, formando un riachuelo de pesar que empieza a llenar la fosa en la que pronto se verán depositados los restos del padre, esposo, hijo y amigo. Todos esperan consolación, todos esperamos el sosiego a nuestro dolor, pero no llega. Es cuestión de tiempo, solo el tiempo nos dará la paz que necesitamos.

Ella no puede contenerse, quiere lanzarse y coger el ataúd, pero no se lo permito, su dolor es demasiado grande. Forcejeo un poco con ella, mi fuerza es mayor, y logro controlarla. La sujeto de los brazos, fuerte, tratando de hacerla entrar en razón, contenerla. No veo paz en sus ojos. Es joven, lo entenderá, es cuestión de tiempo.

Las palabras finales de los presentes, algunos lanzan flores. Yo solo contemplo en mudo sufrimiento, mientras el mar de oscuridad rodea a todos entre abrazos de consolación y lagrimas amargas. Segundos después, el ataúd empieza a descender, este es el momento del adiós, hasta siempre y hasta luego para algunos. Con forme todos los presente van partiendo, la mujer, que parece ser su esposa, gira en dirección de nosotros mirándonos fijamente. Ella esboza una ligera sonrisa y retoma su camino junto con la caravana. Estoy más que sorprendido.

***

El dolor en mi cabeza es terrible, como si me hubiesen golpeado fuertemente con un mazo una y otra vez. Casi lo logran esta vez. Condenada mujer, no pudo esperar mejor momento para disponer de mi cuerpo y hacer que todo pareciera una consecuencia de mi vida disipada. Una sobredosis y mi corazón se detuvo, muy conveniente. Sin embargo, estoy seguro que hay más personas detrás de todo esto, pues los certificados médicos y de defunción tuvieron que ser manipulados. Sino no explicaría mi situación actual, metido en este ataúd. Debo admitir que no pensé que fueran tan cómodos por dentro, incluso uno podría estar a gusto de descansar en uno de estos, pero bajo otras circunstancias que no sean las obvias. Podría asegurar que esto resulta hasta cierto punto cómico, pues, eventualmente tenía pensado deshacerme de ella en algún momento, como lo he hecho anteriormente con otras, pero no me imaginaba que me voltearían la jugada. Que tonto fui. Demasiado confiando.

Me está empezando a costar respirar, creo que finalmente lograron atraparme en mi juego y estoy perdido. Si conozco bien a esta mujer, aunque aparentemente no fue así, se ha asegurado de que la tapa esté bien clavada a la caja.

El dejarme llevar por la desesperación, lo veo como algo inevitable, conforme se me vaya agotando la reserva de aire y mi organismo empiece a exigirme el oxigeno necesario, será mi fin… el fin se acerca.

Trato de respirar lenta y pausadamente, se que de nada me servirá, solo que alargará más mi dolor, el pecho me empieza a doler, no lo puedo resistir más, el pánico me hace presa y empiezo a golpear… a gritar… desesperadamente…

Siempre tuve la idea de que en algún momento alguien me daría a probar mi propia medicina, pero no pensé tener un final tan macabro como este.

***

Ella empieza a escarbar violentamente con sus manos, realmente está desesperada. Yo me detengo por unos segundo para mirar alrededor si es que no hay nadie cerca… no lo hay. Es curioso ver como llegada una hora todos desaparecen del lugar. Ni siquiera los cuidadores. Es extraño.

La caravana de los dolientes hace un buen rato que partió. El cielo a sido cubierto por su manto oscuro, dando paso a un ambiente de siniestro.

Los golpes se hacen cada vez más fuertes, pero se van pausando cada vez más. Ella continua, escarbando. Sus manos sangran, sus uñas se rompen y a ella no le importa. Es increíble el estado en que se encuentra. Es joven, con el tiempo, entenderá. Pero esta es una situación inesperada, que extraños seres se han confabulado para hacer de esta noche una de las más extrañas. Aquel, padre, esposo, hermano, amigo que yace enterrado aquí está luchando por su vida, cuando se supone que ya no la tenía. Sin embargo, ahí está, golpeando y lanzando alaridos, señal que está en pánico. Conozco ese sentimiento, hace mucho tiempo ya.

Continuamos escarbando, el dolor nos da la fuerza y nos obliga a continuar, debemos apurarnos, antes que sea demasiado tarde…

***

Entre mis gritos y golpes no había logrado escuchar que algo sucede fuera del ataúd. Parece como… HAY ALGUIEN AFUERA!!?…AUXILIO!!…NO ESTOY MUERTO…SAQUENME DE AQUÍ!!!

Escucho como excavan, no sé si lograran sacarme, se me agota el aire, se me agota el tiempo.

Un golpe… directo al ataúd. Ya me alcanzaron, me siento débil y me cuesta mantenerme despierto, temo perder el conocimiento. Resisto todo lo que puedo. Un ruido tremendo se hace al ver como se rompe la madera, mientras arrancan el relleno interior, se abre ante mi un agujero encima de la tapa y empieza a entrar la tierra húmeda, veo una sombra salvadora… aire. Estoy salvado. Aspiro profundamente y empiezo a toser fuertemente.

Aclarando mis ideas y pensamientos, dejo de escuchar el ruido, aquellos que estuvieron tratando de sacarme, dejaron de intentarlo. Sin esperar más, empiezo a empujar la tapa, con las pocas fuerzas que me quedan. Mis manos y piernas sangran de tanto haber estado golpeando.

Parece haber llovido, pues la tierra esta húmeda, mojada. El lodo espeso se desliza lentamente por los bordes del hueco. Mi visión es borrosa y encima la oscuridad, estoy terriblemente mareado. Trato de levantar la tapa, pero solo cede la mitad, permitiéndome sacar medio cuerpo, quedándome sentado en el ataúd. Miro en busca de mis salvadores, no los logro divisar. Sin embargo, logro ver aquel árbol, un sauce. Recuerdo que alguna vez, ella me contaba acerca de un lugar, un cementerio, donde se rumoreaban cosas muy extrañas, acerca de robos de cadáveres y las más extrañas y oscuras cosas que a ella le gustaba investigar. Normalmente no le prestaba mucha atención, pero algo en mi interior me indica que…

Fue en ese momento en que lo vi, la silueta enorme de un hombre parado al borde del hueco, mirándome. Entonces escuche el chapoteo, y baje lentamente mi mirada, hasta ver que frente a mi había alguien más en el hueco, solo que no me había dado cuenta antes y al parecer se había agazapado entre el barro para ocultarse.

A lo lejos se escucha pasar un auto, y la luz de sus faros, logra mostrarme el más terrible y putrefacto ser que mi imaginación esperaba pensar…

En ese preciso instante, la otra cosa que estaba en el hueco conmigo, se lanza hacia mí…

***

La veo lanzarse hacia su presa, ha esperado mucho tiempo desde temprano. Son varios los días que no hemos podido comer. Pero aun es joven, con el tiempo logrará ir controlando su dolor, el sufrimiento que le causa el hambre. Un zarpazo certero logra arrancarle la garganta y logra ponerle fin a los gritos del hombre, mientras en su mirada, el horror lo ha consumido algunos segundos antes. Presurosamente desgarra a su presa esparciendo sangre, carne y viseras por todos lados. Es complicado entrenar a los más jóvenes, siempre están ansiosos por tener las cosas rápido y sin medir los riesgos. No puedo evitarlo, creo que con los años me han vuelto blando.

En estos tiempos modernos, cada vez nos es más difícil poder encontrar un lugar donde alimentarnos. Teniendo que esperar horas de horas, días de días ocultos, para poder tener acceso a un cadáver fresco. Sin embargo, parece ser que por esas misteriosas coincidencias, alguien se ha enterado de nuestra existencia. Y aunque al parecer, ambas partes salimos ganando, pues más fresco que este cuerpo no vamos a encontrar en algún tiempo, hemos colaborado con los planes de alguien más.

Que siniestra, caótica, complicada y macabra puede ser la mente humana. Y pensar que a nosotros, nos califican de monstruos.

***

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