Mi cabeza da vueltas y una fuerte presion circula desde la base de la nuca recorriendo mi craneo como si de una carrera se cuyes en tombola se tratara. Acune los nudillos de mis pulgares en mis cuencas oculares, masajeando lentamente de forma circular mis irritados ojos. Pensar demasiado hace que las personas encuentren demasiado tarde las respuestas que estan siempre en frente de ellos, brincado cual conejos de pascua con una dosis concentrada de alcaloides.
Me encontraba sentado, en la cima de una colina, el aire era helado y aunque el sol radiante e imponente, se encontraba en el cielo reinando, solo se encargaba de iluminar y resaltar el colorido paisaje del lugar donde me encontraba. Entre montañas, colinas y lagunas de impresionante calma y misterio. Y aunque la vision cual campos eliseos embelesaba mis sentidos, esto no era suficiente para mantener a raya mi persistente presion craneana. Entre los segundos que atinaba capturar para lograr enfocar y reorganizar mis pensamientos, mi curiosidad se vio centrada en una cosa. A unos 30 metros, colina abajo, una gran mesa de piedra blanca se encontraba ubicada inmaculada, con una serie de materiales dignos para la hora del té ingles.
Empece a descender y a dirigirme hacia aquella extraña mesa. La vajilla y accesorios se encontraban distribuidos de forma casi ritualistica, como si de una mesa de diseccion medica se tratase.Todo pulcridad.
A la cabeza, izquierda, de la meza, una criatura imponente se encontraba sentada y comoda, mientras educadamente se servia una infusion caliente para mitigar el frio del lugar. El frio arreciaba.
Era un Elefante, gris, formalmente vestido de etiqueta, como debe ser, para la hora del té. Por supuesto, que más podria ser. Verlo era poner a prueba toda ley de fisica y de la razon, mientras que se servia en las pequeñas y delicadas tasas de plata. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis cucharadas de azucar.
La gran Tortuga, verde, que se encontraba ubicada al lado de la mesa, a la derecha del elefante, hacia uso de una cuchara, mientras empezaba a golpear delicadamente un huevo, dos, tres, siete huevos, con la finalidad de quebrar los cascarones. Conforme estos se quebraban, salian de su interior una serie de tortuguitas mas pequeñas, de un color diferente segun el cascaron, que empezaron a caminar y caer de la mesa.
Frente a la gran tortuga, una gran Lagartija, no estoy seguro, parecia una especie de caiman, violeta, se relamia el hocico con su larga, biscoza y veloz lengua viperina, mientras contemplaba a las pequeñas tortugas salir de los cascarones y luchar por tratar de avanzar, o escapar de lo que posiblemente podria ser un destino cruel para su cortas existencias.
Continue contemplando a estas tres extrañas criaturas, continuar en su repetitiva actividad. Casi de forma hipnotica contemplaba, mientras magneticamente me sentia atraido más y más a sentarme en el extremo derecho de la mesa, frente al Elefante. El frio se intensificaba.
Logre colocar mi mano izquierda, en la pesada silla de madera que, según entendi, estaba destinada para mí.
"Que es lo que ves en este momento?" - me susurro una voz en el oido derecho. Tan gelida y petrificante que me devolvio a mis casillas de forma inmediata con siquiera la primera letra pronunciada.
Voltee a mirar a la mujer que me estaba hablando, instintivamente deduje que era una mujer e inconcientemente supe quien era, pero mi mente se bloqueo y se nego rotundamente a adminitir o si quiera intentar aceptar esa verdad. Era una mujer, de tez gris verdosa, palida y hueso. Vestida en ropas negras, casi mortuorias. Era la Viuda.
"Entiendes que es lo que sucede? Pues todo lo que esta por suceder ya ha sucedido antes. Sabes diferenciar esta vez que parte es la que te toca interpretar?" - susurró nuevamente ella y el frio del lugar seguia descendiendo drasticamente e ironicamente, mientras más frio hacia, el sol brillaba más intensamente en lo alto. La nieve en los picos montañosos se incrementaba temerariamente, amenzante a desvordarse y causar avalanchas mortales.
Las criaturas seguian en su ciclo interminable, nada variaba, todo se repetia y continuaba.
"La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener."
Me quede paralizado eternamente por escanzos segundos. Y aunque no veia sus ojos, pues estaban cubierto tras ese velo negro mortecino, sabia muy bien que tras el no habian ojos, solo sus cuencas oculares vacias apuntaban hacia mí. Directamente al fondo del problema.
Todo el frio de este lugar era causado por mí. Yo era causante de todo esto...
Y con esta nueva revelacion...otra vez, la Largartija se avalanzo contra la pequeñas Tortugas empezando a devorarlas. La Tortuga, extendio una de sus patas del interior de su caparazon y con ella una gran espada incandescente que acesto un certero golpe en la gran y bifida lengua del reptil. El Elefante se puso en pie, quien con su gran volumen golpeó la mesa desencajandola de su ubicación inicial y moviendola violentamente a mi dirección. A su paso, todo aquello que permanecia encima de ella, permaneció encima de ella, puesto que si bien todo saltaba y volaba y se volcaba, permanecia dentro de la misma mesa. Con excepcion de las tortuguitas.
Mi mano derecha logro asirse a la pesada silla de madera, antes de ser impactado por la mesa, con la finalidad de tratar de protegerme de ella. Para mi suerte, al momento de haber tocado la silla, esta se volvio cenizas y se deshizo en mis manos, dejando una estela de humo negro.
Cai al suelo, suave y verde. El olor de la hierba en la mañana se percibia e inundaba mi sentido del olfato fuertemente. Eleve mi mirada en dirección a la viuda y sus ropas se encontraban todas mojadas. Y de sus labios marchitos se pronunciaron estas ultimas palabras:
"Ahora que lo sabes, que papel vas a interpretar esta vez...?"
Su imagen se hizo difusa, como lo hizo la silla al tornarse en ceniza y esparcirse con el viento. Mi cabeza empezo a darme vueltas nuevamente y mi rostro impacto nuevamente en el suelo suave, humedo y de verde hierba.
***
Las personas estaban a mi al rededor preocupadas. Lo pude deducir por la expresion en sus rostros. Claro que no estaba seguro si era por el hecho de mi aparente delicada salud o por el hecho que les estaba malogrando su divertido tour por las montañas. La cabeza me segui dando vueltas.
Una joven, delgada y atractiva mujer morena, me tenia tomado de la mano y me trataba de reconfortar, mientra otras tres personas, un anciano con sobrepeso, un joven delgado mas interesado en la morena que en mí, trataba de apoyarla en todas las indicaciones que ella daba, mientras parecia comersela con los ojos; y una mujer de mirada noble y sonrisa gentil, hablaba con las demas personas y los instaba a tener calma y que ya todo iba a pasar, que no era nada serio y que me repondria.
Hacia frio. Y las manos de la joven guia sudaban. A decir verdad, ella sudaba. Debo entender que era más por el temor de lo que me pudiera suceder y lo que ello significaría para el negocio del turismo, en este lugar tan elevado sobre el nivel del mar.
Ella me explico que habia sido victima del mal de altura y que eso me causo el dolor de cabeza, las alucinaciones y el desmayo. Pero que me repondria y que estaria mejor. Me dieron unas medicinas y muy amablemente me ofrecio permanecer en el vehiculo mientras continuaba con los demas miembros del grupo.
Solo atine a asentir con la cabeza y le dia las gracias aprentando su mano izquierda. Ella me miro extrañada y se alejo.
Me quede ahi, esperando. Como si esperace algo más. Tal vez, un conejo apurado con un reloj de bolsillo. Algunas respuestas tan obvias, requieren circunstancias extrañas, solo para poder demostrarse como tal. Más aún, cuando tu siempre has sabido la respuesta.
Ironico...
***
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