Ordené lo mismo de siempre, café y un pedazo de torta de dulce de leche. Doble el periódico en dos, cubriendo a la modelo improvisada de rigor de la última página. Como si ese tipo de fotos menguara en cierta manera la recargada lista de noticias oscuras y desagradables que hacen del mundo un lugar más siniestro. Tal vez si lo doblo una vez más, podría exprimirle el mal del que están impregnadas sus hojas.
Me froto la frente con la mano derecha y la dejo sostener mi cabeza por unos minutos, como si con ella tratase de darme la fuerza suficiente para sobrellevar toda la carga que mis pensamientos se esfuerzan por movilizar. Tanta carga y tan poco soporte. Pero a veces la carga no es relativamente proporcional con la capacidad de soportarla. Esa es la mente atribulada de conflictos e indecisiones. Esa es la clase de mente que ahora mi cabeza alberga.
Siempre me ha gustado sentarme al fondo de los asientos en forma de banca. Pegarme hasta un extremo hasta apoyarme en la pared. Aunque en este caso este extremo da al vidrio que da hacia la calle. “El Expreso del Café” se nota impreso en grande con sus luces de neón, la verdad, es que nunca me gusto el café. Sin embargo, desde los últimos 3 años que vengo a este lugar, siempre pido una taza con café expreso y un pedazo de torta de dulce de leche. Supongo que es para balancear la mezcla de sabores. Nunca le hecho azúcar al café. Bueno, es una costumbre que tengo desde hace bastante tiempo.
Acomodo mi mochila roja en mi regazo y abro torpemente el cierre para poder insertar mi mano izquierda dentro de ella. Hurgo por unos segundos y logro encontrar lo que busco. Lo sujeto torpemente, pues siento mis emociones amontonadas y mi mano no sabe como traducir tantos mensajes.
La joven camarera me saluda y me deja mi pedido, como siempre, con una sonrisa. A veces pienso que aunque el mundo se estuviese acabando, esta dulce chica seguiría entregando pedidos con una sonrisa. Me gusta eso, me da algo de consuelo.
Me entretengo en ese pensamiento por unos momentos, me gustaría que durase lo suficiente como para olvidarme de...
- Crasssshhh…..!!! - Vidrios rotos, muchos. Podría asegurar, según mi experiencia, que se tratan de varios platos.
- Nuevamente en lo mismo, no?. No hay algún día en el que no estés de ese ánimo? No hay algún día en el que te puedas poner en pie y avanzar? Será que siempre tenemos que volver a lo mismo? – Su voz, esa dulce y desagradable voz una vez más.
Suelto lentamente el puño que había formado en respuesta inmediata al escuchar su voz. Abro lentamente mis ojos, uno después del otro. Desembarazándome del letargo en el que me encontraba inmerso. Veo su pálido y ovalado rostro. Sus ojos alargados y bordeados por el negro rímel que siempre usa, como delineando no solo su forma sino resaltando su fuerza femenina y oscura que albergan en su místico conocimiento de algo más que nosotros los hombres no sabemos, pero ellas siempre lo saben. Sus largos cabellos negros cayendo de lado izquierdo de su rostro, mientras su delgada y huesuda mano se apoya de su lado derecho. Esa mirada acusadora de siempre. Esa expresión de ser superior que nos hace sentir como niños y nos retorna nuevamente a la realidad de dónde venimos todos.
Como odio esa expresión. La odio porque resulta ser cierta. Sin embargo, esta vez es diferente. Hay algo en su mirada que me hace temer lo que está por suceder. Dios, que va a suceder?
- Vamos a jugar un nuevo juego en esta ocasión, te parece? Veamos si con esto ponemos fin a todo esto. - Sonríe. Bueno, ella nunca sonríe, solo hace una mueca como si estuviese tratando de hacerlo. Esa sonrisa malévola de quien sabe que tiene el control de la situación. Y si que lo tenía.
De su bolso morado extrajo un arma. Una 38. Abrió el tambor y descargo las balas en la mesa y volvió a colocar una.
- Supongo que ya conoces este juego, pero en esta ocasión, vamos a hacerlo diferente. Más emocionante. - Hizo rodar el tambor y lo cerro de golpe. Me miro directamente a los ojos. – Recuerdas el juego de la ruleta rusa? - Arqueando una ceja y asintiendo con la cabeza. – Bueno, este juego será un tanto diferente. Voy a empezar yo y tú me sigues, okey?. – Amartillo el arma. Estiro el brazo derecho y apunto al resto de las personas que se encontraban en el local.
Definitivamente se había vuelto loca.
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía.
Lo que ocurrió a continuación era de esperarse. Una mujer se percato de esto, vio el arma y empezó a gritar. Luego le siguió el resto de gente. Algunos se pusieron de pie rápidamente y salieron corriendo por la puerta de salida. Otros no fueron lo suficientemente rápidos.
Ella se puso en pie y apuntándoles les grito: - Nadie se mueva! - las personas automáticamente se quedaron congeladas. Como si el tiempo se hubiese detenido de golpe. - Nadie se mueve hasta que yo lo diga. Así que todos sentados. - Y así obedecieron todos.
- Tu turno - Me dijo extendiendo su brazo para alcanzarme el arma.
- No lo voy a hacer, estás loca!? Completamente loca! - Pero ante la situación esto no parecía interesarle, así que continuaba con el brazo extendido.
- Si no lo haces, voy a seguir disparando contra esta gente. Estas dispuesto a no hacer nada y dejar que esta gente cargue con tu indiferencia? Solo porque no quieres asumir tu responsabilidad? TOMA LA MALDITA ARMA!!! - apunto de vuelta hacia la gente, amartillo el arma y apretó el gatillo…
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía.- Bueno, dado que eso correspondía a tu turno, ahora me toca a mí. – Volvió amartillar el arma y apunto a otra persona.
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía. - Tú turno, o sigo disparando por ti. Tú decides. - No tome el arma.
- Bueno, si así lo deseas. - Amartillo el arma y volvió a apuntar a otra persona.
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía. Nuevamente.
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía.
- Sabes, no es divertido si juego sola. - Abrió el tambor nuevamente, volvió a hacerlo girar y lo cerró de golpe. – Aquí vamos otra vez. Y lo seguiré haciendo hasta que te decidas a tomar acción. – Amartillo el arma, apunto y disparo una vez más.
- Click…! Click…! Click…! Click…! Click…!
Fue justo en ese instante en que uno de los ahí atrapados, decidió aprovechar el momento…
- BOOM..! - Como si fuese un cañón retumbando en mis oídos, la bala fue a impactarle justo en el pecho del sujeto, cayendo estrepitosamente tras la barra. Los gritos de desesperación no dieron ni un segundo más para hacerse escuchar.
Uno de ellos grito - “Solo tenía una bala! Corran!” - No sé en qué momento fue, pero apareció otra arma en su mano izquierda. Y con ella, le disparo al avezado cliente, a escasos centímetros del rumbo que estaba siguiendo. Se detuvo de inmediato, alzo los brazos y las lágrimas no demoraron en aparecer, como si se tratase de un niño al que fue atrapado en plena travesura.
- Cállense todos y quédense sentados! Al siguiente valiente le pego un tiro en medio de los ojos! Fui clara!? - Se quedó por un instante mirando a las demás personas. Y ellos obedecieron sin vacilar. Como si de niños de nido le hicieran caso a la maestra, con los rostros lívidos de la emoción que no logran procesar.
- Muy bien, te daremos un nuevo incentivo. Por cada turno que pases, le disparare con esta otra arma a cualquiera de ellos. - Un grito ahogado se hizo notar, pero no lo suficiente como para saber de quién provenía.
- Empezamos – Liberó el tambor, volvió a poner otra bala, lo hizo girar y lo cerro de golpe. –No me decepciones. Vamos! - Y me extendió el brazo derecho para darme el arma.
- Vamos, vamos, no tenemos todo el día y toda esta gente tiene cosas que hacer. Van a pensar que las tenemos retenidas aquí por puro capricho. - Amartillo la otra arma y empezó a apuntar a otra persona.
- Esta bien! Voy a jugar tu maldito juego! Pero lo jugare a mi manera. - Ella asintió con la cabeza en aprobación. Volvió a apuntar a la gente con el arma que estábamos usando.
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía. Puso el arma en la mesa y la empujo hacia a mí.
Mire el arma por unos segundos y ante el asombro de sus ojos, apunte el arma hacia mi cabeza. Ella sonrió. Condenada mueca. A pesar de toda su cruel frialdad, no dejaba de tener su encanto.
Jalé el gatillo.
- Click…! - Disparé el arma y la recamara estaba vacía. Puse el arma en la mesa y la empuje hacia ella.
Ella amartilló el arma, apunto hacia las demás personas…
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía. Puso el arma en la mesa y la empujo hacia a mí.
Tome el arma, amartille, apunte a mi cabeza…
- Click…! - Disparé el arma y la recamara estaba vacía. Puse el arma en la mesa y la empuje hacia ella.
Ella amartillo el arma, apunto hacia las demás personas…
- Click…! - Disparó el arma y la recamara estaba vacía. Puso el arma en la mesa y la empujo hacia a mí.
Tome el arma, amartille, apunte a mi cabeza…
Trague saliva con mucha dificultad, como quien se atragantase con un bocado demasiado grande de pasar. Ese bocado que sabes que te mataría durante el intento.
Sin embargo, mi alivio solo duro por una fracción de segundo en la cual reviví ese momento una y otra vez, 500 veces, a una velocidad absurda. Y cuando me di cuenta de lo que ello significaba, de la consecuencia que esto estaba a punto de traer, me invadió un terror tan espeluznante que jamás en mi vida había experimentado. Pues, esto no solo significaba que estaba a punto de morir en su estúpido juego. Sino que esto no me aseguraba que ella dejase a los demás en paz. Alguien inocente podría pagar las consecuencias por no tomar una decisión. Desconozco qué tan inocente sea el resto del mundo, pero no son responsables de las circunstancias en las que, ella y yo, estábamos envueltos.
Los segundos se hicieron eternos, como el rocío cae desenfadadamente, en un desfile suave y parsimonioso por la superficie de una hoja. No sé en qué instante deje de apuntarme con el arma y la dirigí hacia ella. Era como si todo mi ser estuviese inmovilizado y lo único con vida y conciencia propia era mi brazo que sostenía la pistola.
Amartillé el arma, apunte…
Esbozo esa mueca, esa macabra imitación de sonrisa, como si ya supiera de antemano lo que estaba por suceder. Y su mirada, esa mirada de picara y malévola que es capaz de conjugar una mezcla de inocencia y corrupción a la vez.
- Las cosas suceden por algo. Y ese algo, por inexplicable que sea, es algo que podemos manejar. Pues la vida es un espejo, en el que nuestras acciones se reflejan. ¿Qué estás haciendo con tu vida? El hecho de que ya no estemos juntos, no significa que tú no sigas adelante…
El tiempo perdió su continuidad normal, desacelerando su marcha, tan lentamente, tan tortuosa y nefasta.
Y justo antes de apretar el gatillo, ella cerró los ojos…
Cerré los ojos…
BOOM…!!!
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- Crasssshhh…..!!! - Vidrios rotos, muchos. Podría asegurar, según mi experiencia, que se tratan de varios platos.
De repente gritos. La camarera corría rápidamente hacia el teléfono. La gente empezó a juntarse. Había un hombre en el suelo, sujetándose el pecho. En su caída, había tumbado varios platos de uno de los carritos con los que llevaban la vajilla, junto a la barra.
Su corazón. Un ataque al corazón.
Lentamente el tiempo recuperaba su velocidad normal. Mire frente a mí, al otro lado de la mesa en la que me encontraba. Vacio. Solo un misterioso hilillo humeante se vislumbraba tímidamente a contra luz.
Saque la mano que tenia dentro de la mochila. Sujetaba fuertemente su foto. La foto que le tome días antes de que falleciera.
Incluso, después de que ya no está en este mundo, sigue aleccionándome de la forma más dolorosa posible.
Sigue jugando con mi mente…
Y a pesar de ello, aún la extraño…
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