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jueves, 11 de enero de 2024

CAP 3 – VI. UN ANTIGUO DESTINO OLVIDADO

Dio un sorbo a su bebida, dejándola por unos segundos a la altura de sus labios, como meditando algo. Bajó el tarro para colocarlo con delicadeza sobre la mesa, como tratando de no llamar la atención. La giró sobre su base mientras observaba al resto de la clientela dedicada a sus asuntos.

- Ya hice el contacto, nos esperaran en el cruce con la vía del Hechicero para dirigirnos a Hazlan lo más pronto posible. De ahí haremos el intercambio para continuar hacía el siguiente reino más al sur. Debemos darnos prisa pues hay señales de tormenta y conforme avance la noche se hará más intensa. – miró a los lados acomodando su capucha para que dificultar ser reconocido.

Edmond tomó el mapa donde se encontraba trazado su recorrido. El plan inicial había fracasado y debían escapar rápidamente antes que los agentes del conde los alcancen. Si bien tenían dudas respecto a los gitanos, no les quedaban muchas opciones que considerar.

Gunthaer alertó a los otros miembros del grupo, pero no obtuvo respuesta, lo que le hizo pensar que no lo habían logrado. Sin embargo, debían continuar con el plan. Al menos uno de ellos debía escapar para dar aviso de lo sucedido y poner a salvo el objeto.

Pagaron la cuenta y se arroparon bien para emprender su escape. El viento frio de la montaña arreciaba. Montaron los caballos y se dirigieron al punto de encuentro.

Un vardo vistani se veía estacionado al lado del camino cubierto levemente por la nieve. Un tipo delgado con un fino bigote y pañoleta en la cabeza se asomó al notarlos venir, dando a aviso a alguien más de su llegada.

- Darse prisa, la tormenta no da buena señal y debemos haber partido hace algo de tiempo. - Sus palabras parecían entre mezclarse con un tono que arrastraba las vocales. – ¡Vamos, vamos!

Conforme se acercaron el vardo lo vieron algo descuidado. Amarraron los caballos junto al que jalaba el carromato para darle mayor celeridad. Entraron en el interior del vardo y se acomodaron para protegerse del frio. El interior no era mejor que su exterior, pues era lúgubre, muy distinto al colorido habitual. El delgado hombre se mantuvo junto con su compañero en el asiento del conductor para ayudarse durante el recorrido. Latigueó dos veces, los caballos relincharon y comenzaron andar.

El viento soplaba fuerte, sibilante, como augurándoles un viaje aciago. El camino parecía hacerse más complicado de transitar pues el vardo se zarandeaba de un lado al otro con fuerza, hasta que pasado varios minutos se detuvieron.

Gunthaer, le hizo una señal a Edmond instándolo a estar alerta mientras él se disponía a salir para averiguar lo que sucedía. Al salir, vio que los caballos parecían confundidos ante el fuerte viento mientras la nieve revoloteaba dificultando la visión.

Pasaron varios minutos, lo que inquietó a Edmond, motivándolo a salir al no recibir señal de su amigo. Empuñó su arma. La visión era difícil, pero a escasos metros se veía a dos hombres atacar violentamente a otro que yacía sobre la nieve, la cual que se iba tornando roja.

Entendió que habían sido emboscados y que los gitanos los habían engañado. Al verlos acercarse, en sus rostros una expresión maligna se dibujaba desfigurando su oscura piel. No eran Vistanis, al menos no los que normalmente conocía, sino parias, gitanos expulsados de su clan por ir en contra de sus costumbres y llevar a cabo terribles actos.

Sujetó su espada y se lanzó a combatirlos. Lamentablemente fue superado y herido de gravedad. Justo cuando se disponían a ultimarlo, un terrible quejido se escuchó en el viento, incrementándose y uniéndose otros más. De repente vio como de entre la nieve y la ventisca aparecieron varios cadáveres putrefactos lanzándose contra ellos.

Su visión se volvió borrosa, cayendo en una absoluta oscuridad, mientras escuchaba al viento aullar sumado con los gruñidos de los muertos.

- Miren, miren, lo que he encontrado. – escuchó una voz siniestra que parecía encontrarse cerca a él, mientras la muerte rondaba cerca masacrando a los parias.

Sintió unas manos hurgando entre sus ropas. Soltó una expresión de sorpresa como si hubiera encontrado algo. – Ya veo. Supongo que aún no es tiempo. – se hizo una pausa angustiosa para escuchar un susurro muy cerca de su oído – Olvida… -


Un grito tomó por sorpresa a Naedrik, Keijo y Patrick, viendo a Edmond también despertar sobresaltado. La palidez en su rostro denotaba otro terror nocturno.

Los vio a todos sentados en sus camastros y solo atinó a decirles – Debo matar a Strahd -

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