1.
Era
una noche como cualquiera, una de esas en la que los amigos se reunían para pasar
el rato a compartir las cosas que habían acontecido en la semana. Aficionados a
las sustancias ilícitas, Jerik Lurmi y Eriem, se disponían a preparar el
producto color celeste que había conseguido Lurmi obtenido en su nuevo negocio.
Les contaba a sus amigos que se había agenciado este producto de su proveedor
sin que él se diera cuenta. Según lo que había escuchado prometía darles un
viaje como ningún otro.
Jerik
se puso en pie y dispuso los implementos de siempre para preparar la dosis para
todos. Sin embargo, el alcohol que habían estado consumiendo había tenido
efecto en sus sentidos, distorsionando su pulso y visión, pues no se dio por
enterado que se había excedido en una de las dosis, por estar espantando unas
moscas que lo atormentaban.
Eriem
jugaba con un viejo bate de baseball metálico, lanzando batazos al aire y
gritando jubiloso como si hubiese conectado el golpe ganador a una extraña bola
imaginaria que por alguna funesta razón visualizaba con el rostro de alguien a quien
le guardaba un terrible rencor. Celebraba emocionado.
Lurmi,
terminaba su vaso con licor y se acercaba tambaleante donde Jerik reclamándole por
la demora. Su amigo, al verlo señalo con un gesto hacia la mezcla que se
encontraba lista para servirse.
Los
tres se reunieron alrededor de la vieja y maltratada mesa de comedor que Jerik
había conseguido barata en un remate. Lurmi, continuaba contándoles lo que
sabía del producto y de lo especial que parecía ser. Lo habían conseguido de un
laboratorio en el centro donde se realizaban pruebas médicas. Se rumoreaba que
este era un proyecto destinado para el tratamiento del sueño y que fue
desactivado por los efectos secundarios que tenía en los sujetos de prueba, ya
que resultaba extremadamente alucinógeno, tornando a la gente muy violenta. Sin
embargo, su “Alquimista”, como lo llamaban en el entorno, había hecho ajustes
que permitían eliminar los riesgos mencionados. Los clientes a los que se les
habían vendido el producto regresaban satisfechos por más sin mostrar efectos
perjudiciales.
Le
explicaron los detalles del trabajo necesario para prepararlo y masificarlo.
Como todo producto nuevo su distribución pudo realizarse a un buen costo. La
respuesta fue inmediata y la demanda se disparó en la primera tanda que
sacaron. Los clientes habituales los buscaban desesperados pidiendo una nueva
dosis. Muchos de ellos mencionaban experiencias alucinantes jamás antes
experimentadas.
Lurmi
no podía dejar pasar la oportunidad y ante tal respuesta se dispuso el ponerla
a prueba. Llamó a sus viejos amigos para reunirse y aprovechar la oportunidad
para brindar.
Vertieron
la dosis en un vaso con agua helada, tomando una coloración azul intensa al
principio y conforme lo mezclaban en el agua se iba aclarándose, tornándose celeste.
Levantaron los vasos y brindaron hasta ver el fondo del vaso.
Se
miraron por unos segundos a la espera de los efectos.
Nada.
Lurmi
extrañado pensó que lo habían engañado con el producto o de repente se había
equivocado en la mezcla. No se había percatado que estaba levantando la voz
enfurecido. Jerik se reía a carcajadas de la situación pese a encontrarse
deprimido. Eriem, tomo nuevamente el bate y se puso a golpear al aire, sentía
que sí o sí hoy lograría conectar un Home Run.
Lurmi,
es de esas personas que durante su vida había sufrido mucho. Perdió a su padre
a muy temprana edad. Su madre lo maltrataba siempre que podía ya que tendía a
estar más tiempo fuera de casa trabajando para poder cubrir los gastos, pero
cada vez que estaba en casa se la pasaba haciéndolo culpable por cualquier cosa
que se le ocurriese sin dejar de propinarle una buena tunda.
Su
frustración fue tan grande que perdió las ganas de continuar en este mundo
tomando una terrible decisión. Ese día estaba dispuesto a lanzarse del Puente
de La Guardia, donde la profunda caída conducía a un empedrado amplio por el
que alguna vez se vio correr el Rio de la Cuerva. Sin embargo, el destino tenía
planeado otra cosa, pues fue por esos malabares del destino fue ahí donde
conoció a Eriem, quien coincidentemente había tomado la misma decisión. Al
verlo, Lurmi recobró el sentido y se acercó donde el delgado, pálido y
depresivo muchacho que permanecía inmóvil del otro lado de la baranda, quien al
verlo no dejó de observarlo como si hubiese visto al mismo diablo.
Así
fue como se conocieron y se hicieron amigos. Jerik se les unió meses después.
Un muchacho de gran carisma y de familia acomodada, pero su forma desenfadad de
ver la vida lo alejó de todas las comodidades que su familia le ofrecía, sumergiéndose
en la crueldad del mundo real y un vida dura sin lujos. A parte de ello, Jerik
tenía una condición física desde muy pequeño, consecuencia de un accidente de
tránsito en el que se vio afectado junto con sus padres, que a pesar de años de
tratamiento, quedó con una marcada cojera y un intenso dolor que debía
controlar con medicamentos. Así fue como conoció a Lurmi, pues al buscar una medicina
efectiva que le calme el dolor terminó aterrizando en el mundo de las drogas.
Lurmi
continuaba consternado luchando entre la frustración de haber sido engañado y
la decepción de que Jerik se pudiese haber equivocado al prepararlas las dosis.
Eriem lo miraba con aire divertido, mientras balanceaba el bate, hasta que se
percató de la pequeña figura oscura semejante al de una niña que se asomaba
detrás de la mesita, observándolo fijamente con sus grandes e intimidantes ojos
color celeste.
Eriem
se quedó hipnotizado mirándola moverse rápidamente, como si tratase de
ocultarse de los otros amigos. De repente ella saltó de un lado a otro de la
habitación, de una pared a otra, con una gracia y velocidad sorprendente.
Jerik,
no dejaba de carcajearse brotándole las lágrimas a chorros. De repente, un
ruido extraño puso fin a su alegría de golpe, un golpe que hizo un eco perturbador
en la habitación.
Lurmi,
volteó a mirar que había sido ese ruido cuando sintió el fuerte impacto en el rostro,
haciéndolo girar sobre sus talones cayendo pesadamente al piso. El cerebro le
continuaba dando vueltas. La droga, el alcohol y el golpe que había recibido, convirtió
en un desastre su visión. Trataba de enfocarse en aquello que lo había atacado
pero solo logró ver una extraña figura oscura con unos grandes ojos celestes
escalofriantes que le contemplaban con asombro y curiosidad a escasos
centímetros de él. Estiró uno de sus brazos tratando de atraparle pero este no
le respondió como esperaba. Cuando parecía ya tenerlo a distancia de una
exhalación, sintió el segundo golpe lanzándolo a la inconciencia.
2.
Lurmi
despertó con un fuerte dolor de cabeza. Se llevó una mano a la zona donde el
dolor le punzaba y por unos segundos sintió un húmedo y viscoso calor. Miró esa
mano pero no había nada. El dolor punzaba terriblemente desde la coronilla. Su
desorientación le impidió darse cuenta inicialmente donde se encontraba. Solo
hasta el momento en que intento ponerse en pie se dio cuenta que estaba sentado
dentro de un auto. Tomó varios minutos para ubicarse. Era un auto antiguo,
aparcado a un lado de la calle. No reconocía el lugar, no era su auto, pero
sabía que ya no se encontraba en el apartamento de Jerik.
Las
primeras luces del amanecer aclaraban en el cielo. A unos metros, se encontraba
un hombre mayor que acomodaba los periódicos recién llegados en su puesto. Se preparaba
para empezar un día más de trabajo.
Lurmi
salió del auto con dificultad y se acercó donde él, tambaleante. Se puso a su
lado y le saludo aún confundido. El anciano le respondió el saludo y le pidió
que esperase unos minutos mientras terminaba de acomodar las cosas para poder
atenderlo.
En
los titulares de los diarios vio algo que lo dejo perplejo. “Combate Estelar”
era una película que tuvo mucho éxito hace más de 30 años y que según el
periódico era anunciada como el estreno de la semana con muy buenas críticas.
Pensando que se trataba de una broma, se acercó para validar las fechas de los
diarios. Julio 1977. Muy consternado, se acercó donde el anciano y le pregunto
por la fecha, quien le confirmó su temor inicial. Trato de entender lo que
sucedía, pero el dolor que le retumbaba en la cabeza no le permitía pensar con
claridad.
Por
la misma calle bajaba una joven, ensimismada en sus pensamientos, sin
percatarse lo que sucedía a su alrededor. Su rostro se debatía angustiosamente entre
los problemas que le aquejaban, mientras en sus ojos se evidenciaba la rojiza marca
de haber llorado por largo rato. Sus brazos cruzados a la altura de su pecho
sujetaban un bolso grande de tela verde con diseños impresos de una caricatura
felina muy popular con varias figuras de niños jugando a su alrededor. Cuando sintió
el golpe, fue demasiado tarde, cayó al suelo logrando colocar instintivamente
las manos por delante para evitar un impacto mayor. El bolso verde voló a unos
metros. A su lado un joven alto de cabello alborotado y aspecto desaliñado caía
junto con ella.
La
miró y sintió una corriente eléctrica que recorrió por todo el cuerpo, casi al
punto de sentirse noqueado mentalmente. Se levantó cual resorte y la ayudó a la
joven para que se reincorpore. Muy avergonzado se disculpó con ella y le
ofreció compensarla por lo ocurrido. Ella se disculpó también por estar
distraída y no haberse fijado por donde caminaba.
Todo
este día parecía ser parte de un perverso sueño, un viaje ácido más allá de todos
los que había tenido anteriormente, pero que era tan real.
Le
ofreció llevarla a casa. Como era de esperarse ella le miró con cierto temor y
se negó. Trato de no insistirle de tal forma que ella no se alejara de él
pensado que estaba loco, algo que ni él mismo estaba seguro de que no lo
estuviera.
Buscó
un tema de conversación y habló lo primero que se le vino a la mente, contándole
acerca de la Serendipia, el hecho fortuito de dar con algo o alguien de forma
inesperada sin siquiera estarlo buscando, y como ese hecho podría traer
consecuencias que pudieran cambiar de alguna forma el destino de alguien. Ella
lo miraba entre fascinada y confundida, pues no tenía la más mínima idea de a
qué se refería. Sin embargo, lo dejo continuar con su conversación.
Él
continuó con su exposición como si de un experto en la materia se tratase. Al
final, ella aceptó su oferta con cierto temor. Lurmi le abrió la puerta caballerosamente
y le extendió la mano para ayudarle a entrar. Olina, era una joven de 26 años,
cabellos largos castaños, delicados rasgos que le hacían parecer estar siempre
preocupada por algo pero a su vez de tierna expresión. Lurmi rodeo el auto y
subió rápidamente, se acomodó lo mejor que pudo en su asiento mientras colocaba
la llave en el contacto. Volteó a mirarla, aún sorprendido de verla ahí con él.
Ella volteó temerosa y le preguntó si sucedía algo, él reaccionó y se disculpó.
Trató de encender el vehículo pero no pudo. Estaba nervioso. Analizó por unos
segundos la situación, repasó nuevamente el tablero del vehículo y volvió a
intentarlo. El auto encendió y le preguntó a donde debía llevarla.
La
garganta se le secó. No sabía que decir. No tenía ni la más ligera idea de lo
que estaba pasando ni como había terminado en este lugar, en este tiempo, en
estas circunstancias. La joven que se encontraba a su lado, con quien se había
tropezado de la forma más inexplicable posible, era su madre 30 años más joven.
Las ideas se le atropellaban una tras otra mientras buscaba una explicación,
tratando de entender lo que estaba sucediendo. La veía repetidamente, la
escrutaba al detalle hasta que en un momento en que Olina acomodó el gran bolso
verde que abrazaba celosamente, alzando los brazos hasta la altura de su pecho,
dejando al descubierto su sobresaliente panza. Estaba embarazada.
Sus
manos apretaron duramente el volante, la vista se le volvió a nublar
haciéndosele una gran mancha difuminada de colores. El dolor que sentía en el
tope de la cabeza, del cual había logrado pasar por alto, se intensificó
notoriamente. Por un instante pensó que perdería la conciencia. En ese instante
que estaba a punto de caer en blanco, sintió el cálido tacto de Ella. Fue como
un golpe que lo hizo reaccionar retomando el control del vehículo. Él volteó a
verla y en su mirada se transmitía preocupación, verdadera preocupación por él.
Tantos
años de maltrato causado por ella en su futuro, tanta humillación, le hicieron
desear en varias ocasiones no haber nacido y si hubiese tuviese tenido la
oportunidad de poder evitarlo la hubiera aprovechado sin dudarlo para así ahorrarse
todo ese sufrimiento, pero ahora, por alguna inexplicable razón deseaba que
todo fuese diferente, deseaba poder saber en qué momento fue que todo se torció
y poder evitar ese momento. Corregir las cosas para que todo sea mejor para
ambos en el futuro.
Le
preguntó si se sentía bien. Él la miró sonriéndole y asintió con la cabeza,
dándole a entender que ya todo había pasado. Ella se disculpó y empezó a hablar
acerca de ella, de lo difícil que era su vida. Lo complicado que era todo. Sus
padres no la entendían, la culpaban de todo y todo era una decepción tras otra.
Él
conocía muy bien ese sentimiento y se dio cuenta que tenía varias cosas en
común con ella y sucedió algo que jamás pensó que sucedería, logró comprender
el por qué ella se comportaba así con él en el futuro. Trató de consolarla y
darle ánimo. Que si bien la vida era difícil, solo nos preparaba para cosas
mejores y poder darnos la capacidad de superar las pruebas que se nos presenten
más adelante. Especialmente si se encontraba embarazada. Ella le sonrió y le agradeció su ayuda y sus palabras.
Lurmi
pensó que todo podía ser posible esta noche. Todo podía ser mejor.
Una
luz brillante se reflejó por el espejo retrovisor, al parecer un auto venía con
las luces altas, cegándolo por unos segundos. Al acomodar el espejo vio una
figura oscura sentada detrás de ellos mirándolo con sus escalofriantes ojos
celestes. Al ver esto piso el freno de golpe y volteó para revisar el asiento
trasero. No había nadie.
Nervioso,
la miró a Olina, quien parecía más asustada que antes. Él miró a su madre, se
disculpó y encendió el auto para continuar el viaje.
Pensó
por unos segundos que era su imaginación, pero ya no estaba seguro de que era
real y que no. No pasó mucho tiempo cuando la volvió a ver por el espejo
lateral de su lado. Aceleró. Sabía que el ver a esa figura no podía ser algo
bueno.
Un
semáforo marcó luz roja, obligándole a detenerse. Olina le preguntaba qué sucedía
pero él no sabía que decirle, toda la adrenalina en su cuerpo se encauso hacía
un único e irrefutable arranque instintivo de supervivencia contra aquella
siniestra niña oscura. Volvió ajustar el retrovisor y la vio nuevamente, parada
detrás del auto, saludándolo burlonamente.
Tal
fue su desesperación que no esperó al cambio de luz y aceleró a fondo. Logró
esquivar a tres autos delante de él para poder ganar terreno y alejarse. Miró nuevamente
el retrovisor y su miedo se disparó. La figura oscura venía corriendo detrás de
ellos y cada vez se acercaba más. Dio un giro desesperado lanzándose contra el
tráfico hacia la avenida de La Marcha, por unos segundos esquivó a varios
vehículos, pero no por mucho tiempo.
Al
llegar al cruce con la avenida de la Misericordia, el cambió de luces fue
inevitable, haciendo que los autos que venían del cruce configurasen una
tragedia. Un camión logró esquivarlos por poco, pero perdió el control al
rompérsele el eje delantero ante la maniobra quedando sobre la vereda. La
suerte no les duró mucho tiempo, ya que otro vehículo venía directamente hacía
ellos, al parecer no le funcionaron los frenos, impactándolos frontalmente. Un
segundo vehículo no pudo esquivarlos arremetiendo contra los dos y otro auto que
venía en sentido contrario alcanzó de lado a un vehículo rojo desestabilizándolo
haciendo que diese dos vueltas en el aire y terminase a 3 metros de distancia
sobre un puesto de periódicos.
Lurmi
que no se había colocado el cinturón de seguridad había salido con el primer
impacto proyectado violentamente hacía delante haciendo pedazos el parabrisas
con la cabeza. El tiempo se hizo dolorosamente lento. En su viaje hacía el
poste de electricidad que le detendría con furia su vuelo, logró ver a su
madre, quien permanecía aún en el auto gracias a que ella si había logrado
colocarse el cinturón de seguridad, pero que por la fuerza de los impactos se
sacudía grotescamente. Su vista se enfocó en el pedazo de metal que volaba en
dirección a ella para incrustarse en su cuerpo. Él cerró los ojos esperando que
realmente esto sea solo efecto de la droga, una terrible alucinación. Abrió los
ojos, la desgracia no había quedado complacida, en el auto al que impactaron
frontalmente había una pareja atrapada entre los fierros retorcidos. Sus
cuerpos ya no daban señal de vida alguna. En el asiento trasero un bebe se
encontraba llorando desconsoladamente, atrapado en su asiento de seguridad, el
aparénteme lo había salvado. El delgado y pálido bebe lo vio directamente entre
mares de lágrimas y sangre. Esa mirada le atravesó el alma, pues se le hizo tan
conocida esa expresión que no pudo sacársela de la cabeza.
El
otro auto que había volado por los aíres se encontraba a unos metros y logró
ver en su interior a una mujer que gritaba desesperada mientras trataba de
liberar la pierna de su pequeño hijo el cual parecía inconsciente.
Fue
en ese preciso instante, mientras el poste dispersaba todos sus pensamientos e
ideas por varios lugares junto con el resto de su cerebro, en que se dio cuenta
que aquellos niños eran sus amigos: Eriem y Jerik.
3.
Lurmi
abrió los ojos con un terrible dolor de cabeza. Se encontraba en el cuarto de
un hospital conectado a una serie de tubos y cables provenientes de aparatos
que solo había visto por televisión.
A
un lado de la cama se encontraba su madre, Olina, una mujer de alrededor de los
60 años a quien le tenía mucho temor y a su vez mucho rencor pues desde muy
pequeño lo trataba muy mal y conforme crecía lo iba tratando peor, es por ello
que él decidió hacer de su vida lo que era, llegando a desear en algún momento
no haber nacido nunca con tal de evitar todo ese sufrimiento.
Sin
embargo, se encontraba nuevamente en esta situación. No entendía que había
pasado, ni donde o cuando estaba.
Olina
se dio cuenta que había despertado el joven y lo miro con expresión de
preocupación y tristeza en sus ojos. En ese instante recordó a la joven
angustiada que conoció y que resultó ser ella más de 30 años atrás. Su corazón
volvió a sentir la calidez del cariño que le profesaba en ese entonces.
Ella
se puso en pie y le tomo por la mano. Lurmi sintió su calor haciendo que su
cuerpo se estremeciese. Segundos después sintió su fuerza, pues empezó a
apretárselas como antesala a la tormenta que se iba desatar.
Eriem
era un joven bastante frágil y desequilibrado. En varias oportunidades había
buscado la forma de quitarse la vida pues su depresión era constante desde que
perdió a sus padres en aquel violento accidente de tránsito. Quedó al cuidado
de sus tíos, pero ellos sellaron el resto de su vida, haciéndolo vivir
maltratos que jamás hubiese imaginado. Escapó de la casa y se sumergió más
hondo en el mundo de las drogas y todo lo que tuvo que hacer para conseguirlas.
Sintió que su vida tocó fondo y que debía ponerle un fin definitivo, hasta que
encontró una razón extraña para seguir, la noche que conoció a Lurmi en aquel
puente.
En
alguna parte de su memoria su rostro se le hacía familiar. Durante todo este
tiempo tenía la sensación que lo conocía pero nunca estaba seguro de dónde pero
tal fue su obsesión que decidió permanecer a su lado. Hasta la nefasta anoche en
que recordó todo.
Tomo
el bate y se dispuso a poner fin al origen de su dolor, pues para Eriem todos eran
culpables de lo sucedido en su vida, atacándolos a ambos.
Jerik
fue golpeado salvajemente, quedando poco que reconocer para sus familiares
entre el amasijo de sangre y sesos esparcidos por el piso. Justo cuando se
disponía a ensañarse con el cuerpo inconsciente de Lurmi, entró la policía,
quienes habían sido alertados por los vecinos ante los destrozos que estaban
causando, abatiendo a Eriem de 4 disparos. Murió al caer al piso.
Lurmi
fue trasladado de emergencia al hospital para tratar de salvarlo. Había perdido
mucha sangre y el traumatismo severo que tenía en la cabeza solo podía ser
salvado por un milagro.
A
su mente volvieron las imágenes del accidente donde los pequeños Eriem y Jerik
se encontraban llorando desesperadamente en medio de la tragedia que había
causado hace más de 30 años. Y ahora sus vidas habían llegado a su fin,
culminando el mal que había iniciado en ese entonces.
Su
madre continúo reprochándole como siempre lo había hecho durante toda su vida.
Siempre había sido una decepción, un inútil, un bueno para nada. Su vida
hubiese sido mejor si nunca lo hubiese tenido. De nunca haberle hecho caso a su
padre.
Lurmi
continuaba sumergido en su confusión, analizando lo sucedido antes y después,
recordando que su madre había resultado herida en el accidente. Recordó la
pieza de metal que volaba hacía Ella y al parecer le terminó atravesado el
vientre
En susurros solo repetía una y otra vez que Él debía haber muerto en aquel
accidente, pero sobrevivió. Debió haber muerto en el accidente, pero
sobrevivió. Debió haber muerto en el accidente, pero sobrevivió. Esto no podía
estar sucediendo, no podía ser real, todo debía tratarse de un sueño, una
alucinación increíble causada por los efectos de la droga. Los efectos
secundarios que le habían dicho en un principio antes de masificar el producto.
Ella
escuchó su balbuceo, cayendo en la cuenta lo que estaba diciendo, pues nunca le
había dado a su hijo detalles acerca de ese accidente.
Lurmi
la miró a los ojos y le contó lo que sabía del accidente hace 30 años y de lo
terrible que había sido, pero ¿cómo Él podía seguir vivo entonces? si aquella
pieza de metal le había atravesado.
La
mujer no podía creer lo que escuchaba, quedando en silenció mientras tomaba
asiento. Le miró con lágrimas en los ojos y le contó que aquella noche, en ese
accidente, efectivamente perdió al bebe que llevaba en su vientre por más
esfuerzo que hicieron los médicos de salvarla. Era Ella o su bebe. Su pareja tomó
la decisión de salvar a su esposa.
Sin
embargo, las consecuencias fueron peores ya que el daño que recibió fue tan
severo que ya no podría tener más hijos después de eso.
Años
después, junto con su esposo tomaron la decisión de adoptar a un pequeño que
resultaría siendo Lurmi. Justo en el momento en que ella pensó que la vida le compensaba
de alguna manera, su esposo muere consecuencia de un extraño accidente al
tratar de salvar a su pequeño hijo, dejándolos abandonados a Ella y a Lurmi de
2 años. Eso hizo que su corazón se endureciese nuevamente y mucho más. Más aún
cuando el hijo que ahora tenía a su cuidado conforme iba creciendo se iba pareciendo
más y más a aquel hombre que conoció hace 30 años, aquella noche que pensó que
todo podía ser mejor, aquel hombre en que decidió confiar y que finalmente causó
el accidente en el que perdiese a su hija no nata y la dejase incapaz de tener
más hijos.
Ella
se fue sollozante de la habitación, no sin antes maldecirlo por última vez.
Lurmi,
continuaba en la luna, sin entender pasado ni presente o si existía realmente
un futuro para él ahora que lo había perdido todo. La respuesta la encontraría
en breve ya que de haberse dado cuenta de las tres oscuras figuras con
escalofriantes ojos celestes asomándose al pie de la cama. Una figura de una
niña y dos jóvenes delgados, cuyos rostros reflejaban una furia inimaginable,
quienes harían que se lance por la ventana de su habitación, desde el piso 17
del Hospital en que se encontraba
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