La Luz que ingresa, la Oscuridad que sale; incluso ahora en su ensoñación pensaba lo nefasto que resultaba todo esto. Que el destino que le decían tener, hubiese sido algo concebido por una mente humana delirante y enferma, que había infectado a toda su tribu, disfrazando una mera esperanza divina en una profecía sin sentido. Y a pesar que una tormenta se había desatado en su cabeza, los recuerdos con su madre brillaban en ese oscuro caos. Recordó a Oghmara Gabhadan, jugando con ella a las orillas del río, lugar donde habían compartido tantas risas y llantos. Lugar donde compartieron sus primeras enseñanzas de la Antigua Orden. Los canticos que elevaban hasta el cielo, en honor a la Luna, desde la Tierra que los albergaba, extendiéndose por el Mundo que los rodeaba. Esos canticos aún parecían resonar en sus oídos y extrañamente iban en crescendo…
…elevándose como humo hacía el cielo nocturno…
Sus palabras eran como un consuelo balsámico en su corazón, en su vida. Sus brazos la acunaban con ternura… el dolor que sintió en sus muñecas… albergando sus esperanzas, susurrándole en sus sueños… la presión en sus tobillos… brindándole el calor maternal que le confortaba…
…el calor se incrementaba, el calor que sofocaba, el calor que le laceraba su piel…
Pero el caos se impuso, la vorágine de imágenes en su cabeza rugió entre símbolos paganos, atravesando laberinticos y caóticos patrones en una naturaleza aciaga, clamando volver a la matriz comenzando para comenzar todo nuevamente, sacrificándose y volviendo a nacer, entre destellos fulgurantes frente a sus ojos cerrados. La bestia interna desgarró su pecho, abriéndose paso desde su interior…
Abrió los ojos, tratando de gritar que esa mujer no era quien decía ser, mientras luchaba contra el humo que se filtraba en sus pulmones. La base donde se encontraba de pie daba paso a la incandescencia de los maderos y ramas acunados para el fuego, mientras reptaba por la cubierta exterior de la muñeca de mimbre en la que estaba encerrada.
Gritó, forcejeó, trató de soltarse de las ataduras. Clamando por auxilio a todo quien pudiera escucharle, vislumbrando figuras humanoides más allá de las llamas, alrededor de la pira de sacrificio en la que se encontraba. Casi de inmediato, su terror dio paso a la ira, al reconocer que era su tribu quienes cantaban con fervor a la Luna roja.
El denso humo fluía lentamente por el suelo como olas de mar concéntricas en dirección al borde de piedras a su alrededor, el cual parecía detenerlo. Las personas que la rodeaban, se movían rítmicamente de lado al otro, observando la muñeca fijamente como si estuvieran en trance.
Desde el interior de la muñeca de mimbre un potente rugido se escuchó, mientras el latente humo espeso estallaba extendiéndose con furia más allá del circulo de piedras, engulléndo todo alrededor, a todos.
///
Roeghard Corviridis, líder del clan Ysgafn buscó mantener la unidad de su pueblo, en especial, acoger a todos aquellos que mantenían una forma de pensar distinta a la de él. Era un conciliador, siempre buscando armonizar los distintos puntos de vista y establecer los puentes para todos aquellos que quisieran ser escuchados. Era un gran líder y un buen Padre. La noche en que Oghmara le dijo que habían sido bendecidos con ser padres, sembraron juntos en su lugar secreto del bosque una semilla de Abeto, en agradecimiento a la Luna.
Delwrym Drygioni, lideresa del Clan Tywill, era su principal oponente. Siembre agresiva y dispuesta a tomar acción contra todo aquel se le opusiese. Enfrentándose constantemente a Roeghard por ser muy permisivo con los débiles, debiendo tomar el control e imponer las reglas del conquistador. Ella deseaba a toda costa tomar el control de los clanes, pero Corviridis no se lo permitía. Sin embargo, su afán de unirlos a todos, permitió a sus enemigos prepararse para arrebatarle el control. Sin embargo, la noticia de la nueva heredera implicaba cambiaba las cosas.
La infancia de Naedrik se desarrolló con normalidad, hasta la edad de 6 años. Para esos entonces, una bestia sobrenatural venía generando caos y destrucción, pero no podían detenerla ya que siempre desaparecía antes de que llegaran los hombres. Sin embargo, un día la pequeña, en un descuido de sus padres, escapó internándose en el bosque topándose con la monstruosa bestia. Oghmara, quien tenía una conexión muy fuerte con su hija, sintió en su corazón el riesgo al que se exponía la niña. Salió raudamente a su encuentro, alertando a los demás a su paso. Encontró a su hija mal herida, poniéndola a buen recaudo mientras trataba de asistirla, siendo en ese momento sorprendida por la abominación. De no ser por la llegada del Padre y sus hombres, ambas no hubieran vivido para contarlo. De esa aventura, la pequeña quedó con una cicatriz en el brazo izquierdo.
A sus 16 años decidió realizar por su cuenta el ritual de transición internándose en el bosque para enfrentar sus miedos y demostrar su valía no tanto para los demás, sino para ella misma. Se internó en una cueva, de la cual tenía la impresión que nunca antes había visto, como si de alguna forma se hubiese levantado recientemente. Conforme avanzaba sentía que iba descendiendo cada vez más y más, mientras fantasmagóricos ecos recorrían desde las profundidades. Una serie de luces se veían a lo lejos, como si su hipnótico movimiento la estuviese atrayendo hasta su origen. Ante sus ojos se abría una caverna enorme, en cuyo centro una especie de loza elevada se encontraba rodeada por una serie de antorchas de pie, como si de una mesa ceremonial se tratase. Un aroma a hierbas inundaba el lugar, las que empezaban a tener efecto en ella, era intoxicante. La temperatura continuaba elevándose. Centró su mirada en la gran mesa, contemplando a una mujer cubierta solo en brillantes telas rojas satinadas que delineaba su figura como si se tratase de una segunda piel, realizando movimientos ondulantes corporales, que, al parecer, estaría realizando un ritual de invocación.
La mujer volteó a verla, su rostro estaba distorsionado, como si estuviese transfigurado con una criatura del averno. Sus ojos estaban encendidos, en un espeluznante rojo fulgurante. Al verla a los ojos quedó paralizada, incluso hasta hoy no puede asegurar si fue por el miedo o por alguna fuerza sobrenatural. La mujer se puso en pie, caminando hacia la joven. Conforme se iba acercando, su rostro comenzó a recuperar su forma humana, era Delwrym quien le sonreía en señal de triunfo. Naedrik se desvaneció.
Cuando reaccionó, se percató que su cuerpo era diferente, como si el tiempo hubiese pasado físicamente, pero en su mente la amenaza de Delwrym se mantenía aún al rojo vivo. Se puso en pie, percatándose que sus ropas le apretaban más de lo normal, pero a pesar de eso se dispuso a salir rápidamente de la caverna en dirección al pueblo. Al llegar, se dio cuenta que todo era distinto, las cosas habían cambiado como si hubiese ocurrido una guerra. No le pareció raro que las personas con las que se cruzó no la reconocieran, sin embargo, su mayor sorpresa fue descubrir que su padre había sido asesinado y que su Madre había asumido el liderazgo. Mayor fue su sorpresa al descubrir que Naedrik había sido señalada como la culpable. Su desesperación la hizo salir del anonimato y las personas la reconocieron. La apresaron sin opción a defensa, llevándola donde su Madre.
La sorpresa en su rostro fue evidente, condenándola inmediatamente a morir en sacrificio a los Dioses. Sin embargo, el destino no pudo ser más funesto pues al final cuando estaba siendo preparada para ingresarla a la muñeca de mimbre, su Madre reveló ser Delwrym quien había tomado primero el lugar de Naedrik para hacerse cargo de su madre y posteriormente tomó el lugar de su madre para hacerse cargo de su Padre. Esta vez se aseguraba de acabar con la familia entera para dominar la tribu. Y haciendo un movimiento con sus manos, Naedrik cayó nuevamente inconsciente.
///
No hay comentarios:
Publicar un comentario