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lunes, 8 de mayo de 2023

LA HISTORIA HASTA AHORA... KEIJO X (PERSONAJE)

El Rio que corre turbulento, arrastra indiscriminadamente cualquier sangre, el dolor era bien conocido por él, tanto que se podría decir que estuviese condenado a causarla a quien estuviese cerca suyo. Durante su cruda infancia, los soldados con quienes compartía sus días, le espetaban ser el causante de la muerte de su madre al momento del parto. Tal vez tenga que ver con que su Padre, Terjlich Wülhem, aspiraba como muchos jóvenes guerreros en Falkovnia, a escalar en la pirámide militar. Su madre, una joven foránea de rasgos orientales, se vio involucrada con él, en circunstancias que no requieren ser esclarecidas. De este encuentro ella quedó embarazada y si bien Wülhem no tuvo mayor reparó en abandonarla para truncar su carrera, una muy minúscula parte de él vio al recién nacido como una obligación que su honor debía servir.

Ahora bajo su tutela, dio inicio a su cruento entrenamiento, reconociéndolo como su protegido, pese a que en su entorno era más que conocida su historia. La potencia militar y bélica Falkovniana, no reconoce la magia como algo natural, sin embargo, no deja de tener su espacio en el arte de la guerra. En su afán de seguir escalando, tomo la oportunidad que se presentó en el ministerio de las artes arcanas, ofreciendo a su protegido como parte del experimento, catalogándolo como el paciente K.

El rencor de K fue su combustible para superarse y buscar la creciente necesidad de ser aceptado por su Padre, sometiéndose a las más cruentas pruebas, al más terrible entrenamiento para ser el mejor entre los demás pacientes. Más aún siendo que su Padre tenía una familia a la que no conocía y conforme se había enterado, tenía un hijo. Tenía un hermano menor.

Sin embargo, el destino decidió obrar siniestramente al cruzar los caminos de la familia. Su adoctrinamiento era absoluto, siendo enviado a pequeñas misiones de espionaje para comprobar lealtades entre los asociados al Régimen. Por sus manos ya había corrido sangre, animales y sujetos de rango menor, sin embargo, aún no mataba a nadie.

Llegó la noche en que fue enviado a espiar a un Soldado de mayor rango, de quien se creía estaría proveyendo información a enemigos de la nación. La consigna era obtener la información a cualquier costo, sin importar las bajas que se pudiera dar de verse expuesta la misión. Una vez en el lugar, no encontró al agente, pero se vio sorprendido por un pequeño joven un tanto menor que él. K hizo uso de sus dotes arcanas, aprendidas durante su entrenamiento, hecho que le daba mayor ventaja entre los otros jóvenes en el programa. El pequeño estuvo paralizado del miedo, al ver su gélida mirada de odio. Descubierto y ante la obligación de cumplir la misión sin testigos, se dio con la sorpresa de verse cavilar la decisión a tomar por largos segundos. Es cuando el Soldado llega a su casa descubriendo que era Wülhem, su Padre, a quien debía investigar y, por ende, el niño por quien se encontraba en la disyuntiva de ajusticiar era su hermano. Wülhem sacó su espada sin dudarlo y arremetió contra K, ágilmente lo evitó y haciendo uso de las técnicas mágicas aprendidas, logró sorprenderlo y desestabilizarlo. Su hermano, zafándose de lo que sea que le hubiese hecho, se abalanzó hasta su Padre para ayudarlo, poniéndose en el fuego cruzado. La hoja de su Padre destelló, el chisporroteo de la energía liberada por K, la sangre de su hermano salpicando por el lugar mientras su cuerpo golpeaba pesadamente al suelo.

Todo el duro y cruento entrenamiento recibido había desaparecido, nada lo había preparado para esa escena, para ese dolor, para ver reflejada su inocencia moribunda junto con la de su hermano. En su mente algo colapso e hizo que todo el rencor que su corazón guardaba retrocediese. Todo se movía lentamente a su alrededor, los gritos de su Padre llamando a sus subordinados, la sangre del pequeño Denlon deslizándose por el piso, los soldados arremetiendo en la habitación y golpeando a K hasta derribarlo.

Su Padre se tomó a Denlon en sus brazos y se dispuso a ir con los sanadores en busca de un milagro, mientras con mayor de los desprecios berreaba, “Maten ese Perro”.

Lo arrastraron hasta afuera en medio de una noche sin estrellas, aún sin salir del shock. Y si bien lograste escuchar los gritos de tus verdugos, no lograbas atinar que cosa intentaban decirte o que estuviese sucediendo. De repente, oscuridad.

Abres los ojos y con inquietud ves que te encuentras en otro lugar en una especie de tienda con los toldos abierto al viento, sin embargo, silencioso. Una pequeña lámpara de aceite arde inquieta a algunos centímetros tuyos, mientras alguien se encuentra atendiendo tus heridas.

Con voz calma pero firme te recordar un familiar ahora lejano - Mi nombre es Heinzu Shurido, no te muevas, estropearas mi trabajo -

 


 

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