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jueves, 15 de junio de 2023

CAP 1 - IV. ELEANOR CREEDY

Con cierto temor, Basile se adelantó a sus compañeros y apoyando una mano en la fría puerta empujó, abriéndose lentamente. Ante ellos se mostraba un amplio salón cubierto de sombras oscilantes, efecto del fuego que aún causaba estragos en las calles aledañas.

Uno a uno ingresaron al lugar, observando cuidadosamente lo que había dentro. El lugar parecía abandonado, la mayoría de los muebles parecían estar cubiertos de polvo. Sin embargo, lo que más les llamó la atención fue la cantidad de pequeños fragmentos esparcidos por el suelo, que a la escaza luz parecían grises. Sin embargo, una mejor observación al recogerlas con las manos les permitió descubrir que se trataban de granos de arroz. Una puerta doble se mostraba cerrada a un lado de ellos, en cuyas manillas un arreglo floral marchito se encontraba enlazado.

Basile, se acercó y arrancó el arreglo floral deshaciéndose prácticamente en sus manos, mientras que la cinta que lo sostenía le tomó un poco más de esfuerzo. Al abrir la puerta, una mesa permanecía impávida frente a una chimenea lúgubre congelada en el tiempo en un grito aterrador. Un frasco de vidrio se encontraba en el centro de la mesa, en cuyo interior se encontraba una gruesa vela a medio consumir. Los granos de arroz cubrían en mayor cantidad el piso del lugar, la chimenea, el marco de la ventana y la escalera.

Keijo buscó entre sus cosas y sacó una pequeña antorcha para poder observar con mayor facilidad. Un cuerpo se encontraba desplomado en la escalera, boca abajo. Basile se dirigió hacía el inclinándose para verificar su condición. Golpeó cuidadosamente una de las piernas del sujeto. Keijo permanecía al lado de Basile, observando todo con cierta inquietud, esperando no tener que desenfundar su arma nuevamente. Sin embargo, su concentración se vio desviada hacía algo más, una figura oscura se encontraba arriba de las escaderas, entre las sombras, escabulléndose rápidamente al percatarse que había sido vista.

Naedrik contemplaba absorta, aún sin dar crédito a todo lo que ocurría y mucho más sin entender por qué continuaba con estos hombres, tal vez sea por proteger a los niños que cargaba. Patrick se mantenía agazapado en la entrada de la sala, quien parecía seguir evaluando la situación. Se tomó unos minutos antes de dirigirse a la ventana buscando posibles vías de escape, si es que la situación lo pudiera ameritar. El caminar en este lugar resultaba más complicado debido a los granos de arroz. Una gruesa cinta estaba enrollaba por el barandal de la escalera decorada también con arreglos florales, como si alguna especie de ceremonia se hubiese realizando antes que el lugar quedase abandonado.

El sujeto tumbado comenzó a moverse lentamente, retomando poco a poco la conciencia. Volteó y miró a su alrededor, tratando de entender la situación y esperando recordar lo sucedido. Sus oídos aún le zumbaban y la cabeza le dolía levemente. Tenía entendido que la casa estaba inhabitada desde hace un tiempo, al menos eso es lo que le habían informado, pero ahora se encontraba rodeado de varias personas y debía pensar rápido. Se volteó torpemente, sentándose en uno de los escalones. - ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en mi casa? – les vociferó de forma atropellada y torpe, haciendo el mejor uso de sus habilidades para impostar la voz como si estuviese bajo los efectos del alcohol.

Basile trató de calmarlo, aunque difícilmente pudo creerle, dada la obvia condición en la que se encontraba la casa. Sin embargo, su intento se vio interrumpido al vislumbrar la misma figura negra que había visto Keijo. Al constatar que el hombre se encontraba bien, se puso en pie y se dirigió rápidamente a darle el alcance a aquella figura. Ante su reacción, Keijo lo siguió, sin percatarse que con él se iba la antorcha, dejando a los demás nuevamente sin luz. Naedrik, comenzó a subir también con los niños en brazos mientras que Patrick al percatarse que se estaba quedando solo, optando por seguirlos justo detrás del sujeto que habían encontrado. Los gritos de una mujer que al parecer estaba siendo agredida comenzaron a escucharse. Pesados y violentos golpes resonaban por la casa.

En este piso, la cantidad de granos de arroz era mayor y grandes frascos de vidrio con velas al igual que en el piso de abajo, se encontraban en diferentes partes del piso. Un largo pasadizo se extendía hasta terminar en una ventana por la cual se filtraba la luz del fuego exterior. Los golpes eran más fuertes conforme iban avanzando.

Una puerta amplia y adornada se encontraba frente ellos, lo que al parecer sería la habitación principal, lugar de donde provenía el alboroto. Basile y Keijo empujaron la puerta, que en un principio parecía trabada, pero conforme ejercían mayor fuerza fue cediendo hasta abrirse. El sonido de algo pesado rodando terminó en un estrépito de vidrios rotos.

Frente a ellos una cama de dosel con tules trasparentes extendidos, cubrían los cuatro lados de la cama. En su interior, el cuerpo de una mujer se encontraba recostado sin señales de vida. Una ventana cerrada se ubicaba a la derecha de la cama, la cual coincidía con la ventana por donde vieron inicialmente a la mujer, su condición era distinta a como la habían visto desde fuera. Mientras Naedrik protegía a los niños, Marek revisaba la habitación tratando de encontrar algún indicio de aquello que lo había traído a este lugar. Su atención se centró en una extraña maquina con botones circulares con letras encima de cada uno, la cual se encontraba encima de un tocador grande de madera con un espejo de medio cuerpo al centro. Un pedazo de papel en blanco se encontraba insertado en la máquina.

Tanto Basile como Patrick trataban de entender la situación, pero algo eludía sus pensamientos. La mujer se encontraba acostada sujetando férreamente un estuche con ambas manos. A la altura de su pecho una sobre yacía imperturbable. Patrick decidió poner a prueba una vez más sus habilidades mentales, buscando establecer contacto con la mujer.

La ventana de la habitación se abrió de golpe y un fuerte viento entró alborotando los tules, elevándolos caóticamente, mostrando el verdadero aspecto de la mujer, el cual era mucho peor. Era un cadáver, posiblemente con varios meses de fallecida.

Patrick permanecía inmóvil con una expresión entre asombro y terror, pues ante sus ojos la mujer se había sentado en la cama y una lápida había aparecido en la cabecera de la cama mostrando el siguiente epitafio:

Aquí yace Eleanor Creedy,
Que su alma se pudra en las profundidades del Averno,
Donde su condena será eterna.

Huellas de manos aparecieron una tras otra alrededor de la lápida y el cuerpo de la mujer había extendiendo sus brazos tratando de alcanzar con sus huesudos dedos a Patrick.

Unos murmullos lastimeros parecieran brotar del aire, de todas partes, mientras un zumbido resonó en sus oídos en crescendo, causándole vértigo. En las paredes brotaron manchas negras chorreantes formando palabras de tal forma que recorrían la habitación.

- Mira a toda esa gente solitaria… ¿De dónde vienen…?, ¿A dónde van…? ¿Quién es responsable de todo esto? ¿A quién le importa? Nadie se salvará… Mira a toda esa gente condenada… Con todo mi amor… -

Las palabras se detuvieron al llegar hasta la cabecera de la cama, mientras que el cadáver de la mujer movió la boca como si estuviese tratando de hablar, pronunciando con una voz escalofriante de ultratumba:

El Hombre de ningún lugar

Patrick se tambaleó como si todos los violentos golpes que escucharon y los atrajo hasta esta habitación, los hubiese recibido en su cuerpo de un solo porrazo.

Basile al verlo, reaccionó rápidamente sujetándolo para evitar que cayese al suelo. Le tomó unos minutos recomponerse para darse cuenta que todo lo que había visto, solo ocurrió en su cabeza, la habitación se encontraba “normal”, mientras los demás lo miraban extrañados por su reacción. – ¿Te encuentras bien? – le preguntó Basile, mientras lo sujetaba de un brazo. – No hay problema, estoy bien - respondió Patrick dirigiéndose a la cama para tomar el escuche de los brazos de la muerte. Su gélida y rigorosa prensa le ofreció cierta resistencia, pero al final logró quitarle el estuche. El sobre el pecho había caído al suelo a sus pies. Lo recogió y en el lomo solo se indicaba el remitente “Para Eleanor”. Con cierto temor abrió el sobre, sacando la carta para leer su contenido:

Mira a toda esa gente solitaria…
¿De dónde vienen…?, ¿A dónde van…?
¿Quién es responsable de todo esto?
¿A quién le importa? Nadie se salvará…
Mira a toda esa gente condenada…

Con todo mi amor…

El Hombre de ningún lugar.

En ese instante, unos murmullos resonaron por toda la habitación, pero esta vez todos los presentes los escucharon, los cuales fueron en crescendo desatando una serie de escalofriantes lamentos, deteniéndose en seco sin mayor acontecimiento. El silencio se vio interrumpido por un traqueteo lento en principio, acelerando su ritmo hasta un agudo ¡DING! Y nuevamente retomando el traqueteo.

Marek, buscó el origen del ruido, descubriendo que los botones de la maquina se estaban presionando solos, plasmando letras en el papel que tenía inserto. Algo más llamó su atención al percatarse en el reflejo del gran espejo, una figura oscura vestida en túnica negra y cuello blanco estaba presionando los botones de la máquina. La figura se detuvo, dirigiendo su mirada a Marek, tenía puesto unos anteojos de luna redonda que parecieron destellar. No tenía rostro pues solo era oscuridad, sin embargo, por un instante casi imperceptible, podría haber jurado que el rostro se puso completamente blanco con facciones distorsionadas. Mientras su mente trataba de comprender lo que había visto la figura ya había desaparecido.

Tomó el pedazo de papel de la maquina leyendo en voz alta:

Queridos Hermanos, estamos aquí reunidos para recordar la despreciable vida de Eleanor Creedy, una mujer que ante su avaricia e implacable sed de poder, no reparó en las victimas que dejaba a su paso, ni los despojos que dejaban sus cosechas.

Pobre Eleanor Creedy, todo tiene un precio y todo precio debe ser pagado…

JA JA JA JA….

Patrick al escuchar esto, sintió un impulso de revisar nuevamente la carta como queriendo constatar lo que estaba escrito, llevándose una sorpresa al descubrir que al final de la carta, había aparecido escrito algo más al final:

P.D. Pero si se dónde van a terminar ustedes…

Al escuchar esto, todos hicieron silencio por unos segundos, se miraron, uno de los bebes soltó un inocente balbuceo y sin mediar palabras decidieron salir rápidamente de ese lugar. Descendieron por la escalera, uno tras otro, para descubrir que una mancha negra había aparecido en el piso de la puerta doble. Patrick lo reconoció automáticamente y saltando por encima del barandal dirigiéndose hacia la ventana que inicialmente estuvo revisando en ese piso. Forcejeó por unos segundos logrando abrirla, haciendo espacio suficiente para salir por ella. – Vengan – les gritó a sus compañeros. Todos bajaron siguiendo a Patrick buscando salir por aquella ventana. Keijo quien iba al último, volteó inconscientemente al sentir que algo había latigueado cerca suyo sin mayor consecuencia, sin embargo, por unos instantes, antes de lograr cruzar por la ventana, pudo ver una extraña sombra creciente debajo de la escalera por donde habían bajado, donde pudo ver pequeños puntos brillantes con la escaza luz, mientras pequeños apéndices se agitaban torpemente, resonando múltiples chillidos escalofriantes.

Habiendo todos salido por la ventana, continuaron corrieron por unos minutos más hasta estar seguros que se encontraban lo bastante lejos.

Si alguno de ellos hubiese volteado a ver la misma ventana de la habitación por fuera, hubiese visto a la mujer gritando desesperadamente mientras golpeaba los vidrios de la ventana buscando escapar, para finalmente explotar dejando una oscura mancha chorreante de sangre.

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