Patrick, se asomó por el callejón donde se encontraban mirando el movimiento en la zona. Los incendios continuaban y la gente seguía tratando de apagarlos, difícilmente se percatarían de ellos. Les dio la señal a los demás y lo siguieron, llevándolos al único lugar que consideraba seguro en este momento, su casa.
Un gran caserón de dos pisos sorprendió a todos al ver su amplitud, pero a su vez lo descuidado que se encontraba, como si de una casa abandonada se tratase. Los jardines en la entrada se encontraban descuidados, haciendo notoria la destartalada y pequeña escultura de una mujer aparentemente vestida en túnicas “blancas” con los brazos abiertos en señal de bienvenida. Cierto impulso de envidia invadió el pecho de Marek, pero que, dadas las circunstancias, pudo mantener a raya. Un portón doble de madera se encontraba frente a ellos, Patrick se acercó a la puerta y sacando una extraña llave, abrió el candado con el que se encontraban aseguradas las cadenas.
El interior de la casa daba la impresión de ser más grande, que, a la luz de las velas, se hacía ciertamente más siniestra. Patrick les dio un recorrido rápido para que pudieran ubicarse y los condujo a las habitaciones que ocuparían. En ese momento, se dieron cuenta que Basile no se encontraba con ellos, al parecer en el camino se había separado del grupo. Los bebes fueron ubicados en una habitación que era especialmente para niños, la cual llamaba guardería. En este lugar permaneció Naedrik para cuidar a los niños.
Esa noche, el caos se mantuvo alejando de esta casa para brindarles el descanso que necesitaban.
Naedrik se levantó y fue a revisar a los niños. Necesitaba alimentarlo, buscando lo poco que había en la despensa para poder alimentarlos. Se notaba que Patrick vivía solo en este gran sitio. Los tres eran muy pequeños, posiblemente no mayores de 2 años. Sin embargo, a pesar de todo lo que había venido sucediendo, han estado bastante tranquilos. Unos golpes amortiguados se sintieron en la habitación, como si estuviesen saltando en ese lugar. Con cierta inquietud, volteo a revisar el lugar, no encontrando a nadie. Patrick, Keijo y Marek, se encontraban en el primer nivel revisando las cosas que habían traído con ellos de la casa de Eleanor Creedy.
Un pequeño golpe en su bota izquierda le causo un ligero sobresalto. A los pies de Naedril, un pequeño juguete de madera con forma de caballo y rueditas en sus patas. El rechinar suave de madera se hizo presente, la cunas en las que se encontraban los niños estaban oscilaban levemente.
Un armario grande de madera se encontraba en el lugar, como un silente testigo de épocas pasadas. Naedrik, se acercó a las cunas y las detuvo con suavidad mientras revisaba a los niños con la mirada. Continuaban tranquilos, uno de ellos balbuceaba inocentemente.
Ella miró el armario con cierta aprensión, pues sabía que debía revisarlo tanto para proteger a los pequeños como para que ella pudiera sentirse segura. Las grandes puertas del mueble aguardaban imperturbables. Naedrick tomó con sus manos las frías argollas de las puertas, dispuesta a revisar su interior.
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Patrick, abrió el gran estuche de cuero negro endurecido, en cuya superficie una serie de grabados en hierro incandescente lo recorrían en su totalidad. A primera vista, no parecía tener connotación mágica de alguna forma, pero debía cerciorarse. Despejó la pesada mesa circular de la biblioteca, donde había dejado muchos de los libros que había estado revisando, colocando el estuche encima con cuidado. Marek revisaba los libros en las estanterías que se proyectaban hacía el techo, parecían inmensos, pero no llegaban a alcanzar el techo. Varios espacios vacíos daban señal que faltaban libros por los surcos de polvo que se habían formado. Lo que le llamo la atención, eran los libros que hacían referencia a estudios del funcionamiento del cuerpo humano y filosofía. Keijo, permanecía al lado de Patrick, contemplando las cosas que estaba haciendo con el estuche.
Patrick preparó el lugar para elaborar una especie de ritual, algo que Keijo si bien no pudo identificar, pero comprendió cuáles eran sus intenciones. Lo escuchó susurrar unas palabras mientras con las manos hacia unas señas extrañas, alejando las manos hacia ambos lados como si estuviese corriendo unas cortinas invisibles delante suyo.
Patrick contempló con atención el contenedor como si estuviese buscando algo, pero no encontraba nada. Con cierto esfuerzo logró destapar el estuche, cambiando la expresión en su rostro. Algo había descubierto. Ubicó el estuche a un lado de la mesa, mientras el enrollado y pesado lienzo lo acomodó en el centro. Con mucha delicadeza lo fue desenrollando, encontrando en el proceso unas hojas de papel. Al terminar de desenrollar el lienzo, una gran pintura negra se mostraba, pero ante sus ojos un halo de magia de abjuración. Era un lienzo de 90 centímetros de ancho y 1.40 metros de largo. Tomó el lienzo por ambos lados, levantándolo para tratar de mirarlo a contraluz.
Marek prestó atención a los documentos encontrados y se acercó para revisarlos. Al parecer se trataban de títulos de propiedad, en los que, disimulando cierta emoción, encontró los papeles que había sido enviado a buscar. Eran cuatro documentos, uno se encontraba muy desgastado, oscurecido e ilegible, el segundo se encontraba a nombre de Pouránt Fauxet en la calle Bauchavick, el tercero a nombre de Ronwald Cooper en la calle Tesher Sur y el cuarto a nombre de Maximiliam Robsperrier en la calle Penny. Por su mente se le cruzaron las siguientes interrogantes ¿qué tanta urgencia tenía Don Vito Ricci de obtener este documento? ¿qué habría en la casa de la calle Penny, para mandar a alguien que no fuera de su familia? ¿podría investigar de que se trataba y servirle para escalar un peldaño más?
Patrick continuaba inspeccionando el material, no imaginó que el lienzo resultaría más pesado de lo que parecía, deslizándosele ligeramente en sus manos causándole cortes profundos en sus dedos. Soltó inconscientemente el lienzo sobre la mesa, mientras la sangre que le brotó, salpicando por todas partes. Juntó sus manos, revisando la gravedad de sus heridas.
Las gotas de sangre que cayeron encima del lienzo desaparecieron, como si hubieran sido absorbidas. A escasos segundos se generó un efecto de onda que disolvió la capa oscura que lo cubría, mostrándose una pintura que describía una catástrofe que habían experimentado recientemente. Se veía una ciudad cubierta en llamas, mientras una niña parecía estar buscando escapar de la hecatombe, con una oscuridad que la acechaba amenazante. En el fondo se elevaba una torre hacia el cielo nocturno bañado por el resplandor del fuego.
Un fuerte grito femenino se dejó escuchar, Keijo y Marek, quien inadvertidamente guardó el documento que necesitaba, salieron rápidamente a buscar a Naedrik que se encontraba en ese momento con los bebes en la guardería.
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El interior del armario era amplio, fácilmente podían ocultarse tres o hasta cuatro humanos de estatura promedio en su interior. Colgados se encontraban varias prendas abandonadas de bebe, posiblemente dejados por la familia que antes vivió en este lugar.
Pasos apresurados se dejaron escuchar, que se acercaban rápidamente. Eran Keijo y Marek ingresando a la guardería para darse con la sorpresa que Naedrik y los niños se encontraban bien.
Ella los observó agitados y justo cuando les iba a preguntar el porqué de su prisa, unos potentes golpes retumbaron en el lugar. Sin esperar explicaciones cogieron a los bebes y salieron corriendo a darle alcance a Patrick en la biblioteca.
Al llegar al vestíbulo, la puerta principal de la casa estaba siendo golpeada con gran fuerza. Patrick salió de la biblioteca para ver qué era lo que estaba sucediendo, encontrándolos a todos expectantes de lo pretendía irrumpir en el lugar. El portón cedió, abriéndose en par, dejando ver un gran oso pardo que les rugía en señal amenazadora. A ambos lados unos sujetos portaban lanzas de aspecto similar al de Naedrik. Uno de ellos gritó furibundo en un idioma que ninguno logró comprender, salvo Naedrik, advirtiendo que venían por ella, eran hombres de su tribu, la habían rastreado.
Patrick salió al frente gritándoles se larguen de su casa, actuando rápidamente en sus mentes. Ambos hombres se miraron temerosos retrocediendo. El Oso sacudió la cabeza como si hubiera tratado de sacudirse algo que lo estuviese molestando. El asombro y temor se apoderó de ellos al ver que del cuerpo de Patrick salieron una serie de oscuros apéndices largos y delgados que se agitaban a su alrededor, con los que los impactó a los tres no invitados causándoles daño.
El oso rugió ferozmente y corrió dejando de lado a Patrick, abalanzándose torpemente sobre Naedrik y el bebe que llevaba en brazos. Al parecer el daño que le había causado Patrick lo había hecho trastabillar no impactándola con la fuerza que pretendía. Naedrik cayó al suelo, protegiendo al niño con su cuerpo. Estaba bien. Sin embargo, tuvo que tomar una difícil decisión, pues para proteger al niño de los ataques, lo debía alejar, por lo que tuvo que lanzar al niño a unos metros suyo. Los niños se encontraban envueltos en telas que los protegía del frio y en cierta manera los protegía ligeramente de golpes, como en este caso; y siendo que cayó sobre la gran, gruesa y sucia alfombra del vestíbulo, no sufrió daño alguno. Con cierta culpa presionándole en el pecho, Naedrik, rodó para el lado contrario, tratando de llamar la atención del oso, colocándose afortunadamente tras una de las columnas.
Marek subió por la escalera para reguardar a los niños y así poder atacar a distancia con su arco corto, impactándole hábilmente con una flecha. Keijo desenfundó con agilidad su arma asestando un certero golpe en el inmenso cuerpo peludo del oso.
El oso al verse superado, desistió de la lucha y emprendió la huida. Keijo rápidamente logró atinar otro brillante golpe con su katana, haciéndolo tambalearse, pero, aunque si bien estaba mal herido no se encontraba vencido, siguiendo rápidamente a los hombres que vinieron con él.
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