La manzana no cae lejos del árbol, salvo que sea hecho leña primero; Marek miraba con envidia y desdén los lujos que lo rodeaban y conforme se dirigía al salón donde se iba a encontrar con Vito Ricci, más intenso era su resentimiento de la vida que le fue arrebatada. Le sorprendió que lo convocaran a su residencia, ya que, al ser jefe de una familia importante, no era fácil de lograr tal audiencia. Entró en el salón y lo vio sentado al final de una larga y abarrotada mesa. Estaba envuelto en una fina capa de terciopelo purpura con brillantes joyas que lo engalanaban, siendo solo uno de muchos atuendos y joyas que tendría en su guardarropa.
- Adelante Signori Mincinosky – lo saludó Vito despreocupadamente haciéndole una seña con la mano a sus guardias para que lo dejaran pasar.
- ¡Salud Don Vito! ¡Un placer verlo! Permítame ofrecerle esta fina botella de Chatau Rougue Merlot del 39; la mejor cosecha de la casa Chatau Rougue – dijo alegremente Marek, esbozando la mejor de sus sonrisas, recordando la forma de como la consiguió.
- Signori Mincinosky, no debió tomarse tal molestia. Sin embargo, debo admitir que soy yo quien le debe un favor por el servicio que le hizo a mi familia. ¡Ey, tu, chica! – llamó despectivamente Don Vito a una de las sirvientas, mientras otro de sus guardias volteó a verla de forma poco cortes - Tráenos la botella de…una de aquellas que tengo reservadas para mis distinguidos invitados como el Signori Mincinosky, tenemos cosas que hablar y negocios que atender – era obvio que no abriría la botella que le había obsequiado, dejando que otro de sus matones se la llevara.
Marek sospechaba que Vito traía algo más entre manos, como todos los nobles de la ciudad que gustaban de alardear de su poder frente a aquellos que consideraban sus inferiores. Sin embargo, en esta oportunidad estaba el hecho del favor que lo había puesto en gracia con la familia Ricci. Un hecho que había manejado con habilidad y discreción. Lo que había causado cierto interés en Don Vito, quien parecía evaluar la forma en que podía explotar a un hombre de sus talentos. Por unos segundos a Marek le atenazo una sensación de aprehensión pues al ver a Don Vito ordenar otra botella de su “reserva especial” significaba que estuviese en problemas y ese sería su final. La desconfianza era moneda de cambio en las altas esferas.
Sin embargo, el riesgo valió la pena, pues había podido entrar en este círculo de nobles, a través de Don Giovanni, de quien se había ganado cierta confianza y por quien había llegado hasta el jefe de familia. ¡Ya sentía que era alguien! Algo que había esperado por mucho tiempo y que lo acercaba un paso más para llevar a cabo su venganza.
Recordó cuando era un niño pequeño, junto con su hermana, mirando por la ventana de la destartalada cabaña de su madre a los engalanados carros pasar, dirigiéndose a aquellos palacios que a su edad parecían elevarse hasta las nubes. Aquellos nobles rodeados de opulencia, ayudados por sus sirvientes a descender juntos con tan hermosas y refinadas damas.
Por las noches antes de dormir su madre les contaba que ellos en realidad también pertenecían a ese mundo. Su padre, según su madre, había sido un joven noble príncipe de la ciudad y la vez una víctima más de las múltiples intrigas cortesanas en la ciudad de Levkarest. Lamentablemente falleció antes de poder presentarlos a su madre, a su hermana y a él a la corte. Uno de sus primeros recuerdos era el de un palacete algo desvaído con una gran puerta roja, de la cual unos guardias sacaban a rastras a su madre arrojándola en medio de la calle como una pordiosera, detrás de ellos un viejo hombre vociferaba lanzando órdenes, maldiciones e improperios, mientras uno de los guardias asestaba una patada a su madre en el vientre con la cual quedó inmóvil por unos minutos. El viejo les dirigió una mirada fría y cruel mientras llevaba una mano a su cinto, recordando su miedo que fuese a sacar un cuchillo para acabar con ellos en ese preciso momento. Ese era el verdadero poder. En su lugar les lanzó 30 monedas de plata – No los quiero ver nunca más – siendo lo único que les dijo antes de que sus rufianes les cerraran la gran puerta roja. Luego se enterarían a través de su madre, que ese hombre era su abuelo.
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Muchas cosas habían pasado desde aquella
humillación, cosas que lo habían cambiado, perdidas que habían sido terribles.
Su madre y su hermana ya no estaban con él, habían sido presas de una extraña peste
que de cuando en cuando azotaban las zonas pobres. Marek las extrañaba mucho,
aunque a veces pensaba que tal vez había sido lo mejor; en una ciudad tan dura
como esta no había cabida para personas con un corazón realmente tan valioso y
noble. Cuanta ironía.
El destino le había arrebatado lo
que mas quería, su familia y sobre todo su derecho de nobleza; sin embargo, los
dioses le habían dado una serie de talentos que lo llevarían a recuperarlo todo.
Era muy hábil, tanto que llamó la atención de una pandilla de ladrones
autodenominados como El Racimo. Le enseñaron a moverse sigilosamente, hurgar
en bolsillos y abrir cerraduras; pero sus planes a futuro no coincidían con los
suyos, por lo que los dejó una vez aprendido todo cuando podía de ellos. Además,
se dio cuenta que no siempre era necesario robar para obtener algo que quisiera,
a veces solo bastaba pedirlo persuasivamente, prometer algo que quizá haría o
daría (que al final no daría o haría) o intercambiarlo por otra cosa. Todo el
mundo quiere algo y él tenía el talento para determinar que era lo que quería
la gente.
Sin embargo, nadie confiaría en Marek
el ladronzuelo de lecho de pulgas, por lo que creó a Marek Mincinosky un joven
noble extranjero que había venido a Borca por negocios, pero que había sido víctima
de unos asaltantes de caminos, perdiendo buena parte de sus ahorros. Sus primeras
victimas fueron una pareja de ancianos comerciantes bien relacionados que se tragaron
por completo su historia. Les hacía recordar a su hijo que había partido hacia
las tierras de Barovia hace 30 años y del cual nunca más volvieron a escuchar. Gracias
a ellos comenzó su ascenso, aprendiendo los modales de la nobleza de la ciudad.
En una de estas fiestas llegó a
sus oídos el rumor de que la hija mayor de Vito Ricci, el jefe de la familia Ricci
una de las mas importantes familias de la ciudad, tenia por amante a Giacoppo
Capoletti un actor de teatro de moda, pero de dudosa reputación, pues formaba
parte de las compañías de Ivan Dilisnya. En uno de sus encuentros amorosos se
perdieron las joyas de la familia y admitir la perdida de las mismas y todavía
en tales circunstancias hubiera significado la mas absoluta vergüenza para la
familia. Afortunadamente, Marek Mincinosky supo dónde buscar, recuperando las
joyas. Al retornarlas logró ganarse la gratitud de la familia Ricci; sobre todo
con el joven Don Giovanni, con quien era contemporáneo. Don Giovanni, de
carácter jovial y dicharachero, quien, a pesar de su linaje, era de salir a
conocer el mundo que lo rodeaba, frecuentando los supuesto lugares de “moda” para
mezclarse y así ganar nuevos “amigos”. En una ocasión, ambos coincidieron al
momento que Don Giovanni se estaba retirando de una de sus incursiones.
- Marek Mincinosky, estimado bribón, eres justo la persona en quien estaba pensando y que necesito, espero que no te moleste lo que te voy a decir, la persona que necesito para… – haciendo una pausa, colocándole un brazo sobre los hombros y acercándolo para decirle en voz baja - …un trabajo.
A Marek le sorprendió un poco aquella palabra…”trabajo”…supuestamente, aunque su situación no era la mejor, dado el rol que venía interpretando ante ellos, ya que se supone era un noble como Don Giovanni. Uno no le encargaba un trabajo a un noble, aunque dada la importancia de la familia Ricci lo dejo pasar. A veces Marek se comportaba más como un noble que estos nobles.
- Don Giovanni, no creo que sea el lugar y el momento para discutir esos temas – musito Marek con la más encantadora de sus sonrisas mientras miraba a todos lados que nadie se encontrase cerca ellos escuchando, añadiendo con más normalidad una vez terminada su inspección – entiendo que mi posición económica es algo precaria debido a los acontecimientos dados a mi llegada a la ciudad. Cualquier ayuda que pueda mejorar mi situación financiera es bienvenida. Nobles o no de cierta forma siempre estamos supeditados a nuestros bienes.
- Que bueno que lo tomes así Marek, a mí me
gustaría ayudarte más; pero ya sabes como es mi padre. Justamente el me ha
encomendado una tarea y no se bien como realizarla. Quizá tu puedas ayudarme,
por supuesto que por tu ayuda habrá algo para ti. Se trata de conseguir un contrato
de la casa de una detestable mujer; que tengo entendido en este momento parece estar
deshabitada por lo que no debería representar mayor problema para aquel que
recuperó ciertas joyas.
- ¡Me tomas por un ladrón! – le repuso Marek entre dientes, haciéndose el
ofendido y haciendo el ademan de marcharse.
- ¡No Marek, no! ¡Por favor perdóname! ¡No quise
ofenderte! Esos documentos son de la familia Ricci, eso es lo que me ha dicho
mi padre. Tengo entendido que nos los han robado. Tú más bien los recuperarías
para nosotros – Le dijo al oído Don Giovanni tratando de calmar al airado
Marek, mientras que a la vez hacia señas al cochero para que se acerque y les
abra la puerta.
- Bueno hubieras empezado por ahí – Dijo Marek mas
digno. – Entonces son ustedes los agraviados. Si es así, bueno supongo que talvez
pueda ayudarte, pero para eso tengo una condición – esbozando una sonrisa ladina
– quiero que me presentes con tu Padre para tratar de este tema personalmente.
Otro peldaño más que subía. Un
escalón más cerca que lo conduciría a retomar el estatus que le fue negado a él
y a su familia. Y con cada paso que avanzaba, se acercaba cada vez más para
vengarse de aquel cruel y despreciable ser que los humilló delante de aquella
gran puerta roja.
Ahora no tenía nada, pero pronto podría
tenerlo todo.
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