Índice

martes, 17 de octubre de 2023

CAP 2 – IV. SUEÑOS EN LA FORTALEZA DE LA ROSA NEGRA (I)

La desolación del lugar les caló en el alma, como si la sensación de desesperación fuese más potente con cada hora que pasa entre los restos de lo que alguna vez fue un lugar que ostentó poder, honor y riquezas. Viejos restos de cadáveres dispersados por el salón y entre otros cuerpos que pareciesen más recientes cerca al trono y a los espejos, mientras las alimañas disponían de lo poco que quedaba para roer.

El caballero etéreo permanecía aún sentado en su trono, augurando un sendero aciago para todos ellos. Sin embargo, no estaban dispuestos a darse por vencidos y con renovados ánimos decidieron a hacer frente a lo que el lugar pudiese lanzarles, emprendiendo la búsqueda desesperada de una salida. Dos escaleras se elevaban por encima del salón del trono hacía una especie de balcón. Otra escalera, en el medio del salón, descendía hacia lo desconocido. Optaron por esta última, internándose en el oscuro nivel inferior. Un amplio ambiente se iba descubriendo delante suyo, donde casi al instante las antorchas se encendían conforme avanzaban.

Investigaron el lugar con cautela, recorriendo las habitaciones valiéndose de las antorchas que disponían de entre sus cosas, mientras las velas continuaban encendiéndose sobrenaturalmente. Las paredes tiznadas les daba escalofriante sensación de encontrarse en el interior de un gigantesco horno. Marek junto con Patrick, revisaban con mucha delicadeza puerta por puerta intentando evitar declarar su ubicación. Una de las puertas les condujo a un almacén donde entre muchas cosas innecesarias se encontraba un estuche cilíndrico de cuero, el cual le llamó poderosamente la atención a Patrick, pues le hizo recordar el primer estuche que encontraron en manos de Eleanor Creedy en Levkarest, evocando en su memoria las palabras de Magda - Los hilos han sido movidos de tal forma para que ustedes se encuentren en este lugar, pues han sido enviados a buscar algo, algo que no estoy segura de que podría ser, pero ustedes lo sabrán en cuanto lo vean. – Se tomó unos segundos más para meditar que acción tomar, dejando pasar la situación, continuando con Marek en busca de una salida.

Otra puerta destartalada se mostraba ante ellos, abriéndola con mucha cautela. Unas escaleras descendían tras ella, dejando entre ver una mortecina luz más abajo. Cuando se deponían a dar aviso a los demás unas lentas y pesadas pisadas se dejaron escuchar, estaban subiendo. Cerró la puerta con prisa, lo que por su antigüedad hizo que se desencaje del marco chocando contra el suelo, crepitando de tal forma que en el silencio retumbo como un cañonazo.

Transcurrieron solo unos segundos para que Naedrik y Edmond escucharan el suave y lúgubre cantico proveniente de uno de los pasadizos que no habían revisado todavía. La figura fantasmagoría de una mujer elfa apareció tras cruzar una puerta, acercandoseles flotando en el aire. Sus harapos vaporosos cubrían escasamente su famélica pero aún contorneada figura. Su rostro apacible cambió dramáticamente en una grotesca mueca de furia salvaje al verlos, lanzándose para atacarlos.

Marek corrió buscando una salida, llegando hasta un amplio balcón al final de un largo corredor, abriéndose hacia el exterior de la fortaleza, contemplando el devastador panorama en el que estaba sumido el reino de Sithicus.

Patrick quedó paralizado, presa del miedo ante la espectral presencia de la mujer. Keijo, Edmond y Naedrik lucharon ferozmente contra ella. A duras penas lograron vencerla, con la ayuda de Patrick quien al final logró superar su miedo y unirse a la pelea.

Tras la puerta delatora, dos caballeros esqueléticos se hicieron presente con sus armas preparadas, mientras el cantico dulzón de otras elfas espectrales se comenzaba a escuchar.

Al verse acorralados, el grupo optó por retornar por donde vinieron, subiendo nuevamente al salón del trono, mientras las criaturas comenzaron a perseguirlos. Las prisas eran para los vivos, pues el paciente y gélido abrazo de la muerte siempre alcanzaba a su objetivo.

El tiempo era critico para ellos y no tenían mucho tiempo antes que les den alcance en este nivel. Debian ser rápidos y evaluar su situacion para buscar una forma de evitar el inminente conflicto. Los espejos tenían algo que ver y tenían la impresión que algo les faltaba ver para encajar en todo este misterio.

En su mente se amontonaron recuerdos que no parecieron ser suyos, sin embargo, lograron reconocer algunas de las imágenes. Una gran fogata, unos carromatos, unas mujeres danzando, una historia siniestra y una música macabra.

La voz de una mujer haciendo eco entre la vorágine de imágenes. - El Caballero Oscuro ha desaparecido y no se sabe nada de él… La única forma de escapar se encuentra en la Fortaleza… Ustedes no son quienes dicen ser… Sabrán que los ha traído aquí ni bien lo vean… - se hizo silencio.

Todo cambia, vislumbran un lugar inmenso oscuro y deprimente, una especie de castillo o fortificación. Un puente colgante cayéndose en pedazos por el paso del tiempo. Un gran jardín marchito. Grandes salones y escaleras en espiral infinitas. Unos desgarradores gritos de mujeres. Las huestes de los no muertos iban tras de ustedes…

Oyeron el golpe en seco de varios objetos pesados deteniéndose, para luego el rechinar de las sogas mecerse.

- ¿Quién vive? – una voz espectral retumbó…

La visión los llevó de vuelta al salón del trono, donde una figura pequeña cubierta con pieles en su espalda, se encontraba inclinada a los pies del trono, una coleta de cabello amarrado sobresalía por detrás de su cabeza. Su piel era pálida y agrietada. Una de sus manos sujeta una especie de báculo de madera cuyo extremo superior se separa en dos describiendo un pequeño arco. De esas extensiones cuelgan unas tiras que se conectan en un pequeño pedazo de cuero negro. El extremo inferior termina en una punta. En la otra mano levanta un medallón por encima de su cabeza, como mostrándoselo al señor del castillo.

Una llamarada naranja lo envuelve. El humo negro cubre la visión.

De entre el oscuro humo Magda salió caminando, dirigiéndose a ustedes. - Deben sacar al Caballero Oscuro de su ensoñación. Solo así podrán evitar la destrucción de Sithicus y salvar a todos sus habitantes. - Las jóvenes gitanas aparecieron de forma fantasmagórica danzando alrededor del trono. - Recuerden la historia del Caballero Oscuro… - la visión se desvanece de sus mentes, volviendo a la realidad en el salón del trono, contemplando al caballero negro sentado en su gran trono.

- Debemos usar los espejos – dijo Patrick, casi susurrando. Se pararon frente al espejo mirándolo para ver si existía algún dispositivo que lo activase, en su reflejo un largo pasillo cubierto de banderolas y estandartes militares. Una lujosa alfombra roja con estampados de espadas, coronas, fisherkings y rosas; se extendía hacía una puerta entre abierta. Del otro lado, se escuchaban voces aparentemente enojadas, sin embargo, no se lograba distinguir lo que decían.

De repente Edmond se había hecho transparente, tal como se encontraba el Señor Oscuro en su trono. En el espejo, la figura de un soldado había aparecido, aparentemente confundido. Miraron sorprendidos al traslucido Edmond, tratando de entender lo que había sucedido. Fijaron la mirada en el espejo buscando alguna otra variación, Naedrik, Marek y Kaijo, uno a uno se fueron haciendo etéreos, apareciendo una nueva figura en aquel ornamentado pasadizo. Patrick escuchó el siniestro cantico de las elfas que se venían acercando, seguido de las pesadas pisadas que subian por las escaleras.

Patrick se acercó hacía el espejo apoyando una mano, mirándolo fijamente.

Se encontraban de pie en medio de un largo pasadizo, cuyos muros se encontraban cubiertos con estandartes y pancartas militares. Detrás de ellos un ovalo de absoluta oscuridad flotaba a centímetros del suelo. De 2 metros de largo y 1 de ancho, sin profundidad alguna, solo en 2 dimensiones. El pasadizo continuaba a partir de ese espejo. Una lujosa alfombra con estampas de espadas, aves y coronas, se extendía hasta una puerta abierta a medias. Tras ella, voces enojadas se dejaban escuchar.

Dentro del cuarto, la voz de una mujer se eleba por encima de las otras, resonando notoria autoridad.

- Escudero Caradoc, ha sido encontrado culpable del asesinato de Lady Gladria, esposa de Lord Soth. Por lo que, es sentenciado a muerte. De acuerdo a lo que dicta la Medida, la ejecución será llevada a cabo mañana temprano con su propia espada. – los vitoreos de los presentes no se hicieron esperar.

La voz de un hombre se escuchó en repuesta por encima del bullicio. – ¡No!, ¡Soy inocente! ¡Yo no la mate! –

- Entonces, ¿Quién? – preguntó la mujer

- No puedo decirlo – replicó el hombre con voz abatida. – Estoy atado a mi Juramento

- Muy bien – respondió la mujer – Culpable de todos los cargos. ¡Guardias!

La puerta frente al grupo se abrió por completo, entrando un caballero en cota de malla y una sobrevesta bordada con un ave, un Kingfisher. - ¡Hey Ustedes! - les gritó – ¡Escuderos, cumplan con sus obligaciones y lleven al prisionero a su celda! – El caballero los miró impaciente esperando que ingresen al salón.

El grupo aún confundido, cruzó apresuradamente la puerta. Una gran mesa a la derecha, tras la cual tres caballeros en cota de malla se encontraban sentados. Dos eran hombres, con grandes bigotes largos caidos. Uno lleva una sobrevesta con el emblema de una Corona y el otro el de una Espada. La tercera persona era una mujer, de cabello oscuro rizado, portaba una armadura azul. Su sobrevesta estaba bordada de rosas rojas.

Frente a ellos, un joven y apuesto caballero elegantemente vestido. En su túnica se encontraba bordada la figura de un grajo, como la mascota de Magda la Errante. Sus tobillos se encontraban aprisionados con grilletes.

La mujer de armadura azul, tomó la rosa negra de la mesa y se la lanzó al encadenado, quien mantenía la cabeza gacha en señal de vergüenza. – ¡Llévenselo! – gritó la mujer, mientras una sonrisa torcida se formaba en sus labios.

Tras el joven caballero, una serie de bancas se ubicaban frente a la gran mesa. En una de ellas, un hombre de amplios hombros, cabellos rubios y un largo bigote arreglado. En su sobrevesta se mostraba el emblema de la rosa roja. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, mientras su mirada se mantenía imperturbable.

Caradoc fue puesto a disposición de los guardias para que sea escoltado a su celda y de ahí esperar la hora para su inminente final. Patrick estuvo dándole vueltas en su cabeza la historia del Caballero Oscuro que les narraron en el campamento de gitanos. Marek miró a Patrick – Esto no es lo que sucedió en la historia que nos contaron las gitanas – voltearon a mirar al resto del grupo. Naedrik, parecía seguir en su misma línea de pensamiento. – Debemos corregir lo que esta sucediendo aquí – volteando a mirar a Keijo, quien miró hacía la puerta de la carceleta donde otros dos guardias se mantenían apostados. – Debemos hacer que Caradoc confiese quien mató a Lady Gladria – volviendo a mirar a sus compañeros.

Marek se dirigió hacía Caradoc instándolo a que les cuente lo sucedido y si realmente era él culpable de tan execrable hecho. El resto del grupo se unió a la suplica de Marek, hasta que Caradoc con lagrimas en los ojos les confiesa, que él amaba a Gladria y que era su culpa que haya muerto. Sin embargo, él no la había matado, sino alguien más. Caradoc parecía tener algo pequeño en sus manos, protegiendo con delicada atención. Lo tomó entre sus dedos y les enseño un anillo que Gladria le había dado, en muestra del amor que ella le profesaba. Pero la noche en que ellos iban a escapar, él los descubrió y todo terminó, obligándolo a ver como la asesinaba con su espada sagrada. Soth dio desató su terrible justicia sobre ella.

Sin embargo, no podía entregarlo, su juramento era más importante que su vida y no podía perder tambien su honor, pese a tener que asumir el peso de un crimen que no cometió.

El grupo al escuchar esto deliberó su siguiente acción, acordando que debían llevar esto hasta los jueces para que reconcideren su dictamen. Sin embargo, era la palabra de ellos contra la de un caballero reconocido. Debían tener pruebas que puedan demostrar la inocencia de Caradoc.

Todos cayeron en cuenta que la única cosa que podían utilizar como evidencia era el anillo que Gladria le había dado a Caradoc en muestra de amor.

Le explicaron el plan al escudero solicitándole el anillo para presentarlo como evidencia. Caradoc aceptó y salieron en búsqueda de la magistrada.

Lograron encontrarla justo antes de que partieran en su caballo. Sus guardias les detuvieron, pero ella permitió concederles esa informal audiencia. Le contaron lo que habían descubierto y le mostraron el anillo del compromiso. Soth quien se encontraba presente trató de alguna forma desvirtuar esas acusaciones sin fundamento alguno, pero Kitiara lo mantuvo a raya, recordándole que ella era quien tomaba las decisiones dentro y fuera de la corte.

La expresión en el colorado rostro de Soth solo denotaba el más puro odio hacía el grupo de soldados.

- Si bien sus argumentos no son lo suficientemente fundados como para inculpar a alguien de asesinato, este anillo es muestra como para re evaluar el veredicto dictaminado el día de hoy contra el escudero. Déjenmelo y revisaremos el caso mañana. Gracias por sus servicios nobles soldados – Kitiara los mira asintiendo con la cabeza, guardando el anillo en uno de sus bolsillos.

El lugar se nubló completamente y aparecieron de vuelta en el salón del trono, frente al espejo del juicio. Su reflejo se encontraba cubierto por una cortina de humo gris revoloteando suavemente. Un escalofrió recorrió su cuerpo al sentir una poderosa presencia en el lugar.

Si bien el fantasmagórico caballero permanecía sentado en su trono, parecía haberse movido ligeramente. Sus manos ahora sujetaban la espada que descansaba en su regazo. Su ceño parecía fruncido. Si bien sus ojos permanecían cerrados, sus parpados temblaban ligeramente.

////



No hay comentarios: